claroscuros

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11/12/06

Digamos que creemos en los milagros. Pensemos que todo lo que deseemos se va a cumplir y veremos como el más mínimo atisbo de esperanza inunda nuestras vidas.

Creamos a los milagros.
La gracia de los bordes infinitos
traduce en limbos que repartimos
sales y óleos, así bálsamos.

La fuga, que de lo indecible
arrastra la lluvia maldita
¡qué triste que es! y qué temible…

el gris nos empaña, recita.

Takk

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10/12/06

Hay un estado, parecido a la tristeza, que es aquél en el que nos sumergen algunas noches frías de invierno; se encuentra a medio camino de la melancolía y nos hace sentir solos y sin arropo. Es cuando nos encontramos bajo ese extraño efecto cuando más conscientes somos de nuestra individualidad, de que somos seres solitarios que vagamos sin rumbo por un cosmos caótico inundado de infinidad de otros con el mismo rumbo ausente; es cuando la seguridad de estar realmente vivos, por lo palpable que es, más dolorosa se nos hace. Es entonces cuando sentimos que el corazón se contrae por el pánico de que, si deja de latir, nadie excepto tu va a dejar de sentir.

Dicen que esos estados pasajeros, que se dan por la noche –toda ella oscuridad sobre lo que se puede ver, sobre aquello que conocemos-, bajo ambientes helados –que toda vida interrumpen-, y durante el invierno, que incluso el fluir del agua paraliza, suelen venir precedidos, habitualmente, por largos periodos de felicidad.

¿Pero qué seríamos nosotros sin la posibilidad de conocer la tristeza, la soledad, la melancolía, el miedo y el pánico que uno siente en esas frías noches de invierno? Durante la felicidad –y que duda cabe que es un estado, completo, del alma-, podemos llegar a creer que de aquel modo vamos a pasar el resto de nuestra existencia, más la caída, que nunca podemos llegar a prever, nos convence de que eso era simplemente la felicidad misma, que por el sencillo hecho de querernos hacer más felices, nos miente y nos engaña. Es entonces, desde el lugar de la oscuridad y el hielo que la noche de este invierno nos proporciona, cuando el dolor por la pérdida que acabamos de padecer nos permite entender lo que la felicidad nos imprimía, nos permite entender en lo que la felicidad consiste; porqué cada uno, desde su mundo feliz, ve caer su felicidad con la caída de las pequeñas cosas que a uno le hacían feliz. Esas pequeñas cosas, sin embargo, vienen por grandezas que se conjugan en el aire y se adaptan perfectamente a las nuestras, y las pequeñas.

Pero lo peor de todo esto no es el mero dolor que sentimos al padecerlo, sino la sensación que a uno le adueña de que la pérdida de aquella felicidad era algo inevitable, porqué contando con ella demasiado tiempo ésta pierde todo su valor (somos ciegos y no sabemos que la alegría la podemos disfrutar cada día) y como dejamos de sentirla como lo que realmente es: felicidad, creemos que lo que hacemos es conducirnos de nuevo a ella, cuando en realidad la estamos perdiendo.

Aunque muchas veces las noches frías de invierno, a menudo debido a la niebla que todo lo cubre, suelen provocarnos esos estados de ánimo, es durante el día siguiente cuando todo parece cambiar de nuevo, y como por arte de magia, todo da la vuelta y la tristeza es alegría y la felicidad parece acercarse a decirnos algo; los recuerdos que nos hacían llorar ahora nos hacen sonreír, y las pequeñas cosas que tanto echamos de menos de la felicidad…Hay ocasiones, sin embargo, en que eso no sucede y la mañana siguiente sigue siendo tan fría como la noche anterior y la niebla nunca llega a disiparse. ¿Qué vamos a decir? Siempre echamos de menos aquellas pequeñas cosas que nos hacían felices, porqué son esas las que no se pueden repetir, las que se dan por, en y debido a…son esas las que nadie va nunca a robarte porque pertenecen a un mundo mucho más allá del que pisamos. Esas pequeñas cosas las echamos de menos cuando no las tenemos, porque no les damos importancia por la misma razón que no valoramos la felicidad cuando la poseemos: no sabemos exactamente que es ni de qué se constituye, hasta que no está.

Por algún motivo, hoy es una fría noche de invierno.

let's call the all thing off

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14/11/06

Últimamente se me ocurren infinidad de cosas para escribir; mirando por la ventana, escuchando a alguien hablar, en un bar mirando las cosas colgadas en la pared, fumándome un porro (ahí especialmente), incluso simplemente pensando, en el metro, caminando, escuchando música,…Y eso, a pesar de no anotar todo lo que me pasa por la cabeza, se va acumulando dentro de mí y a medida que crecen la ideas van incitándome cada vez más intensamente para que construya al fin algo con ellas. Son como señales que van llegando a mi consciencia para que reaccione y no lo deje pasar; para que lo utilice.
Pero al fin lo que me sucede, como suceden muchas cosas en la vida que cuando uno puede no quiere y al revés, ahora no tengo tiempo para escribir nada. De hecho, no me salen las cuentas del porqué no consigo ahorrar un poco de tiempo para esto. Supongo que me está sucediendo con muchas más cosas en las que querría dedicar una parcela de mi día y a las que no puedo atender.
Dicen que es algo cíclico, que siempre volvemos al mismo punto: en mi caso, entre otros, cíclicamente me sacude la idea del Tiempo, o la pregunta con las mil respuestas y el millón de dudas. Y siempre me jode pensar en él porqué se que precisamente es perderlo, es como pensar en alguien conocido con quien siempre quisiste acostarte porqué querrías verle desnudo, descubrir toda su forma y disfrutar de su esencia, pero ese alguien, tan amable y cercano como de costumbre, siempre te rechazó y te quedaste a medias: le conoces bien pero no lo suficiente, y te agota y te frustra no poderle ver en todo su ser. Y bien, así es el Tiempo: alguien a quien te follarías porque siempre le tienes ahí, metiéndose en tu vida e influyendo en ella, pero que cuando te giras y te acercas para tocarle, se aparte y te espeta irónico: “no, si somos solo amigos”.
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19/10/06

Cannabis y otros defectos

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Ayer volvía a aparecer en televisión la maquinaria en contra del consumo de cannabis . Como cada vez que ocurre, cantidades ingentes de información sesgada e incierta apareció en antena. Dicen que la percepción de que no es una droga crece entre los jóvenes…pero ¿y la del alcohol? Ya no por los jóvenes sinó por el resto de víctimas sociales alcoholizadas. Sin embargo, de una cuestión hay que percatarse; el hecho de que cada vez más chavales jóvenes consuman hachís o maría es un dato a tener en cuenta, más por el hecho de que sí, es una droga, una más, y que además es suministrada sin ningún tipo de control (es lo que tiene al ser ilegal) con los prejuicios que evidentemente puede eso acarrear. Pero el tema es otro (odio poner el tono de seriedad tipo científico-adoctrinador al que recurro a veces) Reconozco que yo también fui prematuro en este sentido, y aunque no por ello me vi afectado de un modo irreversible, si debo aceptar que quizá ahora, de no haber fumado tantos porros tendría mejor memoria. De hecho, me pongo a escribir ahora porqué me ocurre muchas veces de olvidarme de ideas que vinieron a mi cabeza; por ese motivo, siempre intento tener algún papel y bolígrafo cerca, o llevar una libreta encima, aunque hay que superar la pereza muchas veces para levantarse e ir en su busqueda. Puede que sea falta de conocimiento de uno mismo, ya que me suelo decir que no me voy a olvidar, aunque la realidad es que sí lo sé; es la pereza la que me convence de que no lo sé, de que me voy a acordar: “¿Cómo voy a olvidarme de esto, con lo bueno que es? Pienso.” “Si es genial –constato, claudicando a mi vanidad-.” ¿Cuántas buenas ideas se habrán escapado por culpa de mi memoria o de no anotarlas debidamente (o de mi vanidad)? Sin duda alguna que ahí entran en juego los efectos del cannabis, que ya no uso, pero que aún actúan. Lo malo es que no sé que parte se debe a ello y que parte a mi propia torpeza o defección genética en el acto de memorizar; al no poder comparar con un yo “sin haber fumado porros” no puedo analizarlo objetivamente, pero la verdad es que no me preocupa en exceso. La memoria es algo que se ejercita y que puede mejorarse ...según Brain Training). Pero en fin, que lo cierto es que me he puesto a escribir porqué ayer se me ocurrió algo genial que no anoté, sucedió antes de irme a dormir, y en aquél momento la pereza si que era monumental, insuperable. Pero lo que me jode más de todo es que nunca me acuerdo de la idea pero siempre de que la tuve (que por otra parte me hizo escribir ahora, lo cual es bueno, ¿o no?), lo que incrementa aún más si cabe el sentimiento de frustración en mí; luego estoy dándole vueltas a lo olvidado una y otra vez a ver si lo encuentro por ahí archivado…cosa que casi nunca sucede. Bueno, una vez me acuerdo que me acordé, en la ducha. Por supuesto que no lo anoté (¿que queréis? Estaba metido en la ducha) y se me olvidó. ¿Que mala pata verdad? ¿No será que los porros actúan sobre las ideas pero en cambio, para putearnos un poco, dejan intacta a la parte que permite que nos acordemos que un día, lejano o no, tuvimos ideas? ¡Encima! Por lo menos si no nos acordáramos ni de una cosa ni de otra ni nos lo plantearíamos…yo como sí sufro acordándome de que no me acuerdo, voy a seguir con mi boli y mi libreta pegados...a pesar de mi pereza.

The Host of Seraphim

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22/9/06

Dentro de las voluntades y designios que nuestro más que debatido sistema económico genera, altamente dispar e injusto en cuanto a distribución de rentas se refiere, se engloban una serie de cualidades o causas propias que no distinguen de cunas o procedencias. Esos mecanismos dados, algunas veces ya restrictivos por si mismos, encierran un principio igualitario que los hace curiosamente distintos a los principios de dominación de poder, que a través del dinero, el capitalismo conlleva. Aunque bien pensado tampoco se podría afirmar que tales excepciones igualitarias arrastren consigo algún efecto positivo a ricos y pobres, al menos no por el momento, son sin duda casos a tener en cuenta. Y lo son debido a que es entonces cuando, a pesar de la más que segura negativa de aquellos que poseen fortunas en aceptar tales situaciones, todo aquél implicado en ellas pierde casi por completo su estatus económico y social y pasa a formar parte de un grupo prácticamente homogéneo.

Para hacerme entender, vamos a tratar de visualizarlo en una situación que muchos de nosotros hemos padecido de alguna forma. Hablo de los retrasos en los aeropuertos; esa horrible e inevitable espera en una Terminal determinada de un aeropuerto determinado, exactamente igual a cualquier Terminal en cualquier aeropuerto. En esos momentos de frustración durante la espera, todos somos víctimas por igual: da igual de dónde seamos, de que color tengamos la piel o de si tenemos una bonita casa, de si nuestro coche habla o de si acabamos de vender ciertos activos de tal empresa porqué poseemos información privilegiada que nos advierte de la inminente quiebra. I da lo mismo por que puede darse el caso de que en la misma situación en la que tu te encuentras – allí sentado, esperando –, haya alguien a quien el banco le acabe de quitar la casa y se encuentre arruinado, o alguien que esté intentando pasar la frontera con un pasaporte ilegal para buscarse una vida mejor, o incluso puede que algún feliz empleado de la empresa de la cual tu te acabas de vender los activos vuelva de sus felices vacaciones con su feliz familia.

Pero no vamos a ser excesivamente demagogos –¿quién puede evitar serlo un poco?-, acortaremos márgenes: Puede que ni aquellos verdaderamente pobres viajen en avión – aunque se puede ser muy pobre y hacerlo para emigrar - y que aquellos que son extremadamente ricos tengan su avión privado que les eluda esperar –aunque a veces los retrasos sean por razones meteorológicas-. Puede que todo esto suceda, así como que aquellos tocados con la vara del dinero tengan una espera más confortable en una sala aparte, o incluso puede que compren otro billete o que pasen el tiempo perdiendo un dinero que no les hace falta en el casino del aeropuerto, distraídos y divertidos. Así es posible que suceda, ya sabemos todos que las leyes universales no son muchas, y que incluso ésas pueden estar equivocadas nosotros sin saberlo, aunque nuestro ser consciente no nos va a negar que es ahí cuando un conglomerado de personas de distinta procedencia se reúne, y es en esas situaciones de impotencia, de espera forzada, donde el dinero pierde su valor más esencial: el poder. Es durante aquella espera, sentados en aquella silla que al principio nos pareció cómoda, volviendo la cabeza de vez en cuando para mirar en algún marcador electrónico cuanto nos queda allí sentados, observando las a veces inexpresivas, a veces agotadas caras de aquellos que nos rodean, es entonces cuando la división de clases que el hombre creó ya hace mucho desaparece casi por completo y deja paso a un sentimiento único: la frustración y hasta incluso la fraternidad con los demás allí damnificados. Por que no vamos a negar que uno de nuestros bienes más preciados, e igualmente valorado tanto por parte de ricos como de pobres, es este nuestro Tiempo, aquél con mayúscula, ya que todos sabemos lo escaso que nos es.

¿Quién puede entonces gritarle a la chica inocente de facturación que es tal o cual y que debe hacer algo por remediar la situación? O mejor: ¿Quién va a conseguir algo por ser alguien rico? No, solo queda esperar y mitigar la ira creciente, y pensar quizá en escribir algo sobre lo que está ocurriendo, como yo hice entonces.

ya.va

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4/9/06

Puede que llegue el caso en que ningún tipo de estímulo exterior afecte el estado del sujeto. A eso le podríamos incluso llamar pasividad neuronal, aunque la actividad del paciente en estudio presente unos esquemas totalmente normales, incluso en cierto punto por encima de la media general. ¿Qué es lo que constituye la anormalidad entonces? Sin duda alguna la pasividad reflejada a los estímulos externos, que podría traducirse como síntoma de algún tipo de desatención psico-emocional derivada probablemente de un trauma en la etapa de crecimiento estructural, que en el caso en que nos ocupa no demostraría más que el ansia por evadirse de un mundo en el cual los intercambios afectivos para el paciente en cuestión han resultado ser fallidos, han provocado que los intentos por atraer la capacidad comunicativa y desencadenar algún tipo de reacción emocional hayan resultado igualmente fallidos.

Todo lo anterior me lleva a pensar que la capacidad constructiva del sujeto creador en cuestión se está viendo afectada positivamente, asumiendo con éxito creciente las tareas de estructuración en textos imaginativamente complejos teniendo en cuenta el grado y estadio del aprendizaje en el que se encuentra, constituyendo a la vez un ejercicio altamente válido para la progresión en el campo de la interpolación de verbos subordinados y conjugados, frases perifraseadas, así como la constatación personal de una mejoría narrativa. Al mismo tiempo aumenta la concepción interior de realidad, asumiendo el riesgo de un posible rechazo a ojos científicos, que no harían más que mermar momentáneamente la firme voluntad creadora, más diría el ego social, sobreponiéndome al instante debido a la férrea determinación que me lleva a soltar las más estúpidas estupideces convencido de la belleza global del esquema.

Recaídas eternas

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18/8/06

Hace tanto tiempo que no escribo nada que me resulta dificil empezar con algo concreto. Es como si mi cerebro haya quedado inerte de aquella parte que con tanto empeño antes destinaba a la reflexión y la profundización de las ideas. En cambio, divagar parece que se ha convertido en el más sencillo de los actos. Es por eso que lo que se sucede no es más que el resultado de la pereza intelectual que uno nunca desearía para otro, aunque algunas veces uno quiere para sí. En lo referente al tiempo invertido en otros asuntos y no en desperdiciar bytes de información gravada en vete tu a saber que servidor de qué recóndito país, la explicación es tan sencilla como estúpida; si en alguna parte he leído que la más profunda tragedia también puede ser la más amarga comedia, para mí la pérdida de mi ordenador, a manos de unos criminales sin corazón – no voy a desperdiciar materia gris maldiciendo a los autores – ha supuesto mucho más que una desgracia económica; ha supuesto el perder el contacto con el hábito de escribir. ¿Por qué? Pues, y ahí reside la parte cómica de todo, porque sin ordenador no soy capaz de escribir. Sin ordenador no tengo capacidad sintética. Todo se queda en meras ideas sin desarrollo posterior. Así que los susodichos autores del crimen material, también lo son de uno mental, ya que con ello se llevaron a mi preciado tesoro y a todo mi desarrollo. Pero que no decaiga el humor, ya que el que vino después (zeugma), fue mucho más intenso del que le precedió, ya que no todas las tragedias lo son tanto ni de todas las comedias nos reímos. Y si de cierto algun enlace neuronal se perdió en este tiempo, más a parte de mi ordenador, los venideros atraeran todo lo que me llevé de la inactividad creadora, ya que supuso, a mi buen entender, actividad conciliadora, receptiva y acumuladora. A éso, y al intento de poner orden a lo que siempre es desorden, ya que las ideas, que siempre son fortuitas, no son buenas si no disponemos de él, es a lo que voy a acometer justo después de este claro ejemplo de lo contrario.
Hasta entonces, pues.

tIEMPO

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24/6/06

Tengo una obsesión con el Tiempo. Me di cuenta hace poco que le hecho mucha cuenta. Me di cuenta hace poco que hace mucho que le hecho cuenta. En principio no es algo por lo que deba preocuparme, aunque tener una obsesión no es precisamente motivo de alivio alguno. Sin embargo, actúa más como un interrogante que flota permanentemente en mi cabeza, como divisar algo a lo lejos, allá en la sombra. Y eso, a mi entender, puede significar dos cosas distintas: o bien que me hago viejo y empiezo a preocuparme por los días que me quedan en este mundo tan perro, o bien que el Tiempo es realmente una cuestión por la qué uno debe preocuparse y obsesionarse. Sin duda creo que mi obcecación se debe a la segunda opción, más aún cuando se trata de mi propia obsesión. Si hay algo más inconcreto, más variable, más abstracto y más escaso que nuestra propia vida eso es el Tiempo que la acompaña.
El vértigo que uno siente al hablar o pensar en él es suficiente como para no atreverse a pronunciar su nombre en demasiadas ocasiones, no peque uno de vanidoso. La cantidad en páginas de lo que el Tiempo compone y determina, conlleva o representa, nos estreñiría más de lo que la imaginación colectiva podría soportar. Una de las preguntas eternas, a la cual se la ha movido y removido sin parar, sin dejar nunca de plantear más dudas, más infinitos y más agujeros negros, pese a respuestas dadas que parecieron contentar a algunos, es la que me lleva a plantearme una vez más todo lo que ya muchos hicieron. ¿Cuántos pensaron conocer al Tiempo y murieron a sus espaldas? Aunque quizá mejor sería preguntar cuantos murieron creyendo conocerle y luego éste, traicionándolos con los que vinieron entonces, cambiaba en su percepción, en su forma y su función. Y de esto, de todo y de nada me refiero. De las mil caras que el Tiempo, éste que empieza en mayúscula, se nos puede aparecer. Un sin fin de explicaciones, razonamientos, planteamientos y preocupaciones que yacen entre nosotros desde los orígenes de la duda.
Por todo ello debo terminar algo que no tiene fin, por el bien de mi sustancia. Sin embargo, y también por ello, voy a continuar (por empezar) con la serie del Tiempo, una serie que tiene un inicio pero no tiene más razón que la de mi obsesión.

Un día...

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12/6/06

Un día, sin más, la cagas. Sí, fuiste estúpido, y la cagaste. Todo te pasó porqué no fuiste lo suficientemente objetivo como para aceptar tu estupidez. ¿Será que no solemos prevenirnos a nuestra propia estupidez? No vale más mirarte y engañarte, porque la jodiste, y lo sabes. En tu ser más profundo, y a veces no hace falta cavar tanto, eres conciente de ello. Sin más! No intentes algo que ya conoces, no trates de fastidiarte porque las pruebas las tienes. Además, sabes que no funcionaría, así que…engulle tu vanidad y tu orgullo y acepta de una vez tu estupidez.
Nosotros, todos nosotros usamos distintos métodos para evitarnos caer en nuestra propia estupidez, el que no lo hace, porque se cree más listo que incluso él mismo, cae. ¿Acaso no escribimos aquello que debemos de hacer? Vale, quizá una agenda es un poco drástico; puede haber gente con muchas tareas a la que ni se le plantee no anotar nada, pero también es cierto que cierto tipo de gente no se anota nada “porque ya me voy a acordar”. Muchos olvidan. Entonces: ¿por qué no anotar? ¿Por pereza? Quizá. ¿Por soberbia? puede. ¿Por sobrestimación? Seguro. ¿Acaso uno no va a recordar lo qué le acaban de decir? Si tu eres de l@s que piensan que no, y que por eso te lo vas a anotar, tu aceptas tu estupidez. Aunque puede que siempre te acuerdes, un día no lo harás, y la cagarás. Acordarte de mirar la agenda es algo metódico, y es más fácil repetir que memorizar. Lo veis como no somos tan listos. Que nadie se tome a pecho lo de la agenda, yo mismo no tengo, aunque me anoto cosas…
Rutina y inteligencia son términos que no van precisamente juntos, ya que la rutina implica la sucesión continua de una misma cosa o acción, y es más instintivo, animal. Y la inteligencia, en cambio, viene precedida de un aprendizaje, que puede ser metódico, pero que no es de una misma cosa. Por eso se nos olvidan las cosas, porqué no son instintos primarios. La inteligencia la tenemos de hace muy poco tiempo, por eso falla, y la cagamos. Es como poner un vaso en el suelo, si lo pones, seguro que te olvidas que está ahí, y lo tiras. Si en cambio lo pones ahí cada día, aprenderás donde está situado y difícilmente lo volverás a tirar. No porqué seas un lumbreras, precisamente. Por otro lado, si no solemos poner el vaso en el suelo porqué sabemos que lo podemos tirar…estamos previniendo nuestra estupidez, porque somos conscientes de que nos podemos olvidar de que está ahí y tirarlo.

blue & Red

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8/6/06

De repente te levantas un día y te das cuenta de que llevas meses sin hacer algo, sin hacer algo que además te encanta hacer; sin darte cuenta tu tiempo práctico se ha ido diluyendo en otros muchos asuntos, de los cuáles no son todos agradables, puede que muchos no sean ni imprescindibles, pero te pasa, y te das cuenta. Entonces quieres volver a hacerlo, porqué te gusta. Pero lo peor de la organización del tiempo, es decir, lo peor de cambiar la organización del tiempo es que requiere precisamente tiempo. Así pues, desde el día en que te das cuenta de lo perra que es la vida al no dejarte lugar para lo que realmente te gusta, o para parte de ello, hasta el día en que lo vuelves a hacer, en que vuelves a reiniciar aquello que el tiempo te quitó, inevitablemente también pasa un tiempo. Porqué además de limitado, también es difícil de comprender, nos es difícil de modificar.
Y ese tiempo…El tiempo lo cogemos y lo usamos, o lo miramos y lo despreciamos. No siempre se tiene tiempo, a veces no tenemos tiempo, a veces lo usamos como excusa, como algo imposible de revocar, como si el no tener tiempo nos diera carta verde para los engorrosos que nos lo exigen. Por mucho que luego lo tiremos. Por qué entonces llega cuando se nos hace largo, se nos hace pesado e insoportable. Y pensamos que hay tiempos que no deberían existir, por infinitos, por dilapidosos, por asfixiantes. Hay esperas en que cada segundo lo tenemos en mente, hay estados en los que el tiempo se dilata. En cambio hay tiempos intensos, y cortos. Como los viajes…como volar…
Entonces también perdemos el tiempo. Las malas decisiones lo son por el desperdicio de tiempo. Ese enemigo que tan escaso nos es no puede ser desperdiciado. ¿Cuántas cosas hubieras aprendido con todo el tiempo tirado, desaprovechado? ¿Serías, acaso, alguien completamente diferente? Si hay malas decisiones, es decir, si de una de nuestras voluntades no se deriva que aprendamos algo, entonces se puede perder el tiempo, ya que el tiempo, sí, el tiempo lo valoramos todos por lo que nos enseña, por la sabiduría que su acumulación nos inyecta. No sientas que tu tiempo es corto, siente que te es útil, si no es así, será porqué lo estás desperdiciando.

Bavaria

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3/4/06

“Llegas a cierto punto en que nada te satisface. La vida volvió la mirada hacia otra parte y dejó de sonreírte. Siempre pensaste que te ocurriría algo semejante algún día. Ahora ese día ha llegado y no sabes como afrontar el resto de los que te quedan por vivir. La maldición de los infortunios es que el temor a que uno los padezca produce una angustia tan grande por ese momento, que no solo lo hace inevitable, más nos nubla la vista y no nos permite mirar más allá. ¿Qué es lo que voy a hacer a partir de ahora? Cuando mi destino, fruto de mi presagio, ha hecho acto de presencia, mi futuro se presenta en blanco. ¿Es acaso peor el blanco que el negro? Sin duda antes mi vida tenía una razón de ser, sin duda antes vivía por evitar lo que bien sabía que iba a llegar, pero contra lo que tan bien me había acostumbrado a luchar.
Desde la tribuna del acaecido destino diviso un mar de nubes incoloras, de gritos insonoros, de sufrimientos sin dolor. ¿Cómo suena el timbre del destino? Aquél que te advierte que tus presagios han llegado, el que te desvela un futuro sin contenido, el mismo que sin tú saberlo te dice: hermano, tu destino ya es pretérito, tu mal augurio ya es dolor sufrido, tu futuro incoloro es ahora tu angustiado destino, de nuevo.”

No pienso nunca en el destino,
no sufro del día futuro.

Éstos,
de mis letras se componen,
De mis actos florecen.

Como la lluvia,
que no del cielo proviene,
no de la tierra.

La lluvia de ella misma brota.
Uno, de él mismo crece.

even better, part three

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20/3/06

En esta tercera entrega de la serie dedicada a Irlanda, quiero focalizar mis reflexiones en torno a lo que finalmente me sedujo de la isla en su totalidad. Es cierto, y me he dado cuenta de ello releyendo lo que ya había escrito, que la mayoría de los aspectos que menciono son negativos, y no me parece justo ni aproximado a los aromas y sensaciones que aquellos paisajes celtas dejaron en mi. Tampoco es que piense que el sentido de lo ya escrito fuera abiertamente crítico respecto a Irlanda, ya que de sobras se sobreentiende que me atrajo. Desde luego, si los mayores problemas o las mayores objeciones que uno tuviera de cierto país para argumentar los porqués de su odio, fueran que existen dos grifos (uno para agua caliente y otro para fría) en los lavabos, o que hay que llevar siempre monedas para pagar el autobús, ¿en que país uno no podría vivir?
Y es precisamente ahí donde se encuentra el punto fuerte de Irlanda: no puedes objetar permanentemente, no puedes criticar abiertamente, no le puedes encontrar demasiados motivos. Bien es cierto que yo no estuve viviendo allí, cierto también es que cuando uno viaja tiende a exagerar todo lo bueno que allí encuentra, o de otro modo, encuentra menos cosas mal. Como en algún lugar escribí, Irlanda está llena de contrastes, y estos son los que hacen que no pueda aparecerte ni blanca ni negra, esos son los que te hacen sentir que es una isla, pero en movimiento, en evolución.
Una de las cosas que me sorprendió fue la cantidad de gente joven que ves en las calles. Desconozco los motivos reales de tal realismo palpable, pero sé que sentirte rodeado de jóvenes significa que estas en un sitio repleto de energía nueva; los jóvenes son los que tienen la vitalidad y la ambición para cambiar cosas, para hacer cosas, hecho que implica también ideas nuevas, hecho que implícitamente lleva al cambio social. Ya sé que muchos, y sobretodo mayores, me van a argumentar que joven también implica alcohol, diversión, despreocupación,…aunque siempre son los que hacen ruido los que son vistos (por otra parte yo puede que haga ruido y sea callado a la vez, ¿se me entiende?). En fin, que tanta juventud me sorprendió y me alegró, porque, no se me negará, el futuro, por muy malo que se augure, lo va a escribir la juventud, y mientras haya jóvenes, hay un futuro.
Por otro lado, aunque relacionado con lo anterior también, no puedo encontrar, por mucho que me esfuerce, a otro país tan vinculado con la cultura de pub como es Irlanda. Puede que resulte políticamente incorrecto decir eso (por apología del alcohol), pero me encantan los bares irlandeses. Seguramente que después del golf, los pubs són el hecho cultural más exportado de Irlanda. Yo nunca había estado en ninguno, de verdad. Una vez entramos en uno de Barcelona (no hay nada más acultural) y los camareros eran paquistaníes o indios, aunque no bebimos nada, no se si fue porque íbamos ya muy pasados o porque estaban cerrando el chiringuito (je, toma slang español). Curioso es el caso, y volviendo al tema, que yo creía que el aspecto que tienen los clásicos pubs que hay esparcidos por el resto del mundo eran una exageración de lo que hay en Irlanda. Todos tenemos la forma de un pub por fuera, ¿verdad? Pues yo no se como ni porqué, pensaba que eran imitaciones de los antiguos pubs irlandeses (que lo son), y mi sorpresa fue grande cuando los vi (no todos ellos) del mismo estilo que aquellos que tenía en la cabeza. Aunque sin duda entrar en uno de ellos no es lo mismo que hacerlo en aquél de Barcelona que estaba regentado por paquis. Todos suelen ser muy grandes, con self-service por si las Guinness te abren el apetito, y si tienes suerte o te vas a los más turísticos (también saben explotar el turismo), con música en directo. Yo creo que me podría pasar días enteros en el pub, en honor a la verdad, muchos de ellos lo pasan. Tienen un gran surtido de juegos: billar, dardos, recreativas, de mesa,…Luego tienen, todos, pantallas de televisión o grandes pantallas en donde pasan todos los deportes que te gustan, sin olvidar que la variedad de alcohol es simplemente asombrosa; la de cerveza supera los diez surtidores en cualquier pub cutre que encuentres en el pueblo más perdido de Irlanda, seguro. En definitiva, que no me extraña que tengan problemas con el alcohol, aunque puede que eso les favorezca en las relaciones personales, si más no, les protege del frío invierno, ¿qué deben hacer si no, congelarse?
Por cierto, y a modo de inciso final, que en lo que refiere al método de pago en los autobuses, se me hizo saber, por medio de alguien que actualmente allí vive, que hay un modo de compensación si tu pagas más de la cuenta, así que, si mal no recuerdo (mi memoria es cada día peor), si tú, por no tener cambio, pagas más del importe debido por tu trayecto, y pides el recibo correspondiente al conductor, esa cantidad te es retornada. Eso si, el proceso requiere paciencia por parte de uno, ya que, a parte de recolectar todos los recibos de 5 o 10 céntimos, o más, que pagó en exceso, luego hay que ir a cobrarlo, y como me imagino, habrá que hacer la también correspondiente cola en el correspondiente edificio público, que por otra parte seguro que tiene el correspondiente horario de edificio público, lo que seguramente signifique al fin, que o bien se dispone de tiempo libre para hacerlo, o bien uno debe de ir mal de dinero para hacer, sí, el correspondiente esfuerzo.

Looking Good part two

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7/3/06

Hay ciertos mitos que persisten a lo largo de los siglos; hay ciertos paisajes qué, aunque uno no haya visitado nunca, siempre tiene presentes en la retina; también hay gentes que te parecen de algún modo concreto, culturas con las que crees que te sentirías a gusto, así como vientos que de buen seguro sabes que temerías. Sí, todo eso son prejuicios, y no debe porque tomar eso mismo un sentido negativo, aunque siendo prejuicios siguen.
Al llegar a Irlanda, mis prejuicios sobre esa isla eran éstos. Creía que eran un pueblo acogedor, con una cultura del alcohol digamos que…envidiable, con un paisaje perpetuamente verde, con montes que se rompen en increíbles acantilados sobre el mar, con un Dublín lleno de calles oscuras y bares auténticos (entendiendo por auténtico a un lugar en donde el efecto del turismo de masas no ha alterado su contenido ni su continente previo), así como un país relajado, sin demasiado estrés por las preocupaciones “modernas”.
Nada más lejos de la realidad, la concepción previa que uno tiene sobre alguien siempre o casi siempre suele estar equivocada. Más segura es la equivocación, por lo tanto, sobre lo que uno piensa sobre un grupo de gente, o más sobre un país entero. Desde la distancia de lo que uno ya ha vivido, aunque sea por poco tiempo, Irlanda me resuena a modo de contrastes. Me explico. Es un mundo del siglo pasado que de golpe, así como casi sin quererlo, ha entrado en el siglo veintiuno. Es como si alguien hubiera parado el tiempo en ciertos lugares y en cambio, en otros, hubieran apretado el acelerador. Y todo eso lo demuestran hechos como que en Dublín, el puerto (no es de menos comentar que en una isla el puerto se convierte en la principal arteria de suministro de mercancías), esté tan mal situado, que para trasladar toda la carga hacia la ciudad y el resto del país, los camiones deben atravesar el centro de la ciudad, ya que no disponen de ninguna alternativa. Imaginaros el caos que eso genera: decenas y decenas de grandes camiones, cargados con todo tipo de mercaderías arriba y abajo por, digamos, la Rambla de Barcelona o la Gran Vía madrileña (inciso: los mejores son los camiones cisterna, pero no los de gasolina ‘típicos’, sino los camiones cisterna de Guinness!!). Además me contaron que están construyendo un túnel que agujereará todo el centro para que los camiones pasen por él, aunque por lo visto se les inunda constantemente y en algunos sitios el peso de los camiones afecta la estructura y no puede soportarlos (yo que pensaba que estas cosas solo pasaban en España!). Tirando del mismo hilo, y si mi memoria no falla, en toda la isla hay 2 autovías; una hacia el suroeste y la otra hacia Belfast, el norte. No hace falta que os diga que eso no se debe a que el resto de carreteras están en perfecto estado, sino más bien es al contrario; nunca imaginé que entrar a Dublín se hiciera por una calle, así, sin más. Nada de autovías de cuatro carriles por lado, una simple calle en la que solamente te das cuenta de que ya estás en Dublín porque la densidad de edificios es mayor. Te parece entrar en un pueblo más, más grande que el resto, pero un pueblo más. Sin duda esto es un rasgo del pasado, de una ciudad que no fue planeada para crecer, a la que no se le dispuso de lo adecuado, o un signo del crecimiento imprevisible que ha sufrido no muchos años atrás. Además, la autopista que llega a Belfast lleva años en obras, y a día de hoy no está terminada.
Con todo lo que estoy contando no pretendo desprestigiar al país Celta. Solo pretendo mostrar los diferentes aspectos de una sociedad que en los últimos diez o quince años ha experimentado uno de los crecimientos más importantes de la UE. Eso genera camiones por el centro, que por otra parte está lleno de tiendas elegantes, de calles limpias y recién remodeladas, con bares alucinantes y una cantidad de gente paseando asombrosa, comiendo en los restaurantes o comprando aquí y allí, más baños con un grifo para el agua fría y otro para la caliente, más carreteras desastrosas allá por donde circules, más coches de gama alta por doquier, más atascos continuos, más trayectos inverosímiles y eternos en autobús, más chicos jóvenes pidiendo en la calle, al lado de los cajeros, fuera de los bares.
Así mismo, y esto es más bien teoría especulativa mía, me temo que tales contrastes desaparecen a medida que uno se aleja de la gran Dublín. Me refiero a que la Irlanda que podríamos calificar de ‘profunda’ carece de ese lado ‘moderno’ que Dublín posee y que le da, por su novedad, ese contraste, esas facetas tan diferenciadas a la ciudad. Y con eso me pregunto si, en caso de que así fuera, como será la vida en esa otra Irlanda que no descubrí, esa Irlanda donde las empresas de software, de publicidad, productoras, banca, finanzas, comunicación, etc. no existen, donde lo que se denomina empresa tiene el mismo nombre ahora que hace 15 años y se dedica a la agricultura, al ganado, a llevar una ferretería, el pub del pueblo donde todos los que se juntan cada tarde a tomarse unas pintas que la cisterna de Guinness les proporcionó son siempre los mismos, la frutería,…Y me pregunto si ellos no serán concientes de que eso es realmente Irlanda, que tampoco les apetece demasiado entrar en el siglo XXI, si es que eso significa perder un poco de su esencia. Será por eso que hay una ley en la que no se permiten las grandes superficies comerciales? (por eso no hay IKEA, por ejemplo) O simplemente seré yo que especulo demasiado con mis teorías? Seré yo que hablo mucho y conozco poco?

Looking good part one

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1/3/06

Cuando te encuentras en tierra ajena, tus sentidos se activan enormemente. Normalmente de las cosas que nos damos más cuenta es de aquellas en las que observamos diferencias con respecto de donde venimos. Así, comparando las cosas cotidianas es como vamos sacando nuestras propias teorías, a veces rocambolescas, sobre como es esa gente que te rodea, en ese nuevo y desconocido lugar. En Irlanda, por ejemplo, en los baños, la pica donde uno se lava las manos (aunque recientemente me enteré que ‘pica’ no se usa en toda la geografía española, yo la uso aquí, y creo que de forma correcta, no?), pues bien, decía, que en la pica de los baños hay dos grifos (grifo si que creo que es palabra universalmente aceptada), uno para el agua caliente y el otro para la fría. Y podéis pensar: y qué? Una forma más de hacer salirla, o también podéis pensar esto otro: es que les gusta o el agua muy fría o muy caliente y no les gusta mezclarlas, no les van los tonos medios. Pues bien, no tengo ni idea de porque el sistema irlandés es así, lo que sí sé, y comprobé, es que lavarte las manos en Irlanda significa a lo mínimo dos cosas: 1ª o uno. Si te gusta el agua fría o muy caliente, de acuerdo, te va a dar igual, pero si te gusta templadita, ya te puedes ir olvidando (la combinación fría caliente = templada es imposible con dos grifos, a no ser que llenes la pica). 2º o dos. Cuando vayas al baño, a parte de tener que elegir entre dos grifos iguales, normalmente no llevan el típico identificativo azul (frío) o rojo (caliente), con lo cual corres el riesgo de elegir el equivocado (aunque ahora pensándolo quizá exista una regla para todo el país del tipo: grifo caliente a la derecha y grifo frío en la izquierda…). El tema, y quizá para mí sea el más importante, es que el agua fría esta jodidamente fría, y el agua caliente abrasa, con lo cual llevar a cabo una acción tan cotidiana en Irlanda, un país que por otro lado me encanta (que no quede por negativo), puede acabar en medio tragedia, bien porque te quemes las manos, o bien en algo cómico (como por ejemplo yo hacía) al intentar mezclar las dos aguas pasando mi mano por debajo de los dos grifos alternativamente y a modo repetitivo.
Y termino, aquí dejo mi primer relato sobre la Irlanda vivida (termino que no debe ser sinónimo de real, más que es realmente real sino lo vivido?), aunque debería decir que mayormente todos los hechos aquí contados, a parte de ser evidentemente vividos, y así que valga por lo sucesivo, acaecieron en Dublín y suburbios. Y termino, ahora si, con mi pregunta final, o mi demanda al pueblo irlandés, y más concretamente y para así poder ser más efectiva la llamada, al ministro que le incumba el asunto (digo yo que será el de…bueno, en realidad no tengo ni idea ni creo que los ministros se puedan dedicar a ello), es que por favor dejen tal práctica, llamémosla de los “dos grifos”, ya que dudo mucho que la gente esté plenamente satisfecha con ella. O es que no se dan cuenta que no es nada práctico? Y si es que hay algún tipo de mafia o de monopolio que impide la entrada al país de los grifos con regulador de temperatura, que el pueblo se alce y luche contra ésta ignominia, que si por algo se ha caracterizado el pueblo irlandés a lo largo de la historia es por su férrea voluntad a no ser dominados, por ser dueños de sus deseos y de su futuro. Además, no me entraría en la cabeza que nunca se hubiesen preguntado como ingeniárselas para hacer salir el agua templada?  Creo que no, más bien supongo que ellos se deben encontrar cómodos con ese método, aunque entonces me pregunto: cual es su problema? O es que en realidad es mí problema?

Aquí Houston, creo que tenemos un problema

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16/2/06

Si hay días en los que uno se siente particularmente inspirado y motivado, en los que te sientes capaz de cualquier hazaña y tu ego resuena por todas partes, contagiando a quienes están a tu alrededor de tu buen humor e impregnando de tu carácter al resto, por la misma regla de tres existen también aquellos días en los que sabes que por mucho empeño que pongas en algo, los resultados no van a convencerte, el mínimo roce te va a poner de mal humor y cualquier comentario te va a parecer mal insinuado. Y no sé si es por la misma aura de negativismo, falta de confianza o de incomodidad, o como uno quiera definir a “esos días malos, pero lo cierto es que precisamente es en esos días en los que todos nos sentimos fervientes devotos de Murphy y sus leyes. Es en esas circunstancias cuando el mínimo atisbo de un problema se convierte en la más grande de las catástrofes. Pero si bien es cierto que se nos acumulan, una detrás de otra, situaciones, digamos que desfavorables, que son las que van empeorando nuestro día, también es verdad que, por el otro lado, las resoluciones que tomamos para que así sea, nos condicionan exageradamente para que así sea. Es decir, si se nos metió en la cabeza que Hoy es un día malo por un par de circunstancias particulares que nos jodieron, vamos a ser nosotros, con nuestro empeño de que Es un día malo, quienes vamos a seguir jodiendo ese día, por mucho que algo bueno nos haya pasado después, o por mucho que alguien nos insista en pormenorizar lo que nos haya sucedido. Así que, una vez más, y característica específica del género humano, nos convertimos en víctimas de nuestra propia debilidad, al no saber relativizar lo que Tan malo nos parece. La de la objetividad, por otro lado quimera imposible (lo sé), y su pérdida, sumado al mal humor y la negatividad, que como el miedo, nos impiden ver la realidad de las cosas, generan en nosotros ese efecto negativo en cadena, de no fácil solución. Muchas veces, y supongo que gracias a la mitología popular, se asocian estos estados pasajeros, y cuidado: no me refiero a depresiones o problemas realmente graves, supongo que lo dejé claro, se asocian, decía, con el paso de una jornada, con lo de beneficioso que ello comporta, ya que, al no saber superar por nuestra propia cuenta ese estado que por otrora nosotros mismos hemos agravado, nos garantiza, casi con toda seguridad, que Mañana será otro día [mejor que hoy].

De Irún a Bristol parte uno

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11/2/06

Siempre hay una primera vez para todo, dicen. De hecho, en multitud de ocasiones en las que hemos experimentado algo nuevo y lo hemos comentado, concluyendo nuestra explicación a modo de, No me había sucedido nunca, de lo que nos responden, Siempre hay una primera vez para todo, pues bien, en estas situaciones, que es en un noventa y nueve por ciento de las veces en que se menciona esta dicha, el decirlo se convierte en algo, después de arduas reflexiones en torno al tema, en algo absurdo o si no más bien en algo trivial. Si nos paramos a pensarlo, no tiene ningún sentido decir lo mismo en otras situaciones, es más bien, como ya he dicho, cuando a alguien le sucede algo por primera vez cuando se utiliza, y por ese mismo motivo pierde toda la efectividad y sentido; no por experimentar algo nuevo vamos a padecer o beneficiarnos, como se quiera entender, de todas y cada una de los mil y un millones de cosas distintas que nos pueden suceder – padecer o favorecer – y que supondría una primera vez, algo nuevo, en cada una de esas veces. El decir que siempre hay una primera vez para todo no significa que nos vaya a suceder todo. Aunque tampoco soltar una trivialidad debe por que caer en el absurdo, se puede y suele utilizar, también, más como: o uno, un consuelo, o dos, para llenar un incómodo silencio, o tres, para decir algo en respuesta a algo que nos parece una estupidez, o cuatro, para decir algo en respuesta a algo que nos parece poco o nada interesante, o cinco, para pensar alguna respuesta más elaborada durante el tiempo que transcurre entre que sueltas tu la frase y el otro responde a la tuya. Aunque bien pensado, tampoco estaría mal que siempre nos ocurriesen cosas nuevas, y no pido solo cosas buenas, sino simplemente nuevas, como esas que a uno le ocurren siempre que viaja a un sitio desconocido, un sitio precisamente eso: nuevo. Y es que,
Cuando uno pisa un sitio desconocido le embargan un cúmulo de sensaciones también desconocidas. Si el trayecto es por tierra, esas percepciones le invaden a uno progresivamente, si el trayecto es por aire, el shock es instantáneo. Los cinco sentidos se nos abren superlativamente, se está pendiente de todos y cada uno de los detalles y de señales que el nuevo entorno nos lanza y nos ofrece. Nuestro cerebro va más acelerado, se cuestiona, analiza, procesa y escanea a una velocidad fuera de lo habitual. Es en parte por eso porque en los viajes el tiempo nos parece pasar tan deprisa; la información a procesar es mayor y se realiza a más velocidad, lo que nos mantiene más ocupados, sin distracciones, sin aburrimiento.
Así, en nuestro nuevo medio, los estímulos externos son múltiples y continuados de inicio, para luego ir disminuyendo progresivamente. Sin embargo, de lo que nos vamos percatando con el tiempo es de los aspectos no tan perceptibles sensorialmente, quiero decir: cuando, por ejemplo, bajamos del avión, lo que nos va a llamar la atención principalmente van a ser los olores, la temperatura que hace, los sonidos que oímos, así como lo que la vista nos ofrece, por tanto recibimos la información de lo superficial del nuevo entorno, lo que los sentidos nos ofrecen. En cambio, a medida que más tiempo pasemos en aquél nuevo paisaje, más vamos a desmenuzar y a poder observar aspectos no tan perceptibles de inicio, como por ejemplo: el carácter de las personas de aquél pueblo o aquella ciudad, la variabilidad del tiempo, las costumbres a la hora de comer, las peculiaridades de la gente, los déficit, etc. Aunque desde luego eso no podría suceder sin que nuestros sentidos hubieran estado todo ese tiempo recogiendo información, que a lo largo de los días, como a modo de rompecabezas, nuestro cerebro ha ido encajando poco a poco y así nosotros construyendo el mapa personal de aquél lugar.
     En definitiva, que hablando de cosas que nos suceden por primera vez, así como de sensaciones nuevas y de sentidos hipersensibilizados me excedí en longitud y no hablé de lo que en primera instancia en mi cerebro – ahora carburando a velocidad estándar – tenía planeado: hablar de mi viaje a Irlanda. De cualquier modo, y debido a la longitud excesiva, por la pereza de leer algo tan largo, que el texto inicialmente proyectado fuese incluido seguidamente, lo pospongo, con el compromiso de que así sea, para la siguiente ocasión.

Li-ion

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24/1/06

Hojeando los papelitos que contienen ideas sueltas se me ocurren más y más ideas que anotar. Esos pedazos de pensamientos, instantáneos o fruto de la contemplación, que se plasman en forma de letras, que forman palabras, que forman frases, aunque normalmente sea en un solo enunciado, y que quedan ahí, en un papel, cualquiera o especial, blanco o con algún tipo de impresión, a la espera que algún día, fruto del azar o del destino, sean redescubiertos, en la acción intencionada de buscar ideas o accidentalmente fruto del anteriormente mencionado azar o destino, y vayan a ser discutidos, así como profundizados y extensificados por nueva vez, pues esos pedazos de pensamientos condensan el punto de partida, la idea mental que conduce a desarrollar algo de más valor estructural, pero que en esencia viene codificado en la frase inicial, en eso que pasó zigzagueando y que captamos al vuelo. Pues bien, la parrafada conecta con lo que en mi papelito escrito estaba, y con lo que el desarrollo me está llevando. La idea en sí es: “todo el mundo parte de reducciones simples de cosas más complejas”. Así, yo sigo: eso simple se puede resumir en una frase, la que se nos ocurre, la que escribimos, la que se nos pasa por la cabeza. Aunque a menudo no nos detenemos a pensar el motivo de por qué de ese modo pensamos, no desarrollamos, no desmenuzamos la idea simple. A ello se deben mil motivos, los que ahora no me interesan, en cambio me detengo y afirmo que cuando sí nos plantamos ante ellas, las frases, por fuerza, en el cien por cien de las posibilidades, y con el debido esfuerzo de abstracción e introspección, nos desvelan en esa simple idea, argumentaciones sin duda más complejas, razones de más peso, voluntades grabadas, motivos más profundos. Y con eso que quiero decir, pues seguramente nada, o más bien no pretendo nada, más allá de fomentar un poco en mí eso de lo que os estoy hablando, eso de lo que creo que con el raciocinio emprendemos.
En honor a la verdad (y el tono trascendental es sin duda óptimo, por lo menos adecuado, si más no queda bien), debo decir, honestamente, que los puntos aquí expuestos responden a una psique algo trastornada por el paso de las horas, o de las lunas, y que las teorías anteriormente mencionadas le resultan a su autor convencidamente deprimentes por el hecho de no haber efectuado una suficiente ni pausada reflexión sobre todos y cada uno de sus puntos, que es debido a ello que hay no flecos, sino melenas sueltas en los mencionados puntos, y que también por esta causa falto a mi propia palabra al afirmar que de algo simple surge algo complejo. No os dejéis engañar, no no, a veces de algo simple sale una mierda, y de algo complejo…bien, a veces las cosas son tan complejas que ni tan solo el que las piensa llega a encontrarle un significado, así que no dudéis, cuando un charlatán os esté dando la vara (atención: aceptar consejos de alguien que ni tan siquiera conocéis, y no, no me conocéis, o aceptarlos por regla general, es altamente perjudicial y contraproducente, provoca submisitis a largo plazo) con algo que ni tan siquiera se ha parado a pensar (por lo menos hay que tener la decencia de dedicar el suficiente tiempo a algo que sabes que luego alguien lo va a perder leyéndolo) y de lo que enseguida os surjan enmiendas a la totalidad, reprimid la sana curiosidad de saber como tal decepcionante “idea” se desarrolla y detened la lectura antes de llegar a este punto y pensar: como me jode perder el tiempo!

P.D. el contenido de este relato corresponde a un estado mental pasajero del autor, esto no significa que el susodicho autor no dedique el tiempo “respetable” que antes él tan honestamente ha exigido para los lectores en, no diremos todos, la mayoría de sus desarrollos, por lo tanto no tengan en demasía lo tan explícitamente confesado en el texto anterior.

Burmester

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13/1/06

Recuerdo haber dejado algo a medio hacer. Mis capacidades cognitivas no consiguen reconstruir qué es lo que no terminé, y eso es algo que aún si cabe, más intranquilidad me provoca. Esa sensación de postergar algo que deberías haber concluido y dejaste a medio hacer es una de las que más insatisfacción me aporta y menos orgulloso hace que de mi mismo me sienta. Pero a que se deben esos sentimientos? Qué es lo que conlleva algo incompleto? A mi modo de ver, la respuesta se desvela por si sola, supongo que depende de la esencia de cada persona el que la respuesta sea poco o muy evidente, aunque estoy convencido de que nadie, por poca importancia que le preste a terminar o no lo empezado, no le remueve un poco la conciencia cuando no finaliza aquello que con más o menos ilusión había empezado. Pues bien, en mi esencia de ser, no terminar algo que empecé significa que la elección de empezarla, simplemente, no fue acertada.
Cuando planeamos, a corto, medio o largo plazo, lo hacemos de acuerdo a unas expectativas que imaginamos, que nos creamos. Esas expectativas dirán mucho de la conciencia de realidad en la que nos encontramos, es decir, que son esas expectativas las que van a hacer que emprendamos cierto proyecto, y por tanto, son las que, en la medida de que lo alcancemos o no, van a denotar el grado de realidad y de conocimiento de nuestras posibilidades en el que nos encontramos. En caso de que no cumplamos nuestras aspiraciones, es decir: nuestros proyectos, es decir: nuestras metas, es decir: lo que habíamos empezado y que debíamos terminar, en este caso, el que no hayamos concluido aquella serie de pasos que nos habíamos marcado de A con el fin de llegar a B o a Z, significará que nos habíamos propuesto metas demasiado lejanas, o poco asumibles por nuestras posibilidades. En realidad, el equivocarnos de elección es un síntoma más de falta de madurez. Pero eso no debe interpretarse solo peyorativamente, ya que, irremediablemente a lo largo de nuestra vida, se nos van a presentar situaciones a las que deberemos enfrentarnos, las cuales nos van a conducir a tomar decisiones equivocadas debido al desconocimiento de las mismas. Y eso sin duda se debe a la inmadurez o falta de experiencia, y es por ello que por muy viejos que seamos vamos a seguir siendo vulnerables a cierto tipo de errores, aunque en menor medida y trascendencia que de jóvenes. Sin embargo, retomando el hilo, los proyectos inacabados denotan, como ya di a entender, a una falta de conocimiento de uno mismo, a una visión un tanto “soñadora” de las aspiraciones personales, o a un carácter irreflexivo. En mi caso, me tomo muy en serio el meditar todas las acciones que voy tomando, ya no debido solo a las consecuencias que hacer esto o aquello pueden acarrear en un futuro, sino también debido a la pérdida de tiempo que implica el no finalizar un proyecto determinado. Por que, hay que estar seguro, sin duda, que la mayor pérdida de tiempo es aquella en la que uno no ha aprendido nada, en la que uno se siente defraudado ya que los pasos dados, en vez de ser para adelante fueron hacia atrás, en la que la mayor alegría se produce en el momento en que se decide dejar aquello. Sin duda es así, sin duda el tiempo corre como para estar dejando cosas a medio hacer, como para estar tomando decisiones que luego nos van a hacer retroceder. Sin duda nosotros, sin duda el mundo necesita un poco más de reflexión antes de la acción, sin duda necesitamos conocernos, sin duda necesitamos más conciencia de realidad.

Déjame pasar que voy con prisas

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2/1/06

El sábado por la mañana fui a comprar. Inocente de mí no sabía lo que significaba eso en día 31 de diciembre. Tuve que ir en el último momento ya que, de hecho, decidimos lo que finalmente hacer el día anterior. No sé si fue sorpresa o no, pero si fue cierto que estaban las calles abarrotadas de gente haciendo las ultimas compras; exactamente lo que yo estaba haciendo. En el supermercado, la sección más demandada era la pescadería, con una cola de quince minutos o más. Evidentemente no cogí número, y pasé directamente a la sección de congelados, la cual me podía ofrecer los “mismos” productos con un alivio temporal considerable. No tomé nota de lo que más se vendía, ya que mi deseo era el de salir cuanto antes posible del atasco en el que me había metido. Entre carros, empleados reponiendo productos, la cola, los gritos de las pescaderas (los algunos tópicos son ciertos) y el poco espacio de la sección en si misma, la maniobrabilidad resulta de la ecuación inversa a la paciencia. Pues bien, entre todo ello, no me fijé en lo que la gente más pedía, aunque sí me percaté de la sección especial de gambas y langostinos (con los precios por las nubes). Algo curioso es que por estas fechas se sacan productos a la venta que normalmente no encontramos. Si más no, se sitúan en sitios bien visibles y en cantidades considerables. A mi me llaman la atención los aperitivos tipo bacón con dátiles, las extensas estanterías con distintas variedades de piña – en almíbar, naturales, en rodajas, en su jugo,…-, los patés y los racimos de uva –aunque gana terreno la uva pelada y enlatada-. A parte de las tácticas comerciales que se emplean para fomentar el consumo, es interesante también la vertiente antropológica de las compras del último día. Hay la tendencia extendida en los países mediterráneos de hacerlo todo, o casi todo, en el último momento. Eso no acarrea consecuencias nefastas de logística en el resto de días del año, ya que cada uno tiene su propio “último día”, pero en Nochevieja, cuando es todo el mundo que se encuentra en el último día, los resultados pueden ser catastróficos, por lo menos para los nervios de uno. No es nada recomendable para una persona no acostumbrada al ajetreo urbano meterse de lleno en las compras del “último día”. Hay que tener el entrenamiento suficiente y para ello son necesarios años de compras navideñas. Primero uno empieza con los padres: ningún padre con sentido común dejaría a sus hijos solos en el “último día” sin antes haber comprobado su autosuficiencia… Incluso para aquellos que viven en las ciudades, como yo, el acoso y el estrés que uno sufre en este día, pone a prueba la voluntad y el ánimo de uno, y salir indemne de tal ejercicio debe hacerte sentir satisfecho.
Pero el hecho más preocupante de las compras del día 31, que sí, podemos extender a las comprar de todas las navidades, es que al salir a la calle, y a pesar de que te encuentres tranquilo, vas a volver cansado, cabreado y estresado. Y ello, no solo por la aglomeración, la cola y el tumulto en el que te has metido, sino porque la gente no sabe respetar, no se modera y van contagiándote el mal humor y metiéndote más y más ganas de dejar de hacer “cosas especiales” por estas fechas, porque si hacerse sitio en la sociedad en donde vivimos significa forjarse y crecer en situaciones de este tipo, casi prefiero no formar parte de ella.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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