Li-ion

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24/1/06

Hojeando los papelitos que contienen ideas sueltas se me ocurren más y más ideas que anotar. Esos pedazos de pensamientos, instantáneos o fruto de la contemplación, que se plasman en forma de letras, que forman palabras, que forman frases, aunque normalmente sea en un solo enunciado, y que quedan ahí, en un papel, cualquiera o especial, blanco o con algún tipo de impresión, a la espera que algún día, fruto del azar o del destino, sean redescubiertos, en la acción intencionada de buscar ideas o accidentalmente fruto del anteriormente mencionado azar o destino, y vayan a ser discutidos, así como profundizados y extensificados por nueva vez, pues esos pedazos de pensamientos condensan el punto de partida, la idea mental que conduce a desarrollar algo de más valor estructural, pero que en esencia viene codificado en la frase inicial, en eso que pasó zigzagueando y que captamos al vuelo. Pues bien, la parrafada conecta con lo que en mi papelito escrito estaba, y con lo que el desarrollo me está llevando. La idea en sí es: “todo el mundo parte de reducciones simples de cosas más complejas”. Así, yo sigo: eso simple se puede resumir en una frase, la que se nos ocurre, la que escribimos, la que se nos pasa por la cabeza. Aunque a menudo no nos detenemos a pensar el motivo de por qué de ese modo pensamos, no desarrollamos, no desmenuzamos la idea simple. A ello se deben mil motivos, los que ahora no me interesan, en cambio me detengo y afirmo que cuando sí nos plantamos ante ellas, las frases, por fuerza, en el cien por cien de las posibilidades, y con el debido esfuerzo de abstracción e introspección, nos desvelan en esa simple idea, argumentaciones sin duda más complejas, razones de más peso, voluntades grabadas, motivos más profundos. Y con eso que quiero decir, pues seguramente nada, o más bien no pretendo nada, más allá de fomentar un poco en mí eso de lo que os estoy hablando, eso de lo que creo que con el raciocinio emprendemos.
En honor a la verdad (y el tono trascendental es sin duda óptimo, por lo menos adecuado, si más no queda bien), debo decir, honestamente, que los puntos aquí expuestos responden a una psique algo trastornada por el paso de las horas, o de las lunas, y que las teorías anteriormente mencionadas le resultan a su autor convencidamente deprimentes por el hecho de no haber efectuado una suficiente ni pausada reflexión sobre todos y cada uno de sus puntos, que es debido a ello que hay no flecos, sino melenas sueltas en los mencionados puntos, y que también por esta causa falto a mi propia palabra al afirmar que de algo simple surge algo complejo. No os dejéis engañar, no no, a veces de algo simple sale una mierda, y de algo complejo…bien, a veces las cosas son tan complejas que ni tan solo el que las piensa llega a encontrarle un significado, así que no dudéis, cuando un charlatán os esté dando la vara (atención: aceptar consejos de alguien que ni tan siquiera conocéis, y no, no me conocéis, o aceptarlos por regla general, es altamente perjudicial y contraproducente, provoca submisitis a largo plazo) con algo que ni tan siquiera se ha parado a pensar (por lo menos hay que tener la decencia de dedicar el suficiente tiempo a algo que sabes que luego alguien lo va a perder leyéndolo) y de lo que enseguida os surjan enmiendas a la totalidad, reprimid la sana curiosidad de saber como tal decepcionante “idea” se desarrolla y detened la lectura antes de llegar a este punto y pensar: como me jode perder el tiempo!

P.D. el contenido de este relato corresponde a un estado mental pasajero del autor, esto no significa que el susodicho autor no dedique el tiempo “respetable” que antes él tan honestamente ha exigido para los lectores en, no diremos todos, la mayoría de sus desarrollos, por lo tanto no tengan en demasía lo tan explícitamente confesado en el texto anterior.

Burmester

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13/1/06

Recuerdo haber dejado algo a medio hacer. Mis capacidades cognitivas no consiguen reconstruir qué es lo que no terminé, y eso es algo que aún si cabe, más intranquilidad me provoca. Esa sensación de postergar algo que deberías haber concluido y dejaste a medio hacer es una de las que más insatisfacción me aporta y menos orgulloso hace que de mi mismo me sienta. Pero a que se deben esos sentimientos? Qué es lo que conlleva algo incompleto? A mi modo de ver, la respuesta se desvela por si sola, supongo que depende de la esencia de cada persona el que la respuesta sea poco o muy evidente, aunque estoy convencido de que nadie, por poca importancia que le preste a terminar o no lo empezado, no le remueve un poco la conciencia cuando no finaliza aquello que con más o menos ilusión había empezado. Pues bien, en mi esencia de ser, no terminar algo que empecé significa que la elección de empezarla, simplemente, no fue acertada.
Cuando planeamos, a corto, medio o largo plazo, lo hacemos de acuerdo a unas expectativas que imaginamos, que nos creamos. Esas expectativas dirán mucho de la conciencia de realidad en la que nos encontramos, es decir, que son esas expectativas las que van a hacer que emprendamos cierto proyecto, y por tanto, son las que, en la medida de que lo alcancemos o no, van a denotar el grado de realidad y de conocimiento de nuestras posibilidades en el que nos encontramos. En caso de que no cumplamos nuestras aspiraciones, es decir: nuestros proyectos, es decir: nuestras metas, es decir: lo que habíamos empezado y que debíamos terminar, en este caso, el que no hayamos concluido aquella serie de pasos que nos habíamos marcado de A con el fin de llegar a B o a Z, significará que nos habíamos propuesto metas demasiado lejanas, o poco asumibles por nuestras posibilidades. En realidad, el equivocarnos de elección es un síntoma más de falta de madurez. Pero eso no debe interpretarse solo peyorativamente, ya que, irremediablemente a lo largo de nuestra vida, se nos van a presentar situaciones a las que deberemos enfrentarnos, las cuales nos van a conducir a tomar decisiones equivocadas debido al desconocimiento de las mismas. Y eso sin duda se debe a la inmadurez o falta de experiencia, y es por ello que por muy viejos que seamos vamos a seguir siendo vulnerables a cierto tipo de errores, aunque en menor medida y trascendencia que de jóvenes. Sin embargo, retomando el hilo, los proyectos inacabados denotan, como ya di a entender, a una falta de conocimiento de uno mismo, a una visión un tanto “soñadora” de las aspiraciones personales, o a un carácter irreflexivo. En mi caso, me tomo muy en serio el meditar todas las acciones que voy tomando, ya no debido solo a las consecuencias que hacer esto o aquello pueden acarrear en un futuro, sino también debido a la pérdida de tiempo que implica el no finalizar un proyecto determinado. Por que, hay que estar seguro, sin duda, que la mayor pérdida de tiempo es aquella en la que uno no ha aprendido nada, en la que uno se siente defraudado ya que los pasos dados, en vez de ser para adelante fueron hacia atrás, en la que la mayor alegría se produce en el momento en que se decide dejar aquello. Sin duda es así, sin duda el tiempo corre como para estar dejando cosas a medio hacer, como para estar tomando decisiones que luego nos van a hacer retroceder. Sin duda nosotros, sin duda el mundo necesita un poco más de reflexión antes de la acción, sin duda necesitamos conocernos, sin duda necesitamos más conciencia de realidad.

Déjame pasar que voy con prisas

0c

2/1/06

El sábado por la mañana fui a comprar. Inocente de mí no sabía lo que significaba eso en día 31 de diciembre. Tuve que ir en el último momento ya que, de hecho, decidimos lo que finalmente hacer el día anterior. No sé si fue sorpresa o no, pero si fue cierto que estaban las calles abarrotadas de gente haciendo las ultimas compras; exactamente lo que yo estaba haciendo. En el supermercado, la sección más demandada era la pescadería, con una cola de quince minutos o más. Evidentemente no cogí número, y pasé directamente a la sección de congelados, la cual me podía ofrecer los “mismos” productos con un alivio temporal considerable. No tomé nota de lo que más se vendía, ya que mi deseo era el de salir cuanto antes posible del atasco en el que me había metido. Entre carros, empleados reponiendo productos, la cola, los gritos de las pescaderas (los algunos tópicos son ciertos) y el poco espacio de la sección en si misma, la maniobrabilidad resulta de la ecuación inversa a la paciencia. Pues bien, entre todo ello, no me fijé en lo que la gente más pedía, aunque sí me percaté de la sección especial de gambas y langostinos (con los precios por las nubes). Algo curioso es que por estas fechas se sacan productos a la venta que normalmente no encontramos. Si más no, se sitúan en sitios bien visibles y en cantidades considerables. A mi me llaman la atención los aperitivos tipo bacón con dátiles, las extensas estanterías con distintas variedades de piña – en almíbar, naturales, en rodajas, en su jugo,…-, los patés y los racimos de uva –aunque gana terreno la uva pelada y enlatada-. A parte de las tácticas comerciales que se emplean para fomentar el consumo, es interesante también la vertiente antropológica de las compras del último día. Hay la tendencia extendida en los países mediterráneos de hacerlo todo, o casi todo, en el último momento. Eso no acarrea consecuencias nefastas de logística en el resto de días del año, ya que cada uno tiene su propio “último día”, pero en Nochevieja, cuando es todo el mundo que se encuentra en el último día, los resultados pueden ser catastróficos, por lo menos para los nervios de uno. No es nada recomendable para una persona no acostumbrada al ajetreo urbano meterse de lleno en las compras del “último día”. Hay que tener el entrenamiento suficiente y para ello son necesarios años de compras navideñas. Primero uno empieza con los padres: ningún padre con sentido común dejaría a sus hijos solos en el “último día” sin antes haber comprobado su autosuficiencia… Incluso para aquellos que viven en las ciudades, como yo, el acoso y el estrés que uno sufre en este día, pone a prueba la voluntad y el ánimo de uno, y salir indemne de tal ejercicio debe hacerte sentir satisfecho.
Pero el hecho más preocupante de las compras del día 31, que sí, podemos extender a las comprar de todas las navidades, es que al salir a la calle, y a pesar de que te encuentres tranquilo, vas a volver cansado, cabreado y estresado. Y ello, no solo por la aglomeración, la cola y el tumulto en el que te has metido, sino porque la gente no sabe respetar, no se modera y van contagiándote el mal humor y metiéndote más y más ganas de dejar de hacer “cosas especiales” por estas fechas, porque si hacerse sitio en la sociedad en donde vivimos significa forjarse y crecer en situaciones de este tipo, casi prefiero no formar parte de ella.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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