tIEMPO

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24/6/06

Tengo una obsesión con el Tiempo. Me di cuenta hace poco que le hecho mucha cuenta. Me di cuenta hace poco que hace mucho que le hecho cuenta. En principio no es algo por lo que deba preocuparme, aunque tener una obsesión no es precisamente motivo de alivio alguno. Sin embargo, actúa más como un interrogante que flota permanentemente en mi cabeza, como divisar algo a lo lejos, allá en la sombra. Y eso, a mi entender, puede significar dos cosas distintas: o bien que me hago viejo y empiezo a preocuparme por los días que me quedan en este mundo tan perro, o bien que el Tiempo es realmente una cuestión por la qué uno debe preocuparse y obsesionarse. Sin duda creo que mi obcecación se debe a la segunda opción, más aún cuando se trata de mi propia obsesión. Si hay algo más inconcreto, más variable, más abstracto y más escaso que nuestra propia vida eso es el Tiempo que la acompaña.
El vértigo que uno siente al hablar o pensar en él es suficiente como para no atreverse a pronunciar su nombre en demasiadas ocasiones, no peque uno de vanidoso. La cantidad en páginas de lo que el Tiempo compone y determina, conlleva o representa, nos estreñiría más de lo que la imaginación colectiva podría soportar. Una de las preguntas eternas, a la cual se la ha movido y removido sin parar, sin dejar nunca de plantear más dudas, más infinitos y más agujeros negros, pese a respuestas dadas que parecieron contentar a algunos, es la que me lleva a plantearme una vez más todo lo que ya muchos hicieron. ¿Cuántos pensaron conocer al Tiempo y murieron a sus espaldas? Aunque quizá mejor sería preguntar cuantos murieron creyendo conocerle y luego éste, traicionándolos con los que vinieron entonces, cambiaba en su percepción, en su forma y su función. Y de esto, de todo y de nada me refiero. De las mil caras que el Tiempo, éste que empieza en mayúscula, se nos puede aparecer. Un sin fin de explicaciones, razonamientos, planteamientos y preocupaciones que yacen entre nosotros desde los orígenes de la duda.
Por todo ello debo terminar algo que no tiene fin, por el bien de mi sustancia. Sin embargo, y también por ello, voy a continuar (por empezar) con la serie del Tiempo, una serie que tiene un inicio pero no tiene más razón que la de mi obsesión.

Un día...

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12/6/06

Un día, sin más, la cagas. Sí, fuiste estúpido, y la cagaste. Todo te pasó porqué no fuiste lo suficientemente objetivo como para aceptar tu estupidez. ¿Será que no solemos prevenirnos a nuestra propia estupidez? No vale más mirarte y engañarte, porque la jodiste, y lo sabes. En tu ser más profundo, y a veces no hace falta cavar tanto, eres conciente de ello. Sin más! No intentes algo que ya conoces, no trates de fastidiarte porque las pruebas las tienes. Además, sabes que no funcionaría, así que…engulle tu vanidad y tu orgullo y acepta de una vez tu estupidez.
Nosotros, todos nosotros usamos distintos métodos para evitarnos caer en nuestra propia estupidez, el que no lo hace, porque se cree más listo que incluso él mismo, cae. ¿Acaso no escribimos aquello que debemos de hacer? Vale, quizá una agenda es un poco drástico; puede haber gente con muchas tareas a la que ni se le plantee no anotar nada, pero también es cierto que cierto tipo de gente no se anota nada “porque ya me voy a acordar”. Muchos olvidan. Entonces: ¿por qué no anotar? ¿Por pereza? Quizá. ¿Por soberbia? puede. ¿Por sobrestimación? Seguro. ¿Acaso uno no va a recordar lo qué le acaban de decir? Si tu eres de l@s que piensan que no, y que por eso te lo vas a anotar, tu aceptas tu estupidez. Aunque puede que siempre te acuerdes, un día no lo harás, y la cagarás. Acordarte de mirar la agenda es algo metódico, y es más fácil repetir que memorizar. Lo veis como no somos tan listos. Que nadie se tome a pecho lo de la agenda, yo mismo no tengo, aunque me anoto cosas…
Rutina y inteligencia son términos que no van precisamente juntos, ya que la rutina implica la sucesión continua de una misma cosa o acción, y es más instintivo, animal. Y la inteligencia, en cambio, viene precedida de un aprendizaje, que puede ser metódico, pero que no es de una misma cosa. Por eso se nos olvidan las cosas, porqué no son instintos primarios. La inteligencia la tenemos de hace muy poco tiempo, por eso falla, y la cagamos. Es como poner un vaso en el suelo, si lo pones, seguro que te olvidas que está ahí, y lo tiras. Si en cambio lo pones ahí cada día, aprenderás donde está situado y difícilmente lo volverás a tirar. No porqué seas un lumbreras, precisamente. Por otro lado, si no solemos poner el vaso en el suelo porqué sabemos que lo podemos tirar…estamos previniendo nuestra estupidez, porque somos conscientes de que nos podemos olvidar de que está ahí y tirarlo.

blue & Red

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8/6/06

De repente te levantas un día y te das cuenta de que llevas meses sin hacer algo, sin hacer algo que además te encanta hacer; sin darte cuenta tu tiempo práctico se ha ido diluyendo en otros muchos asuntos, de los cuáles no son todos agradables, puede que muchos no sean ni imprescindibles, pero te pasa, y te das cuenta. Entonces quieres volver a hacerlo, porqué te gusta. Pero lo peor de la organización del tiempo, es decir, lo peor de cambiar la organización del tiempo es que requiere precisamente tiempo. Así pues, desde el día en que te das cuenta de lo perra que es la vida al no dejarte lugar para lo que realmente te gusta, o para parte de ello, hasta el día en que lo vuelves a hacer, en que vuelves a reiniciar aquello que el tiempo te quitó, inevitablemente también pasa un tiempo. Porqué además de limitado, también es difícil de comprender, nos es difícil de modificar.
Y ese tiempo…El tiempo lo cogemos y lo usamos, o lo miramos y lo despreciamos. No siempre se tiene tiempo, a veces no tenemos tiempo, a veces lo usamos como excusa, como algo imposible de revocar, como si el no tener tiempo nos diera carta verde para los engorrosos que nos lo exigen. Por mucho que luego lo tiremos. Por qué entonces llega cuando se nos hace largo, se nos hace pesado e insoportable. Y pensamos que hay tiempos que no deberían existir, por infinitos, por dilapidosos, por asfixiantes. Hay esperas en que cada segundo lo tenemos en mente, hay estados en los que el tiempo se dilata. En cambio hay tiempos intensos, y cortos. Como los viajes…como volar…
Entonces también perdemos el tiempo. Las malas decisiones lo son por el desperdicio de tiempo. Ese enemigo que tan escaso nos es no puede ser desperdiciado. ¿Cuántas cosas hubieras aprendido con todo el tiempo tirado, desaprovechado? ¿Serías, acaso, alguien completamente diferente? Si hay malas decisiones, es decir, si de una de nuestras voluntades no se deriva que aprendamos algo, entonces se puede perder el tiempo, ya que el tiempo, sí, el tiempo lo valoramos todos por lo que nos enseña, por la sabiduría que su acumulación nos inyecta. No sientas que tu tiempo es corto, siente que te es útil, si no es así, será porqué lo estás desperdiciando.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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