Sex, lies and videotapes

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12/12/07

El mundo se construye a partir de estereotipos. El otro día, mientras Juan Palomo se guisaba unos macarrones, yo pensaba en la verdad que nos traiciona. Y me decía:

Los pijos hablan con la "a", los gays son exageradamente promiscuos; no conozco historia de gays sin menos de dos, los ingenieros no tienen capacidad de abstracción, en cambio (convencido): los fumetas hablan del significado de la vida, del universo, de las virtudes y los defectos, de la hipocresía del mundo, del alma vanidosa, de las noches mágicas, y llegan a confesar un pecado, revivir el pasado, llorar de la risa, hasta puede que consigan ver el futuro, soñar un destino presente, recuperar la sonrisa oculta...

Eso me decía...sí...el otro día, ahí tumbado, bien doblado.

¿En qué nos hace mejores ver el interior de la cebolla si ya intuimos lo que finalmente comprobamos?

Muros

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28/11/07

-Hay demasiados filtros en las realidades ajenas, es imposible creer en ellas, ¿te diste cuenta? No son más que distorsiones que nos influyen del mismo modo que ellas mismas han sido influenciadas por otras.
-¡Venga ya!¿No crees que fumaste ya bastante?
-De verdad te lo digo: ¿no ves lo que ocurre cuando hablas con alguien y te das cuenta que reproduces lo que te dijeron así de golpe, sin tu haberte preocupado de analizarlo cuidadosamente? Puede que hables de un país, de alguien conocido, y te atrevas a decir que es que allí se comen a los pollos vivos o que se ve que el otro es muy vicioso, cuando en realidad lo oíste de tu vecina, que quizá lo había oído de la radio -aunque sea medio sorda-, y aunque sepas que no escucha la radio.
-Mira colega no se pa que me junto yo contigo que siempre me metes esos rallazos. Cuando pillas el papel de argentino psicoanalista no hay quien te soporte. ¡Qué no! Que a mi no me engañas más.
-Lo que yo te digo, demasiados filtros, demasiados tópicos, demasiada pereza.

Un día (versión dulcificada)

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24/11/07

-Ya estoy harto de miradas, ¡necesito conocerte! -dijo por fin-.
Aunque para él fuera el producto de muchas noches de cavilaciones en el tren, la cama, y cualquier otro sitio en el que se apareciese la dulce idea de la posibilidad, la sorpresa asoma en el rostro de Clara, quien estaba ya acostumbrada al juego del que tomaban partido, y con cuya ruptura todos sus esquemas son también desbaratados.
-¿Que es lo que quieres conocer? -responde sin pensarlo, con la firme voluntad de dejarle toda la iniciativa a él, por fin valeroso de enfrentarse a ese mundo imaginario, intuitivo y ya para siempre más en el pasado-.
-Quiero responder el por qué -se apresura a decir, despojándose instantáneamente del terror que ese momento sabía que le produciría-. Necesito saber por qué nunca me escribiste y a pesar de ello seguimos con ese juego interminable, que logra abstraerme amargamente.
-Yo no juego a nada. Te conozco de hace tiempo, de verte por aquí, pero no sé de qué me hablas: yo nunca pude escribirte por qué nunca tuve donde.
La poca credibilidad que esas palabras tenían hicieron que se echase a reír, incapaz de comprender una reacción que nunca sopesó, a pesar de la multitud de variantes que había llegado a imaginar. Esa situación, sin embargo, por fin estaba dando lugar y su excitación era máxima.
-Desde luego que eso es algo que nunca imaginé que dirías -dijo, sincerándose-. Sin embargo, quiero conocerte, ¡necesito conocerte! Debo liberar mi mente ilusa de alguien tan recurrente como tu. Es más, casi prefiero que conocerte signifique perder el interés por ti, ya que enamorarme de ti sería doloroso de soportar...aunque no podría evitarlo.
-¿Ah, si? -dijo, sin reflejar interés alguno, pero con las piernas a punto de fallarle- ¿Y entonces: qué quieres de mí?
-Pues eso, quiero, deshacer de una vez el mito en que te convertiste, demostrarme a mi mismo que no eres más especial que el resto. Como ves, es algo muy egoísta, pero: ¿a caso no nos enamoramos por como nos ven? Y yo no sé como me ves, pero puedo imaginármelo. Es por ello que quiero conocerte, por así decirlo: que me conozcas va a darme una opinión de como me ves, y seguramente va a ser menos optimista de lo que yo imagino que es...
- ¿Así que es un acto puramente egoísta? -dijo mirando por la ventana, con cara de decepción.
-Digamos que puede ser una estrategia para quitarle importancia al asunto, aunque como ya dije, todos somos egoístas. Yo, además de egoísta, soy sincero. ¿Es eso importante para ti?
-¿Para mi? Pues si, y bastante. Pero ¿a qué asunto te refieres?
-Al hecho de encontrarme aquí, contigo. Finalmente. También tengo miedo al fracaso.
-Algo que todo el mundo tiene ¿verdad? -apuntó, aguda.
-Exacto. Sería lamentable tener que soportar, después de todo este tiempo sin conocer apenas tu voz, sería lamentable tener que vivir con el dolor de tu ignorancia. Y muy pesado. Por ello puede que intente hacerte ver que no es por ti, que realmente es por mi, así no sospecharías cuanto me afectaría tu rechazo. Pero no sé si me entiendes...ya ves que le he dado muchas vueltas a todo. Ahora voy y me descubro solo hablando un par de minutos...
-Creo que no te entiendo, pero es cierto: eres sincero. Y me gusta ¿Tomamos un café?

Hablo de María, ¿queda claro?

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20/11/07

A Marisol Parreira le daba pereza levantarse del sofá. Todo debía de apuntar para no olvidarse. A cualquier cita, por ejemplo, llegaba tarde; no por desidia, más por descuidar del Tiempo. Es conocido que un día, cuando el sueño era ya insoportable, fue y volvió durante horas y horas metida en el mismo tren. Cuando alguien le advirtió de que empezaba a roncar, simplemente se despertó, miró indiferente a su alrededor y salió en la siguiente estación. Curiosamente era la suya. Al llegar a casa, Marisol se quitaba la ropa muy, muy lentamente. En invierno el proceso era aún más doloroso: primero la bufanda colgada en la entrada...la chaqueta encima..."ay...ahora entra, sácate el jersey, ahora los zapatos...los pantalones", y pum! el móvil que se cae del bolsillo. "Qué tonta -piensa María-siempre me pasa lo mismo", entonces recoge el aparato: la batería por un lado, tírate al suelo que la tapa se fue debajo de la cama, junta todo de nuevo..."ayyy"...se queja María mientras se pone camisón y un batín de lo mas kitsch, dispuesta a tirarse encima de su mejor amigo, el sofá. Allí es donde Marisol se siente mejor con María. Sin nada importante que hacer, solo ella, el sofá, un libro y sus ideas. No como quitarse la ropa. Banalidades.

Perfecta

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"Viviste siempre entre esquinas, sin embargo, prefieres las casas redondas, las de esos lugares donde los bordes no duelen porqué la imperfección no existe". "¿Has visto nunca ciudades perfectas? Ésas, sí. Las que tu imaginación dobla hasta tener al alcance, a la misma distancia del centro."


El tesoro

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19/11/07

La mujer interrumpe a las chicas que hablan y, mirando a la que se encuentra más cerca, dice: "Creo que se te cayó el botón". La chica mira a la mujer, luego a su mano, donde muestra un botón negro, y contesta: "No señora, no es mío". "Ah, perdona, pensé que era tuyo", gesticula decepcionada, al mismo tiempo que tira el botón negro al suelo, como si no fuera de nadie.

La Trampa

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11/11/07

Salgo por la segunda puerta del último vagón. De ese modo las escaleras quedan más cerca. En la primera puerta del último vagón se acumula demasiada gente por creer que están aún más cerca de la salida que haciéndolo por la segunda. Cuando no puedo estar con los primeros, la segunda puerta es una opción mejor. Subo las escaleras mecánicas. Si por alguna razón no me encuentro en el último vagón, nunca las utilizo y las subo a pie, por donde nunca hay que esperar y con lo cual se convierte en una elección mejor. Hoy, por tratarse de festivo, no hay mucha gente, así que en ningún caso hubiera subido a pie. De todos modos, aunque suba por las mecánicas, siempre aprovecho para subir unos peldaños. Si alguien se encuentra delante de mi y se pone a avanzar, pese a que las escaleras te lleven, hay una fuerza extraña que me obliga a seguir sus pasos y moverme. Llego al rellano, por donde en todos los casos salgo por la última puerta de la derecha, la única disponible en esa dirección, cuando justo en este momento cae delante de mi una tarjeta del bolsillo marrón del abrigo de una chica.

Un empleado que también ha visto como la tarjeta resbalaba y se plantaba encima las grises baldosas hace gestos a la chica de cabellera negra. Ésta, que no se da cuenta de lo sucedido y por tanto no sospecha que perdió nada, huye con la prisa de quien ya sabe que llega tarde. Ni tan siquiera me fijo en el empleado: recojo la tarjeta mientras intento llamar la atención de quien está muy cerca pero inalcanzable. Lleva los auriculares puestos y ni al tercer intento, que ya es un grito, logro captar su atención. Un par de personas se cruzan en su camino. Me ven pero no colaboran, más bien parece que intenten analizar lo que ocurre, con lo cual será demasiado tarde cuando pretendan ayudarme. (El segundo pensamiento después del de convencerme que debo entregarle lo que perdió es que por su culpa voy a salir por una puerta que no utilizo, con lo que voy a perder tiempo). Acelero el paso al darme cuenta que la chica de negro pelo y abrigo de piel marrón va muy deprisa y que no va a apercibirse hasta que logre alcanzarla. Subo las escaleras y la veo parada en el semáforo. Pienso: "¡ya está, es mía!" Pero a pesar que el semáforo está en rojo, cruza antes que llegue a tocarla. Se desvanece al rozar mis dedos su brazo. Cuando intento cruzar yo también, el claxon de un taxi me lo impide, reteniéndome en la acera opuesta, viendo como ella, en un par de botas hasta las rodillas que suenan alternativamente en la acera se alejan con paso firme y hasta perderse por una esquina. Dudo unos instantes qué hacer. La necesidad de devolverle lo que es suyo no se me hace imperiosa. (No merece la pena esperar, me digo, ya encontraré el modo de alcanzarla) Así que vuelvo a retomar la ruta hacia mi casa, pensativo, cuando le hecho un vistazo a la tarjeta intentando averiguar algo más. Es la identificación para acceder a una oficina. (No me arrepiento de haber cesado en la misión que me había propuesto, reafirmo). Aprovechando un farol puedo ver bien su cara.

La mujer de cabellera negra con botas hasta las rodillas, abrigo de piel marrón y con prisa por perder lo que de su bolsillo cayó es de piel oscura. Miro la foto detenidamente y descubro unos labios cortados por el frío. A pesar de ello, son sumamente sensuales. Aparentan no estar acostumbrados a las bajas temperaturas, de preferir el contacto suave de la brisa del mar. Por eso un día la nieve los maltrató. Entonces es cuando se hizo la foto, en la que ni el cacao supo disimular las pequeñas heridas. Aún así, sus ojos oscuros y esa sonrisa impropia de fotos como esas irradian felicidad y bondad, satisfacción por ese día, o por sentirse viva debido al cortante frío. (En este momento me siento estúpido por no haber continuado en mi empeño por alcanzarla; mis labios empiezan a helarse como los suyos y mi mente a inventar desenlaces en los que se los beso).

Día de acción del blog.

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18/10/07

"Un día que yo tengo fiesta y tu vas y te tiras a mi padre..." Tomé asiento escuchando tal conversación. Medio dormido, giré levemente la cabeza para visualizar de qué boca salían tales agravios; una mujer de mediana edad, de voz imprecisa, parca en palabras pero suelta en afirmaciones hablaba por teléfono supuestamente con la amante de su padre. Camino a la universidad la lectura no fue posible en tales circunstancias: la necesidad de atender al sujeto de mi libro, entregado de conciencia, factible en la mayoría de trayectos en los cuales los ruidos extraños se ausentan, si más no en semejantes ondas y en tan alterado tono, se convirtió en tarea inalcanzable, y por tanto me rendí a lo que acontecía. No voy a menospreciar, sin embargo, la curiosidad que asoma ante tales sucesos, y que es, cuanto menos, suficientemente vivaz como para despistar dirigiendo los ojos a la página abierta de "Rayuela", mientras las orejas restan atentas a la conversación que transcurría a mi derecha. Quizá fuera la particularidad de conocer solo la mitad del diálogo lo que aumentó mi interés por no perderme ningún detalle, consciente de que pudiera algún día como éste sacarle partido narrativo al agravio que inconscientemente esa mujer estaba cometiendo, en aquel lugar, hacía su propia persona, aunque e ella poco le importara. Porqué si hay mente cotilla, evidentemente, esta es una como la mía, tan necesitada de historias, temas e ideas con las cuales rellenar lares cibernéticos como éste. Así que no pretenderé confundir a quien me lea: estaba encantado de asistir a esa representación, que por lo menos rompía la monotonía habitual. Ya sonreía pensando en lo que iba a escribir. Saqué la libreta y apunté, como si de un periodista en una rueda de prensa se tratara, las frases más destacadas, que coincidían plenamente con aquellas que rezumaban una mayor morbosidad en si mismas. Tal es el caso que, aunque aparentemente los demás pasajeros imitaban leer el periódico, mirar por la ventana o dormir (¡qué buenos actores somos cuando no se espera que así actuemos!), todos estábamos con las antenas sintonizadas, atentos a lo que aquellas dos mujeres argüían, sedientos de mezquindades escupidas, de sumo interés propio, de banal importancia personal.

¿Qué carácter implica que airear tu vida privada ante un público tan numeroso además de silencioso, no te importe lo más mínimo? ¿Quizá fuera yo capaz de semejante acción bajo la influencia de la ira que la poseía? A mi entender, y la lástima fuere que no actuara realmente como buen periodista y no le hiciere la correspondiente entrevista, la historia no era tan singular, pero no por ello ausente de pasiones: la mujer agravadora -diremos-, acusaba a la agraviada de acostarse con el padre de ella (se entiende, la agravadora) aprovechando su ausencia. Aquí se introduce el factor clandestinidad, ya que supuestamente la hija del asaltado (sexualmente, pero consentido) también se encargaba de la tarea de vigilar al pobre padre indefenso del ataque de arpías extranjeras, y ésta aprovechó "su día de fiesta"(de la agravadora) para abalanzarse sobre la presa y mantenerlo después en el anonimato. Y afirmo extranjera en base a las notas de qué dispongo, que son, a saber: "tu lo que quieres es traerte a tus hijas...si yo te doblo la edad...vamos a ver quien tiene más fuerza...tu no sabes como soy yo...no me vengas que te conozco...yo prefiero que vuelva con la Carmen antes que contigo...quieres quedártelo todo" Sin mantener necesariamente este orden ni ser exclusivamente tal y como las reproduzco. Así que a pesar de conocer solo la mitad de lo hablado, todo está muy claro...del lado de la agravadora. Por qué pensaría, digo yo: mujer extranjera, más joven que yo, que mi padre ni digamos, se lo tira...¿Qué quiere? Conclusión fácil y llanamente plausible, sin muchos rodeos, sin pensar demasiado: sacarle dinero (y por ende quitármelo a mí). Por otra parte, explicación no necesariamente veraz, desde luego. O no menos egoísta, ¿cierto? Quizá no merece ella más dinero que la amante...quizá no hay dinero por en medio...nada, seguro que hay dinero por en medio.

En definitiva: ¿Lucha generacional? ¿Envidia? ¿Xenofobia? ¿Temor por un padre incapaz de valerse por si mismo (pero si follar)?¿Qué pensaría el padre de todo ello?¿Que querría realmente la agraviada?¿Sentiría amor por el padre? Si fuera así, ¿porqué enfrentarse a la hija, a esa hija precisamente, con el miedo que yo le tendría a una persona así? Dudas con millones de respuestas. Me las guardo para cuando pueda sacar dinero con ellas.

Otra sonrisa asoma en mí pensando en una escena mejorada: agravadora encontrándose a las 9 de la mañana a agraviada y al padre en el mismo tren, en el día de fiesta de la agravante con las hijas de la extranjera en los brazos de él! Final: agravadora cambia nombre de su personaje por el de homicida, seguro.

Moralejas: cuantas verdades pueden darse a partir de una media conversación a las 9 de la mañana en un día cualquiera en un tren abarrotado. Anota siempre aquello que se te antoje interesante, siempre podrás matar el tiempo pensando en ello algún otro día, sin el menor objeto, con todo el sentido. ¿Alguna más? Seguro.

Algo.

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10/10/07

Hoy quería escribir algo. Quería pero ahora no sé el qué; ojeo en busca de algún cabo por donde agarrarme, frases inconexas, palabras robadas al vuelo, un mundo de ideas recogido en caligrafía pésima, pero nada. Corto y recorto palabras, suprimo, rehago, puntúo, cambio,... Hay hilos por donde tirar, pero al mismo tiempo no hay. Hoy no hay por donde empezar ¿Qué escribir cuando no sabe uno qué escribir? Escribir sobre nada. ¿Es acaso eso posible? Ciertamente: ¿no podemos pasarnos horas hablando de nada, escuchando hablar de nada?¿Es posible vender algo que no es nada? Y yo digo si: convirtiendo la nada en algo. Solo alguien debe creer que aquello si es algo, que esto lo es. Entonces, en este preciso momento mi nada se vuelve algo por qué tu decides que lo es, no sabes del cierto aún que es exactamente, pero lo intuyes, por lo tanto deseas creer. Y entonces le vendes a alguien mi nada, partiendo de mi 'algo', que te vendí aunque dije que no era nada. Escribo aquello que sí sé: que es que no sé que escribir. Simplemente escribo por escribir. Dejó que mi instinto actúe, y que los sentidos hagan el resto. ¿Porqué acaso existe eso que llaman 'la inspiración', concepto abstracto que pretende conducir la mente hacia la siempre dudosa meta de la creación? Yo en cambio utilizo nada para decirte que es algo. Que a pesar de no escribir sobre nada, aún así escribo sobre algo, sobre la nada.

Ya tengo algo, aquello que venías buscando. La gracia de ello radica en que precisamente esa ausencia de algo, la práctica nulidad de lo que empieza, conduce y termina en algún lugar concreto, en alguna idea o concepto, se vuelve en sí mismo el camino, algo inconexo, cierto, pero con sentido, con algo.

No soy partidario de creerme a 'la inspiración', esa que unas veces viene y otras se va. La fuerza, nuestra fuerza, siempre está, lo que ocurre en ocasiones es que pretendemos volar ligeros, cuando quizá debamos caminar por entre la maleza, peleándonos con ella, lo que no convierte nada en inaccesible, simplemente lo agudiza, volviéndose más exigente, por mucho que la meta sea la misma. Por eso hay que luchar en contra de 'la inspiración', ya que no existe, por qué es algo que siempre está en ti, y algo que siempre está no puede nunca no estar, motivo por el cual no merece el término existir, cuando pretendemos quejarnos por su ausencia.

Y aquí llegué, sudando más que de costumbre, pero hablando como de costumbre, de algo; hoy de falsos mitos, de esfuerzo, de ideas, de tenacidad, de giros conceptuales, de la pereza, de excusas, y por supuesto, como siempre, de mi.

Listos para despegar.

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4/10/07

El narguile produce un efecto narcótico que no debería, quizá porqué soy el único que mantiene la brasa al rojo vivo con caladas profundas y continuas. En este momento, cubierto por una niebla de misticismo oriental con fragancia a melón, mi mente, incitada por almas sedientas de conocer, se libera y empieza a escupir certezas; conclusiones que habitan en mi cabeza y que, de una forma u otra, se incrustan con más fuerza en el momento de ser pronunciadas, como si ello las comprometiera, subyugando mi espíritu, ahora en deuda con éstas.

A pesar de lo aparente, que siempre confunde, no soy dueño de mis verdades, sino que son ellas que me poseen, las que me obligan a sentirlas, a comprender quien marca el rumbo. Yo simplemente soy un aprendiz de marino que intenta descifrar, a través de la espesa niebla, lo que ellas difuminan. Y las verdades dicen que el mundo esta lleno de verdades; y que hay que salir a por ellas.

Delante de mi, dos seres cósmicos, de una galaxia cercana, cercana a miles de años luz, comprenden lo que, en un idioma extraño para ambos, mis verdades pronuncian. En ello intervienen los diáfanos marcos de la comprensión humana, que pueden abastar desde lo más comprensible hasta lo más insospechado, que permiten, entre otras ventajas, que tres individuos incomunicados físicamente durante toda su existencia pretérita puedan llegar a formar un círculo de conexión comunicativa, simplemente debido a la voluntad decidida de unos, escuchar, y de otros, expresar.

Sus verdades y las mías son transmitidas, analizadas, mezcladas, formuladas una y otra vez, reorientadas dentro del círculo. Entonces, sin romper aún la fricción, multiplicamos toda la información y ésta, tomando la forma de una verdad aún más cierta, vuelve hacia nosotros con mayor contundencia, instalándose en nuestro universo interior, en un lugar no fijo, para permanecer en contacto permanente con el inconsciente, preparada para surgir de nuevo, en otro momento de conexión circular, donde todos sean todos y no haya nadie más que nadie. Todo vuelve a empezar de nuevo; la verdad va haciéndose más verdad.

Hablo verdades,
Por eso prefiero hablar en presente.

Filtros que distorsionan

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27/9/07

Como actua el mecanismo mediante el cual nuestras ideas toman forma? No tengo ni la menor sospecha. Sin embargo, estoy totalmente convencido que las primeras imagenes que percibimos sobre aquello totalmente nuevo, desconocido, son las que constituyen la principal fuente para crearl esas ideas.

Antes de subir al bus el nerviosismo es mayor que en otras ocasiones. Ahi, sentados, hay un par de tipos con traje y aspecto severo que parecen sospechosos, a mis ojos y debido a mis (pre) ideas. Detras de mi mantienen una larga conversacion dos chicos jovenes, asi como si un run run sin sentido entrara por mis oidos, cuando de pronto capto unas palabras sueltas: barcelona, messi,...otra vez el futbol! Me vuelvo para preguntar el resultado final del partido de ayer y entonces las facciones de Ferdi (nombre que mas tarde conoceria), al averiguar que yo soy de Barcelona, cambian completamente. Una expresion entre sorpresa e ilusion inunda sus facciones. "Creia que nunca conoceria a nadie de Barcelona", es su siguiente frase. En este momento todos mis temores, todas las ideas que las imagenes habian creado en mi mente, se desvanecen.

Pristina es una ciudad balcanica como cualquier otra, con sus diferencias y parecidos. Un lugar donde la gente quiere levantarse cada dia para ir a trabajar, a la universidad o al mercado, e intentan que sus vidas sean lo mas cercano a la normalidad posible, a pesar de la visible presencia de instituciones internacionales que tutelan la region de Kosovo. Es desde un despacho cualquiera, sin embargo, de una ciudad occidental cualquiera, desde donde un gobierno cualquiera por unos intereses muy concretos, ha insertado las imagenes que todos llevamos incrustadas en la mente, de guerra, conflicto, destruccion, miseria, peligro.

Si te limitas a decidir lo que es cierto y lo que no lo es mediante lo que otros ojos ven y juzgan lo cierto que aquello que ven es, y no lo que tus ojos creen ver, nunca vas a saber lo que realmente es, ya que lo es realmente real es aquello que uno ve, y no lo que otros nos dicen que ven.

Yo veo y he visto, algo. Muy poco, seguro. Pero aun asi, vi una sonrisa en un rostro por ser yo de donde soy, y seguro que veran una en el mio si algun dia alguien me dice que es de aqui, ya que ahora mi idea de este lugar me la proporciona la imagen de un rostro sonriente y no la de un ninyo llorando, aunque lloren.

Pristina, Kosovo, 27/09/07

No digas que no me ves

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24/9/07

No dejan de sorprenderme las lecciones de las experiencias, ni lo inesperado de lo planeado. En todo ello, la voluntad de vivir algo nuevo permite sin embargo constatar lo que ya tenemos, averiguar lo que realmente tenemos. Asi, desde lo mas recondito de la existencia individual, en lo mas profundo del viaje personal, te llegan senales de los que se paran y se preguntan donde has llegado. Te lanzan cabos los que quieren atarte a tu realidad, los que necesitan que estes en ella.

No me siento mas ni menos solo por escuchar tu silencio. Tampoco me impresiona que te intereses por ti, y no realmente por mi. Todos lo hacemos, por eso voy solo. Sin embargo, se que de camino a ninguna parte aquello te recuerda a mi, entonces me escribes, en tu mente, te preguntas aqui estare. Pero porque no me escribes? Que es lo que deseas de mi cuando piensas en mi?

Por eso el viaje a lo desconocido no solo esta aqui, conmigo. Tambien esta alli, donde tu estas, donde tu silencio habita, donde tu respuesta levita. Ya se que vas a decir, mas no necesito oir. Nacemos y volvemos a nacer, eso nos hace crecer. Por todo ello no necesito que digas, porque yo todo lo veo, todo lo siento. Aunque te siga queriendo, prefiero leerte, que me preguntes o simplemente me digas que me estas viendo.

Desde aqui yo todo lo veo, todo lo siento.


Tirana, Albania, creo.

Corre por tus venas

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15/9/07

Transcribo literalmente de mi cuaderno:

05:19 de la manyana, estacion de tren de Timisoara, Rumania.

Ahora es el momento de hacerlo. Mientras aguardo el ultimo de los trenes que va a llevarme a mi destino final por el momento, Belgrado, puedo ocuparme de escribir, esta vez no solo para mi, desde un banco pintado de azul, en el anden numero siete de la estacion de ferrocarriles de Timisoara, en el oeste de Rumania. Alguien arrastra una maleta por mis espaldas, la noche es tranquila, hay poca gente en la estacion. En frente, las malas hierbas cubren vias ya en deshuso. En eso que se me ocurre que quiza a los oidos de muchos, incluso a los mios hace solo un par de meses, el nombre de la ciudad puede resultarle recondito. A pesar de ello, aqui fue precisamente donde tuvo lugar el levantamiento popular que luego se propagaria por todo el pais y, revolucionado, llevaria a la captura, proceso, condena y ejecucion de Ceaucescu,...asi que tras lo adormilado que parece todo y las tristes existencias que muchos ahi presentes parecen llevar, en ese lugar debe de haber vida!

De todos modos, la estacion tiene un aspecto decrepito; varios perros se acurrucan en la entrada principal, aguardando restos de comida. Junto a ellos, tambien hay algunos personajes que no me atrevo a pronosticar que es lo que esperan, o lo que hacen, vagando sin rumbo, como si sus vidas, perdidas, tuvieran que estar escondidas en algun rincon. Pasajeros que llegan y se van, no muchos, a pesar de los mas de trescientos mil habitantes de la ciudad. El olor a orin es a veces intenso, mas cuando uno quiere acceder a los andendes por el paso subterraneo. Pero no insoportable. Y en cambio yo, mientras una vieja locomotora diesel rompe el silencio con su traqueteo, y a pesar de todo lo mencionado, los escalofrios que me sacuden el frio, las horas en vela entre tren y tren, asiento y asiento y el dolor de espalda, es ahora mas que nunca cuando pienso: joder! estoy vivo! estoy mas vivo que nunca!

Hipocresía crónica (segunda parte)

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24/8/07

En los últimos párrafos se introducía, a propósito de forma incompleta, la idea del engaño como fuente de hipocresía. Decía: “somos víctimas del engaño”. Pues bien, este engaño, constituido por las fuerzas socio-culturales que permiten, a través de los mensajes contradictorios que recibimos por muchos y distintos canales, que nuestros actos resulten efectivamente hipócritas, es el que propaga esa enfermedad crónica, muy a pesar de nuestro desconocimiento al respecto.

La noción de individualidad que nuestra cultura ha venido reforzando a partir de la consolidación del mercantilismo y de las ideas que se concretaron en la Declaración de los Derechos Individuales del Hombre, influye directamente y de forma contundente en nuestro comportamiento activo. En primer lugar, nos inculca la noción de que somos los responsables últimos de nuestros actos, lo que nos hace única y enteramente dueños de ellos. Y estos actos –dice nuestra convicción cultural-, son llevados a cabo libremente, escogidos entre un abanico de opciones, lo que permite concluir que, por ende, las decisiones que tomamos se adaptan a nuestras voluntades, es decir: a lo que realmente queremos, sin que en esa resolución influyan otro tipo de fuerzas más que eso: nuestra voluntad. Sin embargo, como muchos pensarán, esto no es tan cierto como pudiera parecer.

Todo al contrario; los miles y miles de estímulos externos que recibimos a diario, concretados en distintas formas y motivos, afectan, como seres sociales que somos, en nuestra toma de decisiones posterior. Ello es porque ya anteriormente influyeron en nuestro modo de ver la realidad, deformándola, y a nuestro modo de adaptarnos al entorno. Eso se deriva del hecho que no actuemos casi nunca por instinto, más bien por experiencia. Es sumamente difícil, sin embargo, averiguar de donde sacamos tal o cual opinión, pero muy pocas veces ésa fue resultado de una discusión interior, pura, lógica o racional. En la mayoría de casos, nuestro entorno influyó en ellas. Por este motivo, somos más vulnerables de lo que muchas veces creemos, somos más sensibles a los estímulos de lo que deberíamos y menos independientes de lo que desearíamos. La realidad es que somos mucho menos sensibles a aquello que nos está afectando y es por eso que nos cuesta identificar que es lo que nos influye y en que grado.

Todos tenemos una opinión formada de nosotros mismos, ¿verdad? Todos podríamos mencionar virtudes que poseemos, o creemos poseer. Sin embargo, más difícil es reconocer los defectos. Puede que entrañe una mayor dificultad el descifrarlos, pero cierto también es que no solemos detenernos a valorar nuestra cara menos agradable. Intentamos evitarlo, o simplemente restarle importancia, resaltando aquello que nos otorga valía, lo que consideramos positivo.

En el universo de lo que vamos a llamar “estímulos externos”, también existen dos caras. Evidentemente mi intención no es la de discernir específicamente sobre qué forma parte de una u de otra, sino más bien echar cuenta de que, efectivamente, existen. Cada cual entonces con la tarea de catalogar las propias. Y como en lo referente a nuestra personalidad, son los estímulos “positivos” aquellos que más fácilmente identificamos, y los que más fácilmente sabemos sacar a relucir, o más rápidamente incorporamos a lo que podríamos llamar “nuestra opinión”. Lo que ocurre con los estímulos “negativos” es exactamente lo opuesto: no se muestran diáfanos ante nosotros, no siendo capaces de diferenciarlos con tanta claridad, pero no por ello pierden valor en nosotros.

Y es precisamente por ello, la incapacidad de dilucidar todo lo que incorporamos a nuestra personalidad, que los humanos, con el despropósito de creernos poseedores de una libertad que no ejercemos, somos víctimas del engaño. El engaño de lo “negativo”; mensajes que nos presentan una realidad distinta a la que predicamos profesar, y que nos conducen a actuar, en muchas ocasiones, de un modo contradictorio, hipócrita. Por qué la sutilidad de lo “negativo” consiste precisamente en hacerte creer que se trata de algo “positivo”, o si más no, inofensivo, y que tus actos, recopilados en tu filosofía de lo “positivo” van a ser consecuentes, responsables sobre lo que crees predicar, cuando lo que ocurre es que detrás de una aparente inocuidad se esconde la antítesis de lo que pretendemos mostrar. Por añadidura, lo “negativo” habitualmente se camufla en lo fácil, lo accesible y, demasiadas veces en nuestra cultura, en lo superficial, lo banal y superfluo.

Sin embargo, no todo está perdido; el modo, a mi entender, de hacer frente a una patología tan humana (tan occidental), pero a la vez tan oculta, tan difícil de identificar, no es otro que la reflexión. Una reflexión desde la distancia, que intente discernir que es lo que realmente no concuerda entre lo que creemos que somos y lo que realmente somos, nuestros actos. Solo de ese modo seremos capaces de despojar de nuestro ser todas las influencias nefastas que irremediablemente se encuentran dentro de nosotros y que nos convierten en hipócritas crónicos. Una lucha, por otra parte, sin fin conocido, pendiente siempre de un esfuerzo constante y mayor que el que nos otorga permanecer bajo la ligereza de lo negativo, lo pernicioso, lo que nos convierte en viles esclavos del engaño.

Y a modo de conclusión, por satisfacer lo exigido en el primer texto de esta serie de tres, una definición, y de regalo, un modo de curación:

Hipocresía crónica: patología humana que arrastra a todos y a cada uno de los sujetos hacía la contrariedad entre opiniones y acciones debido al clima de difusión permanente de mensajes confusos en el que los sujetos conviven.

Tratamiento: despertar, por medio del ejercicio de la reflexión permanente, el área del cerebro encargada de traducir los mensajes externos de la confusión a la concreción, para de ese modo poder actuar consecuentemente para con tus palabras alguna puta vez en la vida.

Hipocresía crónica (primera parte)*

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14/8/07

*Esta es la segunda parte de un texto más amplio, introducido el día 22/07 (o dos posts más abajo ;)

f.
Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Esa es la primera y única acepción que en el diccionario de la RAE aparece como definición a hipocresía. A mi entender, aclaratoria pero incompleta.

1.a pretense of having a virtuous character, moral or religious beliefs or principles, etc., that one does not really possess.
2.a pretense of having some desirable or publicly approved attitude.

En la segunda definición, extraída de un diccionario virtual en inglés, podemos ya encontrar de un modo más específico lo que en español se nos muestra como cualidades o sentimientos. Es decir: carácter virtuoso, moral, creencias religiosas o principios. Esas cualidades, en conjunto, son las que un hipócrita dice defender cuando en realidad no posee. Y eso es un hipócrita.

Mi desacuerdo con la definición de la RAE se basa en el hecho que el principio de la hipocresía se sustenta en el fingir, más mi experiencia me dice que no siempre el acto premeditado prevalece cuando la hipocresía acontece. En multitud de circunstancias son más bien un cúmulo de normas y costumbres sociales -y también humanas- las que actúan en pro de la hipocresía, relegando el significado esencial del término a un lugar secundario.

Por contrario, la definición anglosajona del término me parece mucho más acertada, en cuanto la voluntad del individuo no es relevante para tachar a este de hipócrita o no, sino que lo es, en cambio, el hecho de poseer realmente aquello que se dice poseer. Y en este punto es, precisamente, donde intervienen esos factores clave que hacen que nuestra sociedad viva sumergida intensamente en una hipocresía permanente.

Políticamente incorrecto en estos días ser intolerante con los inmigrantes, irrespetuoso con el medio ambiente, con las minorías étnicas, no quejarse de la suciedad de las calles, del tráfico insufrible, del aumento del consumo energético, de las guerras por los recursos, del hambre en el mundo,...y así podríamos nombrar a cientos de "causas" por las que hoy está bien visto luchar, o más bien diría por las que hoy estamos dispuestos a hablar, y pregonar que defendemos.

Pero lo cierto -y cuanto me cuesta escribir tal nefasto término- es que precisamente mantener esas opiniones es lo que nos hace profusamente hipócritas. Pero entiendo, la reflexión subsiguiente cuando alguien se queja del exceso de tráfico en las carreteras, es culpar al gobierno de la falta de ellas; o bien observamos un maltrechado río, arremetemos contra tal o cual empresa, y al gobierno por no hacer nada por impedirlo; o cuando llegan cientos de pateras a nuestras costas: ese gobierno, que no lo evita, esos bosques, que tanto se queman, que tan sucios se encuentran; nuestras calles, con tanto humo, con tanto ruido, con tanto pobre, tanto negro. El gobierno, el vecino, este, el otro, pero nunca nosotros, ¿verdad?

Pero lo cierto -repito-, es que somos nosotros los que vamos solos en el auto, tiramos colillas por la ventanilla, compramos en el top-manta, contratamos negros sin papeles, tiramos nuestra mierda en la calle, nos agarramos la bolsa cuando pasamos al lado del negro que antes contratamos, juzgamos, impedimos y rechazamos, y todo por la más pura de la ignorancia. Esa que nos impide de ver que si, lo que haces si cuenta, que da lo mismo si no va a notarlo nadie más, en este mundo naces, comes, cagas y mueres solo, y si a nadie más le va a importar, joder ¿y qué? Que te importe a ti por lo menos, que te importe saber que haces lo que piensas, por no darte cuenta un día, al levantarte, que eres un puto hipócrita que solo dice lo que está bien decir y hace lo que los otros hacen. Pero el problema quizá resida en la ignorancia.

Si quieres ser diferente empieza por pensar íntegramente, con honestidad, algo muy al desuso en estos tiempos. Empieza por decirte cada día que no sabes nada: oí en algún sitio que sabe quien piensa que no sabe, pero en nuestro tiempo todos nos creemos poseedores del don de la sabiduría: sabemos que esto es así, y punto.

Sin embargo, aún no es tarde. Simplemente somos víctimas de nuestro entorno. El hecho de no saber que somos unos hipócritas es fruto de la epidemia del engaño, esa que lastra a nuestra sociedad. Así que si hasta hoy no te diste cuenta que más bien haces poco de lo que podrías hacer, y menos de lo que dices profesar, probablemente no tengas tu la culpa, sino el engaño que te envuelve.

¡Atentos a él!

Break point*

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6/8/07

Inesperadamente, y más que otra cosa, de un modo indeseado, a veces suceden cierto tipo de experiencias que, una al lado de la otra, y debido a veces a la proximidad temporal entre ellas, además de su propia naturaleza similar, no hacen menos que provocar nuestra reflexión, cuando no nuestro fastidio.

Solemos nombrar casualidades a este tipo de sucesos. En primer lugar por la sorpresa que a ellos viene adherida; también por la aleatoriedad que puedan traer consigo, debido a la dificultad de encontrar en ellos una secuencia lógica que nos permitan conocer el camino que siguieron hasta suceder. Lo desconocido, en resumen, lo incógnito, lo misterioso es lo que provoca que las casualidades nos agarren a destiempo y nos susurren: ¡ey! Por aquí… O escribir estas líneas…

Pero lo casual, como las sorpresas, se vuelve inevitable cuando la punta de hilo que distinguimos entre todo el mar de sucesos corrientes empieza a ceder, y tirando de él, logramos alcanzar aquello a lo que viene atado. Que duda cabe, que precisamente alcanzar ese lugar, que desvela todos los interrogantes que surgen a medida que lo casual se vuelve inevitable, es precisamente el camino más difícil de seguir, por la cantidad de puertas falsas y regresos imposibles que se intuyen a nuestro paso, y motivo asimismo de la permanente disputa conceptual de algo tan cultural, filosófico y espiritual como las casualidades.

Hace una semana perdí algo levemente molesto de perder. Hace cuatro días un pendiente de forma lunar, en cuarto menguante, desapareció sin dejar rastro. Ayer, fatalmente, mi cerebro artificial, pero tradicional, es decir: mi libreta, la que siempre llevo conmigo, la que permite que acceder a mi memoria sea a veces algo instantáneo, decidió borrar de mi vida, por medio del extravío, estúpido y cruel, todo lo que en ella iba anotado.

Más allá de la decepción y la melancolía que pudiera arrebatarme mi felicidad creciente, esos sucesos corrientes adquirieron la categoría de casualidades impertinentes, y me dieron la posibilidad de explorar en los destinos de los hilos atados a la incógnita.

La reflexión primordial del concepto de casual que acude a mi, se deduce como sigue a continuación: la primera pérdida, superficial y poco trascendental, me avisaba de la segunda, algo más sustancial, y aquella de la tercera, la que realmente importó y dolió. Otra reflexión, de marcado acento catastrófico, y de la cual no quiero vivir, pero que tampoco puedo despreciar, es la que me cuenta que otra pérdida mayor está aún por llegar, y que por tanto, el momento del aviso así lo predijo. De todos modos, y esa es mi conclusión final sobre lo casual que permanece incógnito: si en las tres pérdidas anteriores poco pude yo hacer, a pesar de la idea recurrente que implícitamente existió un leve cambio de rutina que pudo en ellas influir, no puedo más que aliviar mi angustia -literaria más que real- arguyendo que si la pérdida mayor realmente existe, ésta es del mismo modo inevitable.

Aunque se me ocurren pérdidas conscientes, probablemente evitables, pero no,…esas no. Si sé que voy a perder algo y no hago nada por evitarlo: ¿lo estoy realmente perdiendo? ¿O simplemente prefiero que siga todo otro rumbo, quizá también inevitable?

Casualidades.




*Solo por la imperiosa necesidad de escribir sobre lo que prosigue se omite la continuación de la serie iniciada anteriormente y que gira alrededor del concepto de hipocresía humana.

Hipocresía crónica (Introducción)

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22/7/07

Intuyo, de ese modo no tan primario como suele creerse, que muchas de esas hojas oficiales, habrán tratado ya el tema de lo que en mi común sentido, defino como hipocresía humana. Cierto también que no por el simple hecho de pertenecer a lo que viene llamándose la producción científica, deben esos textos de haber encontrado una respuesta ajustada a lo que en mi modesta realidad, la forma de la hipocresía se presenta. Aunque lo segundo no lo intuyo, simplemente lo dudo, lo científico también proviene de lo que la mente se plantea, por eso lo mío, aunque carezca de su método, no por ello pierde su sentido. Porqué esas dudas, parte adyacente de mi carácter escéptico y profusamente dialéctico, son por lo que en este preciso momento me asomo al balcón de la duda que persigue mi existencia reciente, que no es otra que encontrar las raíces de tal carácter corrosivo, que así deja que se desarrollen los desencuentros humanos, sin que una solución plausible, con ciencia o sin ella, haya mostrado signos de imponerse.

El caso concreto, sin embargo, es menos amplio de lo que algunos pretenden, más a mi entender*, el concepto hipocresía se reproduce en la mente colectiva de modos tan diversos y borrosos, que cualquier aproximación científica, en cuanto al empirismo que la utilización de este método implica (o debería), está irremediablemente destinada al fracaso. Es por ello que lo que aquí propongo es concretar una definición simple; cierta a ojos de aquellos que así quieran verla, equívoca por parte de los atónitos ante la complejidad aparente, o incompleta por tantos de nosotros que no entendemos la vida sin la permanente incógnita. De ese modo, eludiendo cualquier resolución empírica, es posible encontrar la satisfacción en una definición.

Porqué si puedo ahora defender mi primera conclusión, ésta es que no más cierta es una conclusión, si la misma no consigue englobar nuestra percepción de aquello sobre lo que pretende concluir, por mucho que el papel en la que se imprima sea el mismo que se apoderó del derecho a no mentir.

*Partiendo de la premisa que todo lo que uno traduce de su ser consciente, inconsciente o de aquello que le influye y le absorve, voy a dejar de puntualizar mis opiniones y de anotar que de eso se trata: de mis opiniones; y asumir así, por parte de todos, que aquello que aquí viene contenido no es más que precisamente eso: una opinión.

De 9 a 14

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4/7/07

No siempre he trabajado para viajar. Algunas veces no he trabajado, otras al final no salió, o simplemente no me acuerdo de qué, pero la pereza me superó. Pero lo clave es el hecho de comprar libertad a cambio de tiempo. En esta ecuación el término tiempo es fácilmente sustituible por esclavitud, debido a la enorme injusticia que impera en el mercado laboral (de liberal). Hace unos meses llegué a la determinación de no dejarme explotar nunca más, y de no aceptar un trabajo simplemente por la necesidad del dinero. Evidentemente mi situación me lo permite: no tengo gastos fijos importantes y aunque el hecho de ser estudiante implica cierta dependencia paterno-filial, sin duda ésta es mucho mejor, o por lo mucho menos traumática que no la banco-hipotecaria. Evidenciando por supuesto el hecho diferencial (que no insubstancial), que mis padres nunca me van a pedir el dinero prestado, más bien me lo proporcionan a fondo perdido, en cuanto los bancos no solo te lo piden generosamente cada primero de mes, sino que encima te añaden un buen pico por su "amabilidad".

La pregunta que plantea esta reflexión acude a mi cabeza después de pasar por ese proceso previo de dialéctica interior al que todos nos sometemos. Es buscar la idea adecuada que cumpla todas las condiciones a aquello sobre lo que sé quiero escribir. Empezando por la muchas veces insatisfactoria experiencia del trabajo veraniego, consigo llegar al resumen adecuado que me interroga acerca de la posibilidad de cambiar aquellas rutinas que no conseguimos nunca evitar. En este caso, mi rutina es el hecho de tener que trabajar durante el verano para, de algún modo, poder pagar el tiempo que vaya a disfrutar después viajando. Eso claro, a cambio de mi tiempo.

Afirmar que los bancos son una institución caracterizada por la filantropía que practican sería ridículo, pero también lo sería decir que los padres no esperan nada a cambio de sus préstamos a fondo perdido. Ellos ponen sus ilusiones en nosotros, y la autorrealización personal es esencial para la suya propia como padres, aunque nuestros sueños sean distintos y a veces opuestos. Sucede, que mis viajes son parte de mis sueños, por ende, los de mis padres, aunque no lo sepan y puede que recelen de ellos. ¿Pero cambiar libertad por esclavitud? Nunca más. Y digo nunca más por qué hubo veces donde me sentí esclavo por aceptar el trato que estaba recibiendo. Es por eso que embarcarse en la misión de pedir prestada libertad, acción que se lleva a cabo hipotecándose, no entra en mis planes inmediatos. Como ya no más dejarme pisar como el último eslabón de un sistema que por otra parte sin peones no funcionaría.

Pero: ¿Estoy, rechazando el concepto que yo tengo de esclavitud, cambiando mi rutina veraniega? La respuesta más ajustada sería que no del todo, ya que sigo trabajando por debajo de lo que considero que puedo aportar, si más no, de lo que yo soy capaz de hacer. Lo cierto es que hay muchísima gente infravalorada. Diría que solo una minoría recibe lo que merece, gracias a que unos muy pocos, pero muy cabrones, reciben más de lo que deben. No es el tema de hoy analizar el por qué.

Lo importante es que hoy elegí tiempo y libertad. Elegí viajar y vivir mientras adquiero esta libertad. Así puedo ser libre por las tardes y seguir apostando por esa libertad a medio plazo, esa libertad que se materializa en setiembre.

Uno de los principales errores es no vivir durante un tiempo a cambio de aquello que ambicionamos y que financiamos a cambio de no ser dueños de nuestra vida durante aquel tiempo. Hay que encontrar el modo de sentirse siempre libre, por lo menos una parte del tiempo. Si uno pierde su libertad la vida se le escurre entre sus manos. Y si se escurre lo único que de verdad nos pertenece: ¿Qué nos queda?

¡Luchemos para que esto no ocurra!

Lo que falta a los alemanes

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15/6/07

Decía Nietzsche, un tipo que murió solo y sabio, que en nuestros días se ha perdido la noción de pensar. Incluso en las universidades, por aquellos estudiosos de la filosofía, "la lógica empieza a extinguirse como práctica, como teoría, como oficio". Si esto lo decía a mediados del siglo diecinueve -ya dos siglos mirando atrás-, no menos válido continua siendo hoy. Las faces de la modernidad mucho tiempo atrás nos invadieron. Ya son algo intrínseco a nosotros; el haz y no mires lo que pisaste, en este extraño lugar contemporáneo, es el mensaje que responde a todas las angustias y despropósitos, no sea que pararnos quietos por algún momento provoque un desparrame de neuronas, que nos conduzca a pensar.

Aunque bien es cierto que todo acto de reflexión, como el buen amigo Friedrich ya nos anunciaba, como el baile, requiere de su entrenamiento particular; sin el hábito los resultados son los de un bailarín torpe. Si la lógica no impera -aquella que se deduce mediante la discusión interior, a través de la cual procedemos con acuerdo ulterior-, ¿a que nos conduce la acción? La técnica moderna, subida en una nave ultrasónica, es aquella moldeada entorno a la comodidad: mascan por ti, barajan por ti, reflexionan por ti, piensan por ti. ¡No hay tiempo a pararse! ¡No hay tiempo para dormir! Deja que lo hagamos por ti, déjanos ayudarte, tu solo haz, actúa, pues no vas a estar mucho tiempo aquí, coge manzanas de los árboles, pues ya no más son frutos prohibidos; agárrate con fuerza a este tren veloz, ya mañana quizá no venga otro; desprecia si hace falta, pisa si no alcanzas, ¿perdón de qué? ¡No hay segundo que perder! . Acción, esto es lo que cuenta. Lo demás no importa: eres afortunado, hazte socio de una ONG y listo, no hay remordimiento que asome.


Nietzsche murió loco. En realidad, él murió como el más sabio de los hombres, rodeado de un mundo infestado de necedades y vicios que él solo parecía ver. Los que le sobrevivieron fueron quienes le trataron de loco, calificativo habitual cuando, por el carácter distinto de los argumentos, no se llega a comprender quien con tanta locuacidad rompe con la tradición más injusta. Probablemente, alguien que tantos martillazos propinó alrededor, a los que a tantos descubrió el rostro y avergonzó a golpes de verdad, acabase enloqueciendo, superado por un mundo hipócrita y vil, donde solo unos pocos se atrevían a pensar, no hablemos ya de actuar. Pero este es otro asunto, mucho más complicado sin duda. Primero hay que aprender a pensar, luego ya pasaremos a la acción.

Alguna vez oí que somos lo que hacemos y no lo que pensamos. Si no somos capaces de pensar, y hacemos lo que piensan que debemos hacer, ¿entonces qué somos?

Soneto al incordio veraniego

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1/6/07

Habitante impasible de la noche,

principal quebrantador de los nervios.

Invitado de los que salen ebrios

a golpe de balde, de darle al ponche.


¡Cobarde! Te descubres a las once,

solo cuando ausente la luz y el genio

tu zumbar de trompetilla rompe el tedio y

termina hacer por levantar las voces.


No es debido a que seas tu la hembra

es más por esto otro: porqué te escondes

y por la piel mañana, cuando quema.


¡Ay! Si por alguna vez me dieras tregua;

no te perseguiría mientras jodes

a los demás que también tienen lengua.


Solo un poco de humildad

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19/5/07

Hoy quiero pedir perdón a todos aquellos que padecieron mi libertad.

A los que no escuché mientras hablaban,

A los poetas y escritores que no sufrí por terminar: no os soporto y os pido perdón por ello,

Muy especialmente a quienes vieron los recuerdos que, muy a pesar mío, tuve que dejar en alguna que otra esquina por la dicha de mi tos crónica (admitámoslo ya),

Por impedir que vieran aquellos que les tocó estar a mis espaldas,

Por las risas crueles y cínicas con las que a veces redimo mis carencias,

A todos los que debí dejar cruzar: a veces no paré por no veros, algunas otras por sentíir envidia de no ir andando,

Por todas las llamadas que prometí,

También debido a las fuerzas que flaquean y tanto me impiden ayudarte,

Por la fortaleza que no consiguió que la sinceridad hablara,

Por la envidia que sentí,

Por ahorrarme aquellos elogios,

Por apagar la luz en el momento que Yo decidí hacerlo,

Consuélame por todo lo que no hice y debí hacer,

Por todo el papel que usé,

Por decir lo que quiero y no lo que [debo]siento,

Por todo para lo que se me olvidó pedir perdón,

y perdón, por favor perdón por escribir perdón y no pedir perdón.

Sucede (ideas contenidas)

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10/5/07

Puede que fuera aquel día que comiste alubias con chorizo y te entró uno de esos apretones que duelen de verdad; Puede que fueran solo las ganas de tirar-te un pedo mientras estabas en aquella exposición, por cierto, a la que asististe como un verdadero intelectual: wikipediando al autor, citando a contemporáneos, contextualizando la época de las pinturas,... Puede que fuera ese día o cualquier otro en el que saliste disimuladamente de la sala 2 para liberar gustosamente tu excedente de metano corporal. Aquél día, en el momento de gran placer que supuso aquel alivio gastrointestinal, tuviste la mala fortuna de que tu pareja, a la que conociste una semana antes, no sin grandes esfuerzos ni sacrificios económicos, siguió tus pasos hacia fuera mientras te veía abandonar la sala 2 pensando que algo malo te ocurría.

Muchas veces te preguntas porqué después de la primera cita nunca más vuelves a saber nada. Esa vez no lo hiciste.

Todavía no.

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25/4/07

La espera impaciente.
Patología habitual
que
resuelve la duda principal:
quien aguarda nunca resuelve.

Corazón inexperto
que nunca aprende
en cambio,
que siempre pretende
soñar que cierto,
el momento llegue.

Vuela y vuela antes que ascienda
Alto, ¡más alto!
más:
¡Alto! no es a ti a quien esperan.

Son ellos que resquebrajan
la imagen del momento que barajas,
...los canales y ciclos sin riendas
...los que aparecen en la nube

Son las enmiendas,
las de la urbe.

Anarchy

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19/4/07

¿Alguien se ha aventurado nunca a contar el número de días que puede vivir? Probablemente, plantearse algo así resulta a primer golpe de vista demasiado ambicioso o pretencioso, más por el hecho de no saber, a priori, los días que nos quedan por vivir y no querer arriesgarnos a cagarla en sobremanera, que no por la curiosidad de conocer cuantos días exactamente pueden ser. Aunque quizá puede que el número de días que viviremos no nos diga mucho, puede que pienses: "menuda chorrada". Sin embargo, y por seguir adelante con mi propósito, que es a lo que me debo, podemos hacer cálculos aproximados si, tan amantes como parece que en esta sociedad somos de las estadísticas, hacemos el producto de la esperanza media en España. En este caso (el mío) voy a tomar la esperanza de vida al nacer de los hombres: 77 años (no está nada mal teniendo en cuenta que en países como Afganistán es de 42 en ambos sexos). El resultado de cada uno de los años por el número de días por año (en este caso pasé de los años bisiestos) es de 28.105 días en la vida de un hombre medio (y no creas que no me repatea el término "medio"). Y eso son un montón de días, ¿verdad? Para aquellas curiosas que leéis ésto, deciros que si, las mujeres españolas viven más (de media, no lo olvidemos). Concretamente 83 años, que traducido a días son 30.295. Es decir, 2.190 más que los hombres.

¿Y esto a qué nos conduce? Pues la primera reflexión que podemos hacernos, es que de mis 28.105 días, ¡sólo me quedan 19.710! Además, de los 8.395 que ya pasaron...la mayoría de ellos me los pasé o bien ensuciándome los pañales, o reventándome granos contra el espejo. Aunque la verdad, en contra de lo que pueda parecer, eso es algo que más bien me complace, ya que 19.710 días que me quedan por delante no son pocos, y tal y como me encuentro ahora,...bueno, con tantos días que tengo por delante, hay margen de mejora.

Eso, sin embargo, teniendo en cuenta que mi cuerpo cumpla los estereotipos del hombre español medio, cosa de la que dudo mucho. Además, las estadísticas, que nombramos y de las que hacemos proselitismo como si de la palabra de Dios se tratara (en caso que fuéramos creyentes), pueden contener muchos datos ocultos y engañosos. En este caso concreto, los 77 años no vendrían más que ser al nacer. Es decir: alguien con 1 año de vida tiene la esperanza (que bonito palabro) de cumplir 77 más. Sin embargo, una persona de 77 años no significa que vaya irremediablemente a morir dentro de aquel año. Su esperanza de vida entonces, evidentemente no va a ser de 77 años, aunque las propias estadísticas tienen en cuenta este factor, y puede ser luego de 10 años, por ejemplo. De ahí provienen muchos de los errores que se cometen más bien por ignorancia general. En un país africano que tiene una esperanza de vida de 37 años, como Zimbabwe, el dato en sí no significa que el país en cuestión esté vacío de viejos, más bien ese dato indica que por ejemplo la tasa de mortalidad infantil es muy elevada, haciendo descender la esperanza del conjunto de la población. Seguro que alguien se ha preguntado de donde salen los viejos africanos que ven por la tele cuando le están diciendo que la esperanza de vida es de 40 años. ¿Será que a los 40 ya parece que tengan 80? ¡Ay! ¡Las estadísticas!

Puede que ahora, después de esta breve clase de demografía aplicada, los 28.105 días del hombre medio, o los 30.295 en el caso de las mujeres, nos parezcan un poco más interesantes. Si más no a mí me lo parecen. En primer lugar por qué el día es la unidad básica de nuestra existencia: lo clasificamos todo por días y así todo lo sentimos. Tenemos sensaciones que engloban tal viaje, o aquél amor que nos llenó tantos días, aunque siempre recordamos qué hicimos éste o aquél día en concreto. Hoy mi día, y desvelando así el motivo que me condujo a desenvolver todo esto, estuvo condicionado por una increíble, una enorme y continuada sensación de sed. Salí por la mañana y solo entrar en el ascensor tenía sed , llegué a casa y bebí medio litro de un trago porqué tenía sed. Sed, pura sed de agua fue lo que condicionó mi unidad básica de existencia hoy. Uno de mis 28.105 días giró entorno a la sed que tuve...aunque los días, con la llegada de la noche, pueden también cambiar. Hoy puede que mi sed cambie...puede que tenga sed de cerveza. Si, creo que tengo sed de cerveza.

Círculos perfectos

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27/3/07

Te quitas lo sobrante, das un vistazo alrededor y compruebas que todo esté en su sitio; todo está dispuesto y entonces te metes en la cama; después de un primer momento en que el frío te invade, tu cuerpo va encontrándose a gusto y tu peso disminuye a medida que, gracias a la ropa que te cubre y abriga, el colchón te absorbe. Entonces cierras los ojos y tu mente empieza un viaje...

Unas veces el día vivido se asoma ante nosotros, otras muchas nuestra mente se traslada más allá; soñamos con situaciones imposibles, hacemos posibles situaciones soñadas. Pensar con los ojos cerrados, totalmente protegidos del frío exterior, sin ningún ruido perturbador, dejando todos los músculos fláccidos, descansando, provoca en todos que lo más deseado acuda a nuestra conciencia. Son sueños mientras despiertos. Son deseos pocos o ninguno de ellos plausibles, o eso creía...

Últimamente, durante esos momentos de placer, donde cualquier cosa se nos hace posible gracias a la voluntad de la noche, hay algo que frena mis pensamientos. Si empezaba a confundir lo onírico de lo consciente, en ese estado que entramos en el mundo de lo insospechado, del cual no volvemos hasta el cabo de unas horas, un pensamiento acudía a mi y me hacía perder la pista de todo el trayecto recorrido. La magia desaparecía: lo creíble volvíase irrealizable, los sueños pasaban a ser simples sueños y todo lo imaginado, sencillamente por haberse formulado en mi mente, se tornaba imposible.

Hoy decidí que tenemos la fuerza suficiente para ver realizado cualquier sueño, solo hay algo que nos lo impide, y es la voluntad que nos conduce a ella, que nos permite conocer nuestra fuerza. Aún así, de lo que escaseo es de la voluntad de creer en mi y en mis sueños.

¿De qué tenemos miedo?

Sé que aún me asusto, me da pánico, me aterroriza. Pero hoy supe que mi voluntad es lo único que necesito, de algún modo, para perder el miedo que me impide dormir mientras estoy soñando en aquello que sé real.

Cercanías

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5/3/07

"A veces me duele la cabeza de preguntarme según que cosas, en todas partes y de cualquier manera acuden a mi mente temas de lo más insólitos, aunque lo mejor de todo es que, sean ciertas o no, siempre consigo encontrar respuestas que me satisfacen."

Intenta imaginar que vives en una pequeña aldea de poco más de un puñado de vecinos, las casas todas ellas dispersadas por el monte y donde el centro del pueblo, si es que así se le puede llamar, está formado por una diminuta iglesia románica, con sus gruesos muros y su oscuro interior. Ésta se encuentra flanqueada por no más de unas pocas viviendas de alguna o ninguna planta, donde una de ellas es utilizada como oficina correos, detalle solo apreciable por el amarillo buzón de su fachada; a pocos pasos de allí vive el tendero, en una diminuta vivienda que es en su mitad comercio, uno de esos que parece que nunca estén abiertos, aunque en realidad nunca cierra.

Para ir de tu casa a la tienda, debes seguir el camino que baja por la colina -desde donde el campanario siempre es tu faro-, bordear el bosque que se asoma, y superar el repecho a partir de donde se suceden tus vecinos. Aunque por sus características no pueda definirse como tal, ya estás en la calle principal; desde allí puedes ver la puerta de la iglesia, y justo en frente, el lugar donde vas a comprar un poco de conversación. Como cualquier mañana, pasaste por casa del ganadero, el caserío frente el cual los campesinos continúan con su interminable tarea, y por delante de casa del alcalde, que ostenta este cargo más por tradición que por vocación. Saludaste, como cada día, a todos ellos. Dejaste mensajes para aquellos que esperabas encontrar y no fue así, e incluso te detuviste a comentar banalidades con alguno; ir a la tienda se convierte en una excusa para poner al día los asuntos concernientes a lo que menos trascendencia tiene, pero que más a todos incumbe; se habla incluso de lo que ocurre un poco más lejos, aunque realmente no le afecte demasiado a nadie, con las nevadas que siempre caen en un lugar como éste, la guerra en Irak o la paz en Sudán.

Ahora piensa en la ciudad; en tu vida allí. Te cruzas sin mirar, te asomas sin mostrar ningún tipo de emoción. Posas tu ser en el vagón del metro con los auriculares rezumando autismo ante lo que te rodea, sumergiéndote en páginas que te transportan muy lejos de allí. Lo que sucede a dos metros de ti no te causa la menor impresión; no despierta en ti el más mínimo interés. Sin embargo te bombardean con campañas mundiales, con noticias que provienen del congreso de Kinshasha, que según ellos tanto va a influirte, respiras aromas del Caribe y escuchas música eslavo-índica. De camino al supermercado, donde los empleados siguen en la posición en la que los dejaste la semana pasada, te cruzas con más de una mirada conocida; son del barrio y puede que te preguntes que harán en sus vidas, cuanto querrán a sus hijos o a que equipo de fútbol siguen; a veces incluso te es sabido su horario de trabajo, así es: tenéis el mismo horario, sus bostezos te son contagiados por él y tu cansancio al volver se nota también en sus ojos. A pesar de ello, ha de pasar mucho tiempo para que les saludes.

La vida en la ciudad hace que nos empeñemos en ahorrar calor humano. Consideramos un desperdicio mostrar una sonrisa con quien a las ocho de la mañana topamos. Consideramos que saludar a alguien a quien conocemos, con quien compartimos más de lo que creemos, es desperdiciar nuestro tiempo, obligándonos por ello ya siempre más a saludar, quien sabe si incluso debido a ello nos obligemos a mantener una conversación de ascensor, que desde luego es lo último a lo que deseamos enfrentarnos.

En cambio permanecemos atónitos contemplando las imágenes que nos hablan de una hambruna de la que nunca vamos a saber nada de cierto; nos escandalizamos por la paliza que alguien recibió a cinco mil doscientos kilómetros de nuestra casa, de la cual nunca vamos a sentir ningún dolor; nos reímos de las bromas que un inglés hace sobre un alemán, sin haber conocido nunca un inglés o un alemán; pretendemos sufrir por algo a lo que no nos sentimos unidos por nada, por mucho que se empeñen en decirnos lo contrario. Sin embargo, no vamos a permitirnos de sufrir por lo que si nos sabemos responsables.

Nos detenemos a contemplar lo que ocurre muy lejos para evitar sentir que algo nos incumbe muy cerca de nosotros. Cuando algo ocurre a nuestro alrededor nos ponemos los cascos y seguimos leyendo algo que sabemos que no es cierto, que sabemos que alguien conduce y que no va a molestarnos; que podemos controlar simplemente dejando de leer; girando la cara o fingir que no vimos. Si hay alguien que nos necesita de camino a cualquier parte, no nos incumbe.

Por eso evitamos saludar, para evitar que nos importe, para evitar sentirnos responsables. Creemos que siempre hay alguien que lo debe ser por nosotros, así todos eludimos lo que es de todos, y nadie hace lo que debe hacerse, que es responsabilizarse.

Yo soy el primer culpable, a pesar de que esté convencido de que en los ascensores nacieron grandes amistades.

Slaughterhouse 3

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27/2/07

Las sensaciones que experimentamos por vez primera nos resultan extrañas por el hecho mismo de su novedad. Algunos reaccionamos con escepticismo frente a ellas; éstos, los más conservadores. Otros abrimos los sentidos para intentar captar toda su esencia; los más positivos. Los primeros siempre serán los menos receptivos a experiencias novedosas debido a que acostumbrarse a la novedad no es algo fácil, muchas veces puede incluso requerir años de aprendizaje, y eso a quien de carácter es más bien proteccionista siempre le va a resultar más difícil. Porque disfrutar también implica comprender, asimilar y profundizar en esas sensaciones; no es un acto meramente espiritual, más bien es mental, requiere un proceso reflexivo basado en la experiencia. Lamentablemente, aquellos que se quedan con la primera impresión de los impulsos novedosos, inexorablemente le van a ser restringidas las sensaciones que más riqueza nos aportan.

Me explico: podemos encontrar distintas clases de sensaciones, unas más simples, más fáciles de comprender, más usuales y también más genéricas, como pueden ser: la tristeza, la alegría, el enfado, la rabia o la indignación, las cuales podemos identificar rápidamente aunque puede que no sepamos exactamente de donde provienen. Por otro lado, experimentamos sensaciones más sutiles, complicadas de definir, quizá lejos de alcanzar, que son aquellas provocadas por composiciones complejas, motivo por el cual muchos las rechazan, sin imaginarse lo que detrás de ellas se esconde, sin tan siquiera intentar escarbar un poco para ver que hay más dentro, en sus entrañas.

Así sucede a muchos con el Jazz (en mayúscula, sí). Vas un día y te pones un disco de Miles Davis -por ser el más de lo más, el que todo el mundo conoce y adora, al que no hay quien valor tenga de despreciar-, sin ser consciente de lo que realmente estás haciendo. Termina el disco -eso si llegas al final- y piensas: bueno, no es para tanto; pasa algo por tus oídos, pero más bien de largo. Sabes que éso tiene que ser bueno, porque te lo dijeron, quizá porque intuyes algo, aunque no eres capaz de identificar nada concreto. Y ésta es una sensación que muchos no están dispuestos a afrontar, que muchos rechazan, por no comprender que para disfrutar de ella hay que recorrer un camino. Un camino, lo más bonito del cual es que no tiene fin.

Como el niño que aprende a hablar, a escribir y así va adquiriendo más conocimientos, el jazz, como tantos placeres que tenemos al alcance, no es sino otro aprendizaje más, durante el cual las sensaciones van enriqueciéndose progresivamente; así, nuestro primer disco de jazz va a resultar extraño, va a parecernos un conglomerado de sonidos a destiempo y sin un destino definido, pero a medida que nos sumerjamos en el universo de las notas, las variaciones, los instrumentos, la armonía de la música nos será desvelada poco a poco, y su esencia se mostrará ante nosotros como la luz que algún día intuimos y que por fin nos deslumbra.

"Una vez fui raptado y violado por el jazz,
un trauma del que nunca me voy a guarecer"

Mundo caníbal

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18/2/07

Uno que sabe dijo un día que preocuparse en lo que los demás dicen de ti es pensar continuamente en ti. Eso que puede resultar tan obvio a primer golpe de vista, tiene una trascendencia mayor si nos fijamos bien; en primer lugar, podría parecer que quien tan preocupado está por lo que de él se habla es alguien débil y sin estima propia, por eso tiene que refugiarse en las opiniones del resto para justificarse, o para caer en un pozo de depresión si estas no le satisfacen. Sin embargo, en segundo lugar, el hecho de depender de las opiniones de los demás puede ser al mismo tiempo, aunque no complementariamente, síntoma de poseer un ego desbordante. ¿No es cierto que aquellos que tanta energía retienen para si mismos, mucha deben de recibir?

Independientemente del tipo de persona que seamos, si nos importa o no lo que los demás piensen de nosotros, así como si somos frágiles o por contra poseemos un gran ego que nos proporciona seguridad, que duda cabe que los demás nos ven de un modo determinado; hay un conjunto de sensaciones que captamos cuando entramos en contacto con las personas de nuestro alrededor (el trato que recibimos, la atención, la credibilidad, el tono, el cariño, la dependencia,...) que ayudan a construir nuestra personalidad social, e intrínsecamente forma nuestra propia personalidad, aunque es un proceso recíproco.

En cuanto a los demás, podríamos distinguir entre los cercanos, los conocidos y los extraños. Usando la misma categorización, nos podríamos atrever a considerar a la opinión de los primeros como la de más importancia -independientemente de la importancia que nosotros le demos-, para lo que podríamos llamar nuestro EGO SOCIAL, y así sucesivamente hasta la opinión de los extraños, que en principio es la que menos influencia tiene para nosotros (aunque puede que en algunas personas, como los políticos, sea de vital importancia, incluso si a ellos mismos no les importa en absoluto). De ese modo, y a través del contacto con las personas, que invariablemente nos transmiten sus percepciones sobre nosotros, en un acto que constituye la base esencial para la formación de las redes sociales, vamos modificando nuestro propio Ego, así como el Ego social, que no es si no aquél que de todas las influencias humanas externas adquirimos. Así pues, bajo mi punto de vista estos dos términos estarían relacionados, en cuanto alguien de quien nadie tiene una opinión positiva, y que constantemente recibe estímulos negativos de su entorno, difícilmente va a ser una persona egocéntrica, ya que el ego de éste no podría sostenerse bajo ninguna opinión para crecer lo suficientemente como para considerarse alguien egocéntrico. Por otro lado, la misma imposibilidad de mantener un cierto aprecio por uno mismo (base sobre la que se mantiene el ego) genera un tipo de carácter más bien pesimista y fatalista: "si nadie dice bien sobre él, no hay bien que él pueda hacer".

Así caemos, en la sociedad en la que vivimos, en la voluntad de los demás, y por eso la relación que con nuestro entorno mantenemos influye de tal manera en nosotros mismos. Aquellos que son egocéntricos lo son porque se le es permitido. Sin embargo, puede que aquello que hace expresar nuestros sentimientos respecto a alguien provenga de prejuicios, como podrían ser los que generan el estatus social, determinado enormemente por lo llena que lleves o no la cartera. Alabamos o maltratamos a alguien dependiendo del dinero, los amigos, las influencias o el lugar donde viva, despreciando al individuo por lo que realmente es. Fingiendo de ese modo, conseguimos movernos por intereses, no por sentimientos, creando redes sociales ficticias, que se destruyen tan pronto esas personas pierden su estatus, o nosotros perdemos el nuestro. Entonces el ego se desvanece y dejamos de considerarnos importantes.

Es por todo ello que la trascendencia que otorgamos a lo que de nosotros se habla, no debe de ser más que la trascendencia que nosotros podemos atribuir a lo que de esas personas hablamos. Porque de otro modo, las apariencias solo sirven a nuestra vanidad, mientras que los sentimientos de aquellos que nos valoran por lo que somos, no por como nos vestimos, son los que nos proporcionan el ego necesario para superar la derrota, si un día perdemos todo lo demás.

Resbalones

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14/2/07

Hoy es un día soleado en el caos y todo parece volverse menos ataviado de estrés; los trillones de fotones que irradian la habitación constantemente, en un día más bien estrenado tarde, parece que me inviten a tomar unos zumos de fruta solar revitalizadora. A pesar de ello, el cambio de luz, que en términos binarios ha sido como pasar de cero a uno, rechaza por unos instantes la iniciativa de subir la persiana y me empujan a tirarme de nuevo en la cama, con la esperanza de quemar un poco más los restos de la noche anterior. Sin embargo, reúno las fuerzas suficientes y me levanto, recuperando la conciencia de mi existencia fuera de relatos oníricos, sumergiéndome en un gratificante chorro de partículas adecuadamente excitadas que me proporciona la ducha. Todo parece tomar cierto sentido cuando, al intentar aplicarme un poco de la sustancia dermo-purificadora, también conocida como jabón o gel de baño, lo más que consigo es unas pocas burbujas que se esparcen por mi mano, desapareciendo al mismo ritmo que intento, convulsivamente, extraer algún residuo aceptable. Sin resultado apreciable. Entonces, cuando después de frotar mis manos –con los restos que de las burbujas y el aire queda- con mi cuerpo, observando como el proceso no conlleva ningún resultado plausible, me entra un cabreo de esos que te hacen salir granos en la cara.

La importancia de disponer de todo lo necesario en un hogar va más allá del simple hecho de ser prevenido. En el caso referido, constituye además parte esencial de considerarse asimismo higiénico y además, muy importante, logísticamente competente. ¡Y yo no voy a pasarme el jabón de manos por los huevos! Como algunos hicieron…que para eso se le llama jabón de manos: m-a-n-o-s. Porque si levantarse, hacer el enorme esfuerzo de levantarse, abrir la persiana y dejarte inundar por toda esa cascada de energía solar, meterte debajo la ducha, disfrutar del agua caliente mientras tus sentidos van acostumbrándose al nuevo entorno, y luego que TÚ jabón, qué TÚ has comprado, que TÚ has previsto que esté ahí, y que OTROS se han fulminado, dejándote a TI las burbujitas de aire (poca menos decencia es aún dejarlo vacío y no tirarlo a su correspondiente cubo de reciclaje); si eso a TI no te cabrea, si de verdad no te pasarían por la cabeza escenas violentas con tus compañeros de piso como protagonistas, es porque TÚ eres el típico cabrón o la típica zorra que utilizaría MÍ jabón durante un mes, y que, no solo ni tan siquiera compraría otro cuando se fuera a acabar, sino que tendrías los santos cojones de terminártelo y dejarme las jodidas burbujas con las que hoy, un hermoso miércoles soleado, he debido conformarme para frotarme los huevos.

El sol ya se oculta detrás de los edificios; la silueta de la ciudad se vuelve a hacer visible y el caos empieza a reinar de nuevo. Aunque: ¿quien pretende orden en un mundo donde ni el jabón tiene el respeto que se merece?

Ahora que la noche empieza a ganar la batalla, mi día empieza a esclarecerse: puede que comprar un jabón de dos litros ayudara en ello.

¿A ver quien tiene huevos de dejarme las burbujitas esta vez?

Blow

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13/2/07

“El sueño de la razón produce monstruos”
(Francisco de Goya)


Cuando uno llega a pensar que la existencia es solo cuestión de azar, que nada tiene el más remoto sentido más allá de la simple conjugación de hechos que permitieron, en un espacio y tiempo exacto e improbable, la capacidad de la duda para la existencia humana, la vida acontece para él como una sucesión de experiencias y tareas inconexas, fruto de la inexistencia de un destino. Atesorar esos pensamientos, confusos pero a la vez tan ciertos a ojos de quien los padece, no es más que otro de los síntomas de una sociedad sin rumbo, o una nueva prueba de que aquellos valores por los que tantos perecieron, en nombre de los cuales masas enteras se lanzaron al abismo, nos han dejado de ser útiles. Por muy desgraciados que nos sintamos al no poder resolver nuestras incógnitas, no debemos permitir que nuestra debilidad recaiga frente la voluntad del grupo, por que de ese modo muchos adoptaron religiones, en el nombre de las cuales mataron y dejaron morir. Unos se hicieron cristianos, judíos, musulmanes o hinduistas, otros tantos asesinaron en nombre de la ciencia. Ahora que todo perece en el mundo de los sinsentidos, donde el cinismo impera y la inmoralidad se expande, solo la voluntad de los más fuertes, aquellos capaces de emanar de su propio manantial toda la fuerza necesaria, solo su voluntad, solo su persistencia, permitirán alcanzar la paz eterna. Olvidémonos de aquello que nos hizo daño, pero no por ello sucumbamos al kaos.

Si la construcción del futuro significa dejar atrás cualquier atadura y tirarnos de cabeza al desenfreno de la voluntad de la nada, que nada consume y nada enriquece, pero que todo oscurece, no hay palabras que aquí sirvan, pero si creemos que nuestra propia satisfacción debe ser así, para todos los demás, mejor dejemos de gritar que NO tan fuerte, de RECHAZAR todo lo que se ofrece, y empecemos a PROPONER lo que de verdad algo contiene, DEFENDER lo que nos identifica, todo aquello que con la voluntad de la razón va a llevarnos hacia un lugar llamado DESTINO.


“El mundo de los sueños pertenece a la razón”

bichos de alcoba

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9/2/07

Se me aceleró el corazón pensando que me iban a dar treinta euros por mandar un correo a un programa de radio. El tema en cuestión es que siempre le regalan, al dueño de uno de los mensajes que reciben cada día durante el programa, un cheque por valor de treinta euros para gastártelo en un centro comercial, nada especial, ya sé. Nunca envié uno; hoy lo hice por primera vez y creí de veras que me lo iban a dar a mí! Nada especial, ya sé; nada especial más el reconocimiento de que el tuyo es el mejor, que no es poco cuando de un ego a mantener se trata. Y algunos pensaréis:¡Qué iluso!, aunque la razón de mi nerviosismo, y de la firme seguridad de que iban a decir mi nombre en el momento que leyeron el veredicto, era el motivo mismo de mi correo: el asunto que trataba era una noticia que publicaron uno de estos días en el periódico local de mi ciudad, y que llegó a mis manos ayer. El asunto es la detención, por parte de la policía, de un (ex)funcionario del ayuntamiento de un pueblo vecino, acusado de entrar en casa de algunas de sus compañeras de trabajo en su ausencia, vestirse con sus pijamas y su ropa interior, recrearse un poco (no especifica en qué sentido), y acabar masturbándose allí mismo. Me pareció genial. Es una historia con un filón inagotable. Lo cierto que ayer, cuando recayó en mis manos tal regalo, perteneciente a esa clase de sucesos que a uno le encantaría leer más a menudo en el periódico, por aquello de que la realidad supera a la ficción, y también por las risas que uno va soltando a medida que va descubriendo e imaginando más rasgos y detalles de tan inusual historia, éramos un grupo de amigos que lo comentábamos y desenlazábamos un sinfín de puntos muertos, escenas y resultados. La imaginación al poder; se nos ocurrieron situaciones y sacamos conclusiones para escribir un libro, propuesta que sin duda yo, no voy a tomar por descabellada.

El tema se pone más emocionante con el hecho de que el funcionario en cuestión estaba casado, además de vivir en un pueblo, donde como en todos los pueblos, todos conocen a todos, o todos conocen a alguien que conoce (figura derivativa que invariablemente conlleva siempre a una exageración de cualquier suceso que en el susodicho pueblo acontezca, con lo que siempre algo que fue uno acaba siendo seiscientos sesenta y seis). La pregunta básica a tales emocionantes detalles que todo ser considerado como normal se hace es primero el porque de lo que hacía, o el porque de lo que practicaba, o el porque de lo que, más el adjetivo que le queramos poner a ‘eso’. Cabe decir, sin embargo, que la pregunta se la hace una sociedad que por otro lado está de por si desquiciada, es decir: en la que todo ser al que aún no le han sido descubiertas sus enfermedades (pensemos que el sujeto fetichista fue considerado parte del montón de la normalidad más aburrida y absoluta a la que todos pertenecemos) se le considera ‘persona normal’ a todos sus efectos por el simple hecho de padecer el desquicio común, aceptado. Otra pregunta que a uno le viene a la cabeza (después de esta puntualización que me sentí obligado a hacer), ésta ya más morbosa, es la de como estará la mujer del hombre. Y ahí tocamos tema complicado… Esa si que es buena. Solo pensarlo me dan ganas de echarme en la cama y ocultarme detrás de la almohada; como cuando nos recorre esa sensación entre la vergüenza, el cinismo y la burla pura y dura. Vamos que yo creo, después del espanto inicial y superado el temor a ser cruel, que a la mujer le debe dar miedo incluso salir de su casa; la vergüenza que debe pasar, y las risitas ocultas de la gente al cruzársela por la calle, o de la vecina enemiga que todos tenemos en nuestra falsa comunidad, o las risitas descaradas, señalando con el dedo a lo inquisidor de los niños que la reconocen…vergüenza. Vergüenza es lo que debe sentir. Por no hablar de lo que tardará en superarlo; cada vez que se ponga las bragas, es decir, cada día, va a pensar en el desquicio de su marido. O incluso puede que se vuelva una sucia: en vez de cambiarse las bragas cada día,...ya sabéis, por lo de imaginarse a su marido con las bragas de la Pepa (nombre ficticio, que no cunda el pánico), ahí, mirándose al espejo y diciéndose qué guapa soy…¡Joder! O lo típico de este tipo de situaciones: atando cabos. Aquello pringoso que una vez encontró su madre en el álbum de fotos de…no no no no. Me estoy pasando ya. Ya le basta a la pobre con saber que a su marido le ponen, no las demás mujeres, sino ponerse la ropa de las demás. Si también se ponía la suya eso no se comenta en el periódico, aunque me imagino qué, a parte de notar algo sospechoso las víctimas por las viscosas manchas en las fotos de la boda, también se darían cuenta que las bragas les estaban grandes de golpe…sin duda que la optimista y poco escéptica que aún no sabe que también fue partícipe de tal mundo fantasioso, sigue pensando que milagrosamente adelgazó, o que su crío es un gamberro y le desordena los cajones. Esa si va a tardar en atar cabos…

Cuanto que podría hablar de él. Y tanto pensarlo que incluso le cogí cariño. Por que no lo neguemos: a parte de caerse de la silla la buena mujer, que hábil y suspicaz, como buena esposa en lo que referente a su alcoba acontece, compró una videocámara de vigilancia y desenmascaró toda la trama que el tranquilo alguacil se había montado para su satisfacción sexual, a parte del susto inicial y el mini-trauma-post-maníaco-sexual, el hecho tampoco conlleva ningún acto violento (físico), y tal y como está el mundo, ¡Qué coño! Unas pajillas pensando en ti tampoco está tan mal, incluso pueden hacerte subir el ego, ¿no? Puede que incluso surgieran ya envidias en la oficina consistorial para con las que fueron objeto por parte de las que no lo fueron…En fin, que lo peor de todo (para él) o lo mejor (para la parte del mundo que no tenemos la suerte de chupar del funcionarado), es que ése hombre no mucho más anormal que la mayoría, consiguió, como un amigo mío dijo entre risotada y carcajada, algo que muy pocas personas alcanzaron: que le echaran de la función pública.

M'O Roots!

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2/2/07

How cool is that baby! Va deixar anar Michael Abene després d’adonar-se de la presència d’un nen de ni tan sols un calendari d’edat. Evidentment la criatura no anava sola; restava recolzada als braços protectors de la seva mare i de la melodia que com si de les sirenes es tractés, sonava virtuós procedent d’una banda d’unes vint figures, imnotitzant als privilegiats que van embarcar-se en aquell viatge de destí incert. Aquelles figures, no siluetes reflectides davant la llum, sino centres amb llum pròpia, capaços d’il·luminar i guiar a qualsevol embarcació que desvariés sense rumb a quilòmetres de distància, només necessitàven d’una nota inicial per emportar-se les ànimes que els envoltàven. L’elogi d’allò inexplicable, en diria, o l’excepció de la virtud.

Inspirats per la música que ahir va omplir tots els racons d’aquell vaixell durant més de dues hores i mitja. Si! Gairebé tres hores de qualitat musical d’ordre superior, referències místiques a l’amic Brown, que més que anar-se’n, semblava que hi fos més que mai, o de tambalejos propis de l’altre peça, un que sabia quan una noia valia la pena fregant-li el canell, un tal Ray Charles que va semblar ressucitar al Palau de la Música, tots els privilegiats que ahir vam pagar el que podia semblar una bajanada ens en vam anar pensant que haviem pres el pèl als que ens van vendre les entrades, que si alguna cosa com allò s’hagués conegut a priori, difícilment ens hauriem pogut permetre de pagar-les! Però precisament això de bo té la música, que tot i ser matemàtica no és ciència exacte, i per què allò d’ahir passi de nou t’has de conjurar als astres, a Zeus Al·là i els Déus Pigmeus. Jo només puc dir: gràcies Maceo per ser prou intel·ligent per lligar-te a tants fars que alguns veurien ombres possibles, però les llums dels quals tu saps fer que passin a formar-ne una de molt, molt lluminosa.

Aquell nadó no va dir res durant més de dues hores i mitja. I no va dir res perquè no podia parlar, que si hagués pogut expressar el que sentia s’hagués posat a plorar d’alegria, de felicitat per tenir una mare com la seva que, en comptes de deixar-lo a casa amb la cangur adolescent-bisbal-adicta, se’l va endur a gaudir del què per mi i per molts va ser un dels millors concerts que recordem. “Quina sort! -devia pensar-, d’aquesta no me n’oblido…” Tanta pau corria per dins seu, tanta seguretat del lloc on es trobava, tant segur d’entendre-ho tot, tant o més que quan creixia dins el ventre de la seva mare; aquell nadó ahir creixia alhora que un mite ho feia dins meu: el mite d’aquells que tenen la virtud per aplegar-se i parlar-te un idioma que no sap què són les fronteres, un llenguatge que l’únic que fa és entrar dins teu, agafar-te, treure’t a ballar i no deixar-te ja mai més escapar.

Fast.

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24/1/07

Salió del vagón y siguió, resignado, la amalgama de señales que de color verde le indicaban su camino a casa, o por lo menos el que le acercaba allí. Concretamente a cuatro calles, tres pasos de peatones con sus respectivos semáforos, un vado de fango amañado por unas obras interminables, una gasolinera con riesgo de atropello por las motocicletas de la pizzería de la esquina, y probablemente a un encuentro con una de sus pesadas vecinas, que si no preguntan por cualquier asunto altamente superfluo a su entender, de temática probablemente vecinal; la fachada que pintar, una antena que colocar o ¡que sé! un platillo volante que aterrizó en su balcón, probablemente esté sacando a su siempre estruendoso, irritante e insoportable perro ladrador.

Así, cada día perseguía las mismas indicaciones y repetía los mismos trucos urbanos; intentar entrar, si no está el tren ya llegando, en el último de los vagones, ahorrándose así unos segundos, en su destino, evitando recorrer todo el andén a contracorriente del resto de seres que, hábilmente, ya tomaron esa decisión. Pero eso, solo cuando hay tiempo para ello, ya que curiosamente, o como él de hecho atribuye: debido a la más grande de las maldiciones suburbanas, la boca por la que debe meterse se encuentra justamente en el lado opuesto por el que, unas sacudidas y estaciones más adelante, va a tener que salir. Por qué a veces justo desde arriba ya vislumbra los faros aproximandose al andén, o incluso antes de poderlos ver, le oye: entonces a correr, y no porqué él pretenda correr, sino porqué se ve empujado a ello por todo el gentío que se pone a galopar a sus espaldas. Entonces, después de sentirse una sardina en corbata unos minutos, se encuentra persiguiendo carteles verdes; ya solo le queda subir las escaleras mecánicas (recostado siempre a su lado izquierdo y evitando así que aquellos que extrañamente tienen tanta prisa para alcanzar el final de algo que no saben si realmente está allí: la siguiente lata, le arroyen en su frenética carrera), pero eso sí, sin tocar el cultivo de gérmenes que la cinta, gracias a las sucias y sudorosas manos de muchos ha llegado a convertirse. Acto seguido le toca girar a la derecha, bajar siete escalones, un puñado de metros hacia adelante, volver a subir los mismos siete escalones, girar esta vez hacia la izquierda y entonces el momento del pasillo, el túnel, el via crucis, el corredor de la agonía civilizada…el interminable, monótono, cansino, odiado, repetitivo, eterno pasillo.

Unas pocas personas -las más lejos quizá a unos doscientos metros-, con su calor corporal todas ellas, incrementan, invariablemente, la temperatura de un túnel completamente cerrado, sin ventilación, de doscientos metros de largo, de un modo, además de considerable, proporcional al asco que cada uno le tenga. Si encima tres es la altura a la que nos estamos refiriendo, y las pocas personas no son tal, son multitud, son una marea de cabecitas que a lo largo parecen moverse arriba y abajo en vez de hacia atrás y adelante, con su ritmo egoísta en las orejas, su ritmo acelerado en los pies y sus trayectorias zigzagueantes cuando no enfrentadas, el resultado previsible cualquier día, aquél día, es pararse en mitad de la penitencia, poner espalda contra pared, empezar a sudar, a respirar entrecortada y convulsivamente y padecer allí mismo, ante la mirada incrédula de todos los anónimos transeúntes, un cuadro clínico que solo un buen puñado de ansiolíticos, calmantes, estabilizantes, conservantes, colorantes y su puta madre con todos ellos puedan ser capaces de remediar.

Liev

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11/1/07

Cuando te enfrentas al reto de leer un libro que de antemano sabes que va a arrastrarte durante un largo periodo de tiempo, por la trascendencia que eso supone, la decisión que a ello te conduce no debe tomarse a la ligera. La respuesta lógica a esta afirmación es evidente, ya que además, sabes que aquel libro, por la densidad y extensión en la que está constituido, va a exigir de ti una gran capacidad de concentración, dedicación y de motivación al abordarlo; además, un acto de capitulación en tus ideas una vez iniciado el camino, provocaría, primero, una merma en tu autoestima para afrontar nuevos retos en el futuro, y en segundo lugar, podría hacerte perder quizá la oportunidad única de leer una historia realmente increíble, imprescindible.
A pesar de lo dicho, sucede habitualmente que un día nos levantamos con la entera convicción de llevar a cabo tal o cual propósito; uno de estos días puede que se nos ocurra el de leer un libro de mil quinientas páginas. Talvez algunos lo llamarían un despropósito, aunque si algunos (y no pocos) hemos llegado a tal decisión, aunque nos parezca que ésta la hemos tomado un día al abrir los ojos, libremente, no es menos que porque hay una serie de indescifrables e innumerables razones que nos han conducido indefectiblemente a ello; una de ellas sin duda es porque identificamos detrás de las palabras del nombre del libro y del autor del mismo, algo extraordinario.
Yo acabo de terminar ‘Guerra y Paz’. Hace treinta minutos. Y al decir esto puedo afirmar también que siento un gran orgullo por este mismo hecho. La tarea de concebir una lectura como esta no es nada fácil; los mecanismos que me han conducido durante todas y cada una de las páginas me son misteriosos, así como la concepción del tiempo que transcurre dentro de la novela, y todo el que ha transcurrido leyéndola. La capacidad de absorción que una obra de estas características contiene, que hace que los personajes se vuelvan más y más reales a medida que su vida, como la tuya, avanza, así como la innegable identificación personal con la historia, te lleva a elevar lo que acabas de acometer a los más altos niveles de elogio y abstracción, llegando a afectarte de tal manera que no hay modo de separarse de ello; la novela acaba por formar parte de ti; el autor acaba por entrar en tu corazón y aquél tiempo que León te dominó parece algo imposible.

Necesito reflexionar más a fondo sobre lo que hoy termino;
necesito fuerzas para tomar un nuevo rumbo.
Voy a escribir más sobre él,
la afección que me genera no hace más que empujarme a ello.

Waching 'Regreso al Futuro'

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8/1/07

¿Qué es lo que hace que la escritura fluya, que la combinación de palabras sea la exacta para que parezcan que cada una está donde debe estar, qué ninguna de ellas sobra o está de más? La fórmula que desvela como hay que situar esas palabras lo lleva uno impreso en su alma, aunque la técnica que permite sacarlo de allí solo se aprende con el tiempo. Puede que haya personas, como Kafka, que de inmediato las desvelen, aunque puede que a personas como Kafka esa fórmula se les presente de tal modo que escribir le parezca la más fácil de las tareas, cuando al resto de los seres mundanos nos suponga una gran carga emocional, y un enorme esfuerzo intelectual.

Como eso que hablan de la inspiración; y que a mí hace tanto tiempo que no se me aparece (si es realmente, como la pereza, algo que viene y se va). Me estoy empezando a preguntar si quizá no sea alguna invención de aquellos que tanto esfuerzo tienen que hacer para ordenar palabras; a mí desde luego me va genial; no hay excusa que se adapte mejor a la pasividad creativa del escritor frustrado, o del aprendiz de escritor frustrado.

Otro de los tópicos al que nos enfrentamos es al del don: ¿De qué estamos hablando cuando decimos que tal o cual persona tiene el don de la palabra, o de la locuacidad, o de cualquier cosa que nos parece asombrosa? ¿No será quizá otra burda manipulación para no desvelar lo que realmente es: que no sabemos de lo que se trata? Puede que alguien tenga ciertas cualidades que le permitan el reflejo artístico como forma de expresión, y que ese reflejo sepa cautivar al público, pero qué duda cabe que para llegar a la expresividad artística el proceso hasta aquel punto es un aprendizaje. Puede que un aprendizaje no necesariamente mecánico; quizá la técnica no el fin, pero si más no, es un aprendizaje hacia el propio mundo interior, hacia el lugar desde el cual uno puede ser libre e instintivo para crear, que es lo que realmente cuenta.

Pero no, nosotros escudamos la propia ignorancia para definir el don detrás de razones sobrehumanas, sin embargo debemos ser capaces de comprender a aquél que consideramos tocado por la gracia de Dios, ya que puede que nos demos cuenta que no somos tan distintos, que quizá lo que nos separa de su genialidad es que nosotros no nos consideramos geniales, aunque nadie nos haya dicho que no podamos serlo.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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