Semlali Ahmed

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10/12/08

Entro por la puerta y la tenue luz del comedor me susurra que alguien ya está allí. Por lo menos la estufa estará ya encendida, pienso. Es una suerte cuando alguien lo hizo por mí y ya no tengo que calentar el comedor. Otras veces, un firme deseo de ser el primero en entrar y que la casa esté vacía se apodera de mi justo en el momento de hacer girar la llave, sentir el gruñir de la puerta al abrirse y dar el primer paso. Si luego no es así, una pequeña contracción de desasosiego cerebral me hace odiar a esa o esas personas durante un instante, para dar paso inmediatamente a un sentimiento de desprecio hacia mi persona por desear aquello, o encerrarme en mi habitación durante un tiempo prudencial –unos minutos, unos días-, incapaz de otorgarles el perdón por ello. La sensación siempre me ha resultado extraña, intuyo que lo que ocurre los otros días, en los que voy despertando el lugar de su paciente sueño; enciendo algunas luces, caliento el comedor, hago sonar un poco de Mehldau… y la sensación que a ello asocio: hacerme dueño de la casa, el único que mande sus servicios (consciente de sus limitaciones), estar disfrutando sus ternuras ni que sea por un espacio finito de tiempo, tiene gran parte de culpa en que me sienta así. El caso, sin embargo, no es que a pesar de la leve contracción de mi cerebro hoy el comedor ya está subyugado a los designios de otro, más bien viene luego, después de sacar el teléfono de la cazadora y colgarla -con las llaves en el bolsillo (rutina recientemente adquirida)-, y fijarme en un par de cartas encima la barra en la que me gusta desayunar y prácticamente nada más. La otra quiere que active no sé qué tarjeta de crédito (bueno sí sé, pero eso otro día). La contracción aún no desaparece. Entonces el marrón del sobre y la irregularidad de mi nombre y dirección escrito en él me están diciendo que es una carta diferente, cuando resulta que esta trae consigo todo un mundo mágico incrustado.

Ahmed me escribe desde Marruecos. En el sobre hay una postal de Asilah envuelta en una cuartilla pautada que empieza con “único dios”, firmada del diecisiete de noviembre. Entre otras cosas me habla de usted en un español rudimentario, que se entremezcla con el francés. También sus hermanas, Amina y Touria, me mandan saludos. Termina con el deseo de que cuando vuelva a Marruecos le llame. Formalmente tiene poco contenido. En realidad dice mucho más...contiene toda una eternidad de razones.

Hablo de cartas a puño y letra. Hablo de cartas que recibes, estas noches pasadas, y las otras también. Del acto de afecto más digno y humilde que existe y que nos permite soñar, salvar cualquier distancia. La sucesión de voluntades que permiten que tu, Ahmed, allí sentado con tu chilaba puesta, tu blanco bigote cubriéndote las arrugas que el tiempo y el ejército dibujó, aunque con ese aire juvenil, elástico, selles el sobre bajo la atenta mirada de tus hermanas, que nunca permiten que el frío se apodere de ese comedor, y en siete, catorce o veintiún días da igual, ésta entre por el espacio que la puerta deja entre ella y el suelo, para quedarse ahí, en el recibidor, inmutable pero ansiosa por ser finalmente abierta. Es la noción de que tuvo que pasar por un número insospechado de manos con un único propósito, metiéndose en sacos repletos de otras miles de cartas que cruzándose y entrelazandose para ser separadas de nuevo, cruzar desiertos y volar por encima de nubes y tormentas, pasar el frenético test del olfato de perros drogadictos y hasta permanecer olvidada en oxidados y fríos estantes (solo un par de días) consigan alcanzar su destino sin que por todo ello su propósito se vea alterado lo más mínimo. Que a pesar de sospechosos ojos fisgones que traslucen e incluso abren y leen y esfuman las cartas y cualquier posibilidad de crear magia (en algunos países aún sucede, en éste la magia ya no tiene ninguna importancia), y a pesar de por ello traicionar el único propósito al que las cartas se deben, que sean abiertas por su destinatario, aún incluso hoy es posible recibirlas y tomar consciencia de que aquello te pertenece exclusivamente a ti, que las palabras fueron escritas para ti, en algún momento y algún lugar quizá fascinante, pensando en ti, y que nadie más conoce ni puede siquiera imaginar el valor que traen consigo, ni nada de lo que contienen más que tu mismo, por qué son para ti, o porque las escribiste tu.

Dicen que lo que realmente nos importa pasa inadvertido. Algunas veces soy incapaz de darme cuenta de lo que me hace feliz. Sé que hay cierto tipo de cosas que van a producirme bienestar, y puede que por ello me considere alguien moderadamente satisfecho. Incluso puede que tenga mayor capacidad que la media para relativizar los hechos, o sea para no tomarme demasiado mal lo que me decepciona de entrada ni mostrar una euforia irreal con lo que me alegra. Soy más bien del pensar que nada puede ser ni tan malo ni tan bueno, y que a menudo juzgamos sin conocer, lo que nos lleva a sentirnos defraudados, ya sea por uno u otro motivo. O sea que mejor tomárselo con calma y de la mejor de las maneras, que por otro lado nunca es en negativo. En otras ocasiones soy demasiado vulgar y débil como para no sentirme seducido por lo banal y dejarme caer en las fauces del hedonismo que nos rodea. Desprecio la mente y me tiró al cuerpo. Desnudo y practico sexo con la mirada, en el metro. Me como un enorme hamburgesón grasiento y clónico o me trago la mierda de los que salen en la tele para ver como se escupen y retuercen las entrañas, para luego sentirme vulgar y desgraciado. Sin embargo, en otras ocasiones, mis ojos son capaces de abstraerse y disipar esa nieblina apestosa, el humo de la contaminación que se esparce por las cloacas de la sociedad, por todas partes, vomitándonos egoísmo y vanidad, placeres efímeros y valores que esconden mezquinas repercusiones.

Leo y releo la carta en busca de detalles inadvertidos. Repaso la caligrafía de un árabe que se expresa en caracteres latinos. Entonces esa carta me transporta a las cartas que he recibido y que envié, de esta que leí y la otra que escribí, a lo largo de mi vida. Recuerdo conversaciones recientes que me hacen sentir feliz, de esas en que estamos solos los dos en ese local abarrotado. Y me siento feliz por haber hecho feliz al escribir desde allí, desde aquí. Soy feliz por que ellas me hicieron también feliz, me hicieron afortunado. Por qué mi puño y mi letra es lo último que me queda, lo último de lo que nos queda que nos pertenece y que nos permite vivir el mismo tiempo a pesar de la distancia. Y es solo tuyo y mío.

Día a día me alejo más del cariño y me acerco más al dolor, al amor

Muros transparentes

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22/11/08

No soy aquél de allí
no soy ni estoy aquí,
estoy confundido,
inducido por
los infinitos túneles del metro,
las oscuras intenciones de los seres que
sorben
fisgonean mi cuenta de ahorros
ordenan mis propósitos
relamen los restos de mis sueños
y luego escupen.

Por favor lavado espiritual; La Central
Comelade y el xolófono,
cine en el Institut Française,
lo que sea.
necesito sentir algo propio y olvidar,

Paseando por el raval
es imposible evitar,

El drama invisible de los desechos,
partículas de polvo que se retuercen
en esquinas inyectándose bimbos de carrefures
aspirando el imposible vaho de la nouvelle cuisine
que se muere en el cristal
desde el cual

Los amargos caprichos de esta ambigüedad
que llamamos ciudad
de este destino fugaz
totalmente incapaz
aparecen incoloros, ubicuos,
[despreciables, estupiduos...

Yo aquí y no allí
balanceándome en lo alto de la cuerda
persistiendo en negar la inevitable resolución
de tener que escoger
entre tirarme y caer
por el falso
destino de la hipocresía,
o por la infeliz
dicha del dolor.

New Order

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6/11/08

Te rondan por la cabeza estructuras mundiales que dominan por completo mentes ilusas. Esos que llaman del grupo Bildelberg; líderes de gobiernos y de las finanzas que se reúnen cada año y mientras beben y fuman -y no quieras saber qué cosas más- deciden las sucesivas acciones que les permitan alcanzar su único y verdadero objetivo: el poder absoluto.

Pienso eso hablando de otros tiempos, unos que parecen ya muy lejanos y más que nada ajenos. De las universidades y de compañeros de piso psicomaníacos, a los que te encuentras por el camino y desaparecen, conoces y quieres (u odias).

Así llegamos a Zeitgeist, ese increíble documento que nunca verás en los periódicos, rechazado e ignorado por los medios. Claro, los medios que ellos mismos controlan, los que si se aceptan y tienen alcance. Pero ya no importa más... ¿a quién le importa? ¿Nuevo Orden mundial? Pues bien, mientras no desordenen demasiado el mío, que hagan lo que quieran con el suyo. Total, mejor el FMI que no el Parlamento Chino. Mejor Disneylandia que Dubai, el Vaticano a la Meca! No merece nuestros mayores esfuerzos luchar contra lo que ni siquiera sabemos qué es exactamente, qué forma toma o en quien se plasma. De acuerdo: Capitalismo multinacionales intereses deuda especulación. Quizá incluso merezca nuestra vida. Pero ¿en qué forma se nos aparece todo eso? No voy a hacerme asceta. Por otro lado: Privilegios. Estoy aquí, sentado frente un ordenador que vale lo que para aproximadamente la mitad de la humanidad significa un año de su sueldo ¡y todo lo demás! Ya sabéis...¡todos sabéis! Pero nadie está dispuesto a hacer. En el fondo tenemos conciencia de grupo y aquél más extenso en el que te identificas es en la civilización, puto occidental. No vas a permitir que te quiten derechos en beneficio de otros ¡maldito egoísta! Desde Jesús a la Reserva Federal que te la están metiendo doblada y tu sigues creyendo que vas a salir bien parado, aceptas que te metan solo la puntita, con tal no te la metan entera. Pero lo cierto es que por tu cortísima memoria -ellos llevan anotando todo desde siempre- no te das cuenta que algún día, como les sucedió a tus abuelos y antepasados, incrédulos y fieles, patriotas y rebeldes, cuando menos te lo esperes vendrán y te dirán: ves lo que hay ahí fuera, lo que ves cada día, pues olvídate de todo porqué a partir de hoy todo eso ya no existe. Y por cierto: mientras te agachas sujétate fuerte por qué te va a doler.

Y entonces me pregunto qué cojones de absurdidad monumental es esto... Nada tiene ningún sentido. Elegimos algo por qué debemos elegir, lo que sea. Nos montamos toda una estructura mental para justificar las decisiones que tomamos y después, un día cualquiera, percibimos lo que es el principio del fin. Al siguiente día ya no crees nada de lo que creíste por la noche y todo se ha desvanecido. Múltiples fuerzas te absorben y succionan, primero la piel, luego los órganos, los huesos y por último lo que te queda del alma. Y ya eres aquél que siempre quisiste ser. Completamente aquél Insatisfecho, rechazas a Zeitgeist y las teorías de la conspiración por un nuevo orden mundial, te asomas a la ventana y quieres primero, antes que nada, encontrar la respuesta a tu propia locura, la que irremediablemente crece junto a la ajena. Entonces decides que hoy vas a ser un revolucionario pero que el resto del año vas a intentar apañarte con lo que hay, que no es mucho.

Así que piensas que es estúpido ser idealista teniendo un trabajo estable y facturas. Bodas, partos, encerronas del banco y escapadas sanatorias de fin de semana y congestión a la vuelta no perciben siquiera el significado de esa palabra. Es rematadamente fácil ser estudiante y salir a la calle a gritar y no beber la chispa de la vida. Cuando te agarras a la enorme rueda en que a fuego hay gravado “Sociedad global”el único deseo que asoma por tu angustia es no morir aplastado por ella. Pero eso no es lo que venía a decir: Quiero que alguien del futuro, con su nave intertemporal, aterrice a mi lado y me susurre la Verdad al oído. Que después de hacerlo se acerque a ese imbécil que se llena la boca de palabrería y le muestre como él mismo, dentro de veinte años, estará dando de palos a los que ahora son como él desde una cómoda silla en un decimotercer piso. Y le dirá: “Lo mejor de todo es que entonces no serás consciente de nada de eso. Lo único que te importará será el jodido euribor y los pañales para tu hijo cagón”. Ni por asomo va a plantearse si es o no es feliz. Solo lo hará si algún día ese lunático que nunca dejó de ser estudiante ni idealista es capaz de dar por el culo a su país entero, porqué los pobres son pobres pero son muchos y también están locos, así que no dudéis, por mucho que rechazéis a Zeitgeist y a las teorías de la conspiración, os lamentéis de Bilderberg u del capitalismo radical, ese otro malnacido disfrazado de negro, musulmán, indígena, conseguirá finalmente la llave de tu casa, entrará y te dirá: “ves todo lo que hay aquí a tu alrededor, pues vete olvidando de todo porqué ahora es mío. Fuera de mi vista maldito miserable”. La rueda te estará entonces aplastando. Y sí, a ser hijos de puta sabemos jugar todos, por lo cual ahora mismo solo nos queda algo: hacer como que no oímos, no vemos, no sentimos nada. Y lograremos sobrevivir.

termitas

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28/10/08

Todo debía ser aquel día. mientras veía sus hombros agazaparse para evitar mojarse sabía bien lo que ocurriría. hablábamos y hablábamos de aquel silencio. paró el reloj de girar y girar como nunca hasta aquel entonces había dejado de hacer, infatigable siempre sobre si mismo. grano a grano fuimos derramando los sueños de nuestro amor que de tan maravillosos tan increíbles parecían entonces. el reloj dejó de moverse a nuestro alrededor y de él arena empezó a caer, a irremediablemente vaciarlo todo. desvaneciendo los espejismos de la hipocresía, tomando conciencia de las palabras ocultas que amenazantes nos sobrevolaban, pidiendo ser dichas, aunque solo por compasión fuera. escondidas ya detrás de silencios que incomodaban y empezaban a ser insoportables (porque sabíamos lo que en realidad reprimían). gritos de auxilio y terror que emanaban angustiosos, incapaces de mutarse en sollozos de sinceridad. incapaces los dos estúpidos cobardes de mirar más allá de aquella extraña solución que nos envolvía en un manto de silencio, fruto del miedo a encontrarnos solos en el desierto. mientras tanto llovía y llovía dentro de aquellos muros que las palabras construyeron diáfanos y que el silencio, grano a grano incesante como la lluvia como ávida termita había empezado a desgastar, había empezado a corroer. convirtiendo el sudor del esfuerzo en arena, en desierto, aquel del cual ilusamente pretendíamos escapar.

Yo, aquí y ahora

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9/10/08

Son absurdas comunidades astrales, que me arrastran semanas y días sin escribir, sin leer, sin Tiempo, mi querido amigo el Tiempo, a quien vendí alguno de disponible a cambio de espacio; una mesa enorme preciosas estanterías que se caen y me arrastran hasta hoy.

Hasta aquí; sentado escuchando a Micah (preguntándose el porqué de tan larga espera) sellando correos que debieron salir antes, pero que sabía que solo hoy serían. Sintiéndome limpio y vacío al mismo tiempo, consciente de todo lo que envuelve la locura del espacio, lugar que caminamos pero que ante todo mentalmente creamos; recorridos olores carteles señales familiares, texturas fruterías silencios aprecios en aumento. Consciente de todo lo que envuelve la locura del cambio, mi piel mi ropa mi silencio mis limones, olvidada resquebrajada reencontrado saboreados.

Yo, aquí y ahora grito porqué nadie debería querer volver por imposibles caminos que pisadas desdibujaron. Yo, aquí y ahora, sueño en meteoritos que al entrar en la atmósfera arden y se esparcen en infinitas partículas. Aquí y ahora, despierto y no sé en cuál pedazo me desintegré ni donde fui a parar. Solo soy consciente de lo absurdo que puede llegar a parecer encontrarme yo, aquí y ahora, con todo por delante y nada por detrás, aquí y desde luego, ahora.


“el pasado es una invención del presente para justificarse”

El poema optimista

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19/9/08

Esta noche quizá camine, quizá hable con la noche…

de los días de caos que me acosan
de la inexistente calma que ansío
y de una respetable ciudad que succiona
en agradables calles que rebosan:

de destellos de regularidad pasmosa
y cabellos tráfico enredos
en giros de cabeza rutinas
que amas como cualquier cosa.

Y es que,

veinticuatro escasas horas dan
para cinco horas de sueño
ocho de aire viciado y pantalla
y algo que sabe a poco entre uno y ello.

quizá la noche hoy me hable y me distraiga…
hoy es el quinto día, me levanto y a ver que pasa
de todos modos nada creo que caiga.

El hombre marroquí y el hombre español: algunas estúpidas diferencias importantes . Cap. I

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26/8/08

Se me ocurre la idea de explorar los rasgos que diferencian al “hombre prototipo español” con el “hombre prototipo marroquí” en la calle, de camino al McDonald’s (ya contaré porqué tuve que ir otro día…), que se encuentra en una plaza justo detrás del hotel, cuando a mi lado pasa un grupo de tres amigos en el que dos de ellos andan cariñosamente cogidos de la mano. Inmediatamente imágenes de Barcelona y sus consecuencias acuden a mi cabeza. No puedo más que reflejarlas: cantidad de gays invadiendo sus calles, cada día más asombrosa, más si tu vida transcurre en mitad del “gaixample”, ese falso topónimo inventado por algún iluminado periodista en una noche de lujuria y inspiración mientras le metían el dedo en el culo, destinado a designar y proteger la zona que poco a poco van conquistando con hoteles, tiendas, bares y saunas E-X-C-L-U-S-I-V-A-M-E-N-T-E destinadas a ellos; a defender en un futuro no muy lejano, en que puedan incluso pedir la declaración de (su) barrio como independiente, leyes que no permitan por ejemplo tener perros más grandes que una mierda de san bernardo… que obliguen a caminar pomposamente… ir al gimnasio por lo menos dos veces al día (¿por qué irán al gimnasio tanto? me preguntaba inocentemente antes de ir -una vez- a uno frecuentado por gays…), o responder con un “¿qué quieres, guapo?” y miradas viciosas a todo hombre que acuda a uno de los comercios o bares del ghetto. Ya me imagino a los señores diputados postrándose ante la marea homosexual con aspiraciones imperialistas… pero volvamos al tema. La comparación inevitable: una muestra de afecto interpretada de distinto modo aquí o allí: mientras para unos es solo un signo de amistad, de buena amistad, caminar por la calle cogidos de la mano, allí en España (allí por qué estoy aquí), es vista como un signo de otro tipo de afecto; sentimental, sexual, matrimonial o como quieras llamarle, y (quizá ahora ya no tanto, por lo menos en la Barcelona ocupada), también como de identificación personal, de pertenencia a un grupo social que durante mucho tiempo le fue vetada la existencia por su condición sexual, y cruel e injustamente reprimido por ello. Mis dudas, sin embargo, permanecen por el lado marroquí, donde manifestaciones de ese tipo son inconcebibles a día de hoy, aunque si bien comprendo que para ellos ir cogidos de la mano es un puro acto de amistad, éste suele darse entre hombres jóvenes, probablemente solteros. También es cierto que deben andar muchos gays reprimidos por aquí…

Otra de las particularidades que distinguen a unos y a otros son los vicios ante los que se lanzan sin freno ni piedad por ellos mismos. Si bien el hombre español se dedica por entero al consumo de pornografía, café, alcohol y cocaína, el hombre marroquí redime su angustia por vivir con otras sustancias como el café con leche, el té, el hachís, el kif o el taba.

Yo tardé un par de días de sinsabores y de sabios consejos a darme cuenta que debo pedir siempre café con leche en vez de café solo. No hay marroquí que no pida café con leche, a no ser que se encuentre en un bar donde le conozcan y le tengan aprecio. Lo que ocurre de otro modo (y creédme, a los turistas les sucede siempre), es que de una misma carga de café saquen más de una dosis. No tengo ni idea de cuantas son capaces de sacar los cabrones, pero cuando toméis café, si no queréis notar su sabor amargamente aguado, siempre con leche.

El té constituye sin duda el más extendido y menos perjudicial de los vicios marroquís. Es la bebida nacional. Se toma a todas horas y en cualquier lugar, pero hay predilección a tomarlo por la tarde o la noche, cuando el calor ya no es tan sofocante y la gente empieza a inundar las calles. Para los que no sepan, aquí se prepara con hierbabuena y mucho azúcar, lo que le confiere un sabor extra dulce, y es verdaderamente adictivo. Lo particular del ritual del té es que sueles tomarlo con tus amigos, o bien en casa o en una terraza en la calle, con lo cual es el momento ideal para reunirse y contar a tu amigo confesor los melones que vendiste hoy, los alumnos que suspendieron en el último examen sorpresa que les hiciste, lo feliz o lo insatisfecho que estás. No hay alguien en Marruecos que no tome té, me atrevería a decir, en algún momento u otro del día.
Asimismo el hachís, y ya entrando en el grupo de dorgas ilegales, es el más caro de los tres vicios, y aunque Marruecos es uno de los mayores productores del mundo y su precio aquí está por los suelos, no está al alcance de todos. Los jóvenes son los que más lo consumen (en eso se parece al hombre español, sin duda), aunque no está bien visto entre los de clase acomodada, y también lo consumen los hombres aburridos, que así llamo a los que ves en un bordillo sentados todo el santo día, sin hacer nada, absolutamente nada, a parte de fumar o hablar. Los efectos el hachís marroquí son parecidos a los de la marihuana: de sequedad en la boca, apetito, risa fácil, etc., a hipersensibilización física y mental, viajes cósmicos y demás. Como en todo, hay de distintos precios y calidades, que varían según el lugar donde te encuentres (si estás en las montañas del Rif, Ketama o el santuario de Chaouen estás en el lugar adecuado), o de tu propia habilidad para negociar.

Por otro lado encontramos el kif. El kif, o kiffi, es la marihuana (que no es de muy buena calidad) seca y picada que se usa para hacer el hachís (que por el contrario si suele serlo), y generalmente se fuma con una pipa de madera o de metal. Lo fuman gente mayor pero también los jóvenes en algunos bares, discretamente en aceras o en parques a hurtadillas, su olor es inconfundible y su efecto instantáneo; un dolor intenso oprime tu cabeza desde la primera calada y puede ir acompañado de nauseas. El motivo principal de su uso es que te deja antontado y por tanto tu lastimoso dia lo pasas un poco menos consciente de ello.

El taba es un tipo de planta que se machaca hasta obtener un polvo marrón y se esnifa. Lo he visto usar principalmente a hombres mayores y del campo: se tiran un poco de polvo mágico en la mano, sobre el dedo índice en su base, hacen una rallita y esnifan con los dos orificios, ¡zum, zum! de ida y de vuelta. Sus efectos son difíciles de apreciar, básicamente son parecidos a los de la cafeína, con la diferencia que cuando esnifas taba tu nariz empieza a picar como una condenada y te pones a toser o incluso te cae alguna lágrima por la mejilla (eso a los novatos, claro).

Sin embargo, y a pesar de esas diferencias en lo que los hombres se meten aqui i alla, unos y otros no dejan de ser hombres, y dentro de la generalidad existen otras generalidades que implican semejanzas entre ambos. Al fin y al cabo, aunque las sociedades con las que se encontraron sean distintas, sus mentes originales y simples persiguen los mismos objetivos, y sus vidas no dejan de ser menos miserables. Así pues, tanto el hombre marroquí como el español se droga (pongamos libera sus angustias, ya sea con alcohol o kif), generalmente acompañado de otros hombres (tengamos en mente el bar “casa pepe” a las ocho de la tarde, la barra atestada de currantes borrachos, todos ellos hombres), lo que es un rasgo que les asemeja. Asimismo, ambos son fumadores empedernidos de tabaco (unos compran paquetes enteros y hay de los otros que aún cigarrillos sueltos –a 18 cts-), hablan cerdadas de mujeres y fútbol y tienen verdadera pasión por discutir sobre todo ello, con la particularidad que también todos presumen llevar la razón. Son profusamente machistas, solo que para unos constituye una verdad “aceptada” y para los otros una actitud deleznable, pero todo eso ya es tema del siguiente capítulo…

Mercados, memorias, gritos y resurrecciones

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24/8/08

Los ruidosos e incesantes gritos de algún vendedor ambulante -que cabalga con apremio arriba y abajo como si voces no alcanzaran rincón alguno-, activan mi conciencia como un rayo de luz, y antes de abrir los ojos me recuerdan el lugar donde me encuentro, un poco entre el bien y el mal o ambos o ninguno, y que no hay tiempo que perder: todo por descubrir, un mundo de sorpresas por destapar.

El primer día en el primer lugar de cualquier viaje a un nuevo mundo, a un punto que agregar en la construcción de nuestro propio universo, hay que dedicarlo a callejear. Y en una mañana calurosa pero radiante como ésta, con el sol alcanzando su cenit pero los párpados abiertos de par en par, con los mejores intenciones y los más ambiciosos propósitos en ésta, si, una ciudad árabe, el mejor lugar es el gran zoco de la medina antigua, donde las raquíticas calles ofrecen rutas de sombra en su interminable zigzag y la efervescencia de lo terrenal se desenvuelve con mayor fuerza.

Aunque claro, Tánger crece crece y son más de dos millones de almas las que inundan las calles; son niños afroeuropeos de vacaciones con, familias de emigrantes en el fruto de sus logros continentales de cuatro ruedas, lujosos y jóvenes paseando (aún durmiendo muchos de ellos; las noches son aquí muy largas), la playa enorme inmensa repleta de ellos y todos y más vendedores ambulantes, chapoteando en el parsimonioso proceder de las olas, frenadas por acción de la bahía, que las invita a pasar con restricciones; “calma y tranquilidad, pasen” le rumorea la costa al mar; el avanzar del viento que se lleva gritos y te ofrece gritos de luchas y partidos con balones distantes y sollozos de helados en la arena, juegos en la orilla y madres todas a resguardo del sol, bien tapadas con el parasol; también hombres cubiertos de arena en un extraño ritual, relajando su espíritu, dándose un baño de arena blanca, arena africana…
Entonces llega la Medina antigua, que se levanta en la esquina occidental, a los ojos de cualquier navegante que atraviesa el estrecho que separa las dos tierras con el mar. Es la primera inspección obligatoria, no la última, de calles estrechas y tiendas de ah! ya recuerdo, pollos frescos que viven y compras y zas! a pedazos te llevas, toneladas de amarillos melones, frutas multicolores y nobles partes y no tan nobles de animales en carnicerías distinguibles (en la más pobre el hombre pobre apenas si tiene carne que vender y la que tiene son enormes lenguas de vacas y su cabeza entera y estómagos y bueno ya sabes cosas que ni sé lo que son), huevos de gallinas aún calientes, todos los huertos incluso lenguados sardinas gallinitas del mar (¡qué ricas! no llevan espinas). Y todos se encuentran ahí debajo de telas que impiden el ataque del sol: carniceros, fruteros, chatarreros, curtidores, herreros, zapateros, vendedores de aceitunas, de especies y condimentos y latas de conserva, cambiadores, limpiabotas, todos arremolinados, todos en las estrechas calles del zoco que se extienden por la ladera de esta colina ya erosionada por las pisadas de los siglos siglos siglos de mercaderes, negociantes, compradores, traficantes, vendedores de cigarrillos y ahora también de recuerdos (¡recuerdos!) vagabundos y borrachos que “yo solo quiero hablar nada de dinero” ¡mentira! y los niños algunos pidiendo muchos jugando saltando gritando corriendo y atareadas mujeres e hijas algunas tapadas pero no muchas, incapaz de distinguir la infelicidad (pero ¡oh! existe ahí en las grietas de las esquinas o en los precipicios a punto de saltar), entre la multitud de rostros resplandecientes y caricias celestiales de gatos enviados por Allah. Y todo eso envuelto en el ruido incesante de todos ellos, locos genios mercaderes del Pan, más los coches que imponen su paso y los irrespetados pitos de los policías (no pueden hacer mucho más la verdad), el chirriar de esos mutantes de motocicletas que son mitad ellas mitad remolque (y que transportan butano carne o melocotones), volando delante de tus narices tal cual el mundo fuera a terminar, obligando a echarse a un lado; y ofertas de fruta ropa, electrodomésticos de tercera mano y sofás lámparas de lo más kitsch, sofás para bodas (ahí donde se sientan los novios ya veréis), en tiendas que se esparcen encima de calles hasta no alcanzar el fin y de sucias aceras de limpieza espontánea cuya memoria se remonta a conquistas y reconquistas de los hombres y mujeres que infatigablemente cada día las pisaron, siguen pisando y que invariablemente seguiran pisando por los siglos de los siglos. Insh'allah!

!Todo el puto día para servirle, señol!

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11/8/08

Estoy viendo a los malditos chinos dejarme con el culo en el suelo y por momentos los pelos de mis brazos se erizan ante la increíble fuerza de la voluntad humana, que es capaz de lo peor así como de lo más bello y genial -Observo mi cuerpo dormido y embarcado en etéreas naves de placer, desplazado de la perfección visual recuperando sueños robados por noches locuras –Saliendo tumbos abajo camino de la luz el aire y sociedad que recuerdan estoy aquí y mezclado otra vez – Libros nuevos encontrados comprados de Vosotros ya me conocéis no puedo dejar de escribir ni leer(os) - Sobredosis de electrónica narcótica en plantas y plantas de individuos y estantes con placeres y aglomeraciones; guitarristas virtuales que pretenden ser bandas de quinceañeros oscuros satánicos en consolas de hedonismo (por qué coño se le llaman así, consolas?) y sonidos envolventes pantallas de altas definiciones más perfectas que realidades mismas. Destellos de flaqueza de publicidad insistente joder está buena la jodida droga que le inyectan en La Hamburguesa, en mi la abstinencia solo aparece cada trimestre o así, en otros al rato y gordos enfermos mueren – Cuando abajo percibo de nuevo la existencia de mi ser en la memoria y estoy en la Rambla (no la plasta que te mueve en zigzag no, la otra de palmeras y chilabas negros borrachos y pijos, descafeinados yuppies disfrazados de hipsters hippies de marca y gente de buen rollo, todos esos), entonces percibo como mi alma se eleva encendiendo las ideas en los pulmones de raquíticas plantas que aunque poco y mal dieron lo suyo, se eleva leyendo primeras palabras de páginas recién tomadas debajo palmeras que iluminan artificiales luces y “gracias por permitirme leer”. Así que leo y recuerdo a grandes mujeres cruzando delante de mi, la mitad de ellas con mi corazón ya rendido de antemano (y tapado para que no lo descubran), dispuesto a dejarlo todo por sus pies y la ilusión de su perfección. También a bajitos hombres malayos sonriendo satisfechos y paquis hablando enfundados en sus largos vestidos veraniegos que dejan pasar el aire y tocar tu piel (siempre les envidié, como a los escoceses), pero los que a pasear mujeres no dejan, discutiendo en su idioma musical gracioso verdad y más si fumas un poco –La bici que me lleva se desplaza cuesta abajo a pesar de vivir en lo alto, no solo llego sino que paso de largo y me topo con la mujer mayor que pide tres veces perdón (no es tan mayor) por meterse en nuestro camino y la miro y no puedo más que reír y ella asustada por pensar ¡morir atropellada por bici y encima sin indemnizar! y también se ríe. La bici sigue por mi así que puedo pensar y sonreír disfrutar de los edificios que me envuelven tan mágicos y de una belleza tan natural (como todos deberían ser, pienso) entonces me encuentro por allí los coches detrás de mi paso, yo dominando la calle y esquivando los peatones por Sol i Revolució, la que constantemente está en mi, esparcida en alma de bici que de vuelta me lleva directo al bar delante de mi casa en el que solo una vez entré donde camareras cálidas e increíblemente hermosas me hablan y tipos que sueltan “adiós” al salir aquí en Barcelona soy del barrio, mi barrio, hay que hacerse del barrio, comunicarse con el barrio…y así sonriendo asombrado de estar viviendo todo eso se encamina a su casa para escribirlo todo y se olvida de mirar al chino de la tienda “todo el puto día abierto para servirle, señol” , y no da cuatro pasos más que da la vuelta entra en la tienda a comprar cualquier excusa arrepentido con ganas de saludar y la mujer allí escondida detrás de la caja con la pasta siempre sonríe hoy tengo ganas de hablar y te animo te hablo de los jodidos chinos que bien lo hicisteis todo belleza visual y me responde ella trabajar no podel miral pregunto de nuevo pero si no son los precios ella no sabel será por qué nadie le comunica si tu ser del barrio aunque quizá aún no descubril como ¡yo te voy a enseñal!

Un tipo de pereza

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4/8/08

En algunos momentos la obsesión con respecto a temas, quizá sin más importancia que su capricho temporal, conducen a Rogelio a la saturación, la parálisis provocada por venenos de serpientes superfluas aunque malignas, rescatado solo por el aburrimiento de estáticos estados, indígenas fuerzas que desvelan: punzan el espíritu y te obligan- Desviado por sencillas fragancias: objetivos comunes, comodidades innecesarias en satisfactorios lugares (¿realmente lo necesitas?)- La incógnita del progreso permanente ¿se da o se interfiere o contamina? Lo sabes y reaccionas y abandondas la nada, improducto individual además de implosivo, enemiga del crecimiento, genial artífice de la pasividad que millones de catódicos tubos y tricolores leds esparcen, cual interiorizada pandemia. Y hablas de la eternidad y del beneficio de la lluvia ácida en las centrales nucleares que apagan sus motores y silencian los aspersores de energía que consumen los mismos que desprecian,...Y tu cabeza sigue contaminada: no creas que las grises alarmas de sucias cárceles que te gritan y arrancan los dientes (en sueños y así creces y rompes etapas dicen) y padres y madres que quieres y despiertas arreglas te olvidan, o los láseres de catódicos científicos que lees amantes de la nada y el espectáculo en vacunas conocidas laboratorios del mal, los mismos de las centrales que producen las ácidas reacciones de grises alarmas en despiadados cielos y tu mente en temas banales, apartando la cálida mirada de una mujer que vio en ti lo que de cierto hay.

No puedes estar siempre hablando de la eternidad - Estupideces cotidianas absorven tu Tiempo, así como decisiones que jamás pronunciarás, luces amarillas que resoplan inconexas y diáfanas palabras - Criterio que te importa y no tonterias de páginas desechables y televisión basura. Suerte que el calor te echa a la calle. ¡Qué suerte que te rodeas (también) de criterio y ambición! De suerte de amigos que nuevos y antiguos crecen palindromos, de un lado y del otro, contigo.

azul

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31/7/08

No llegas y sabes que las grandes historias salen de recónditos lugares que amigos cuentan y las mejores las que te ocurren -Viajar si, y explorar, salir a darte cuenta que te pase que sufras goces y que sucedan - Mensajes cifrados mujeres que amas orgasmos soñados vocabulario que inventar -Leo en onomatopeyas exageradas sentimientos inexpresables te conozco y quiero más porque pensaras ni me conoces imposible ahí voy -Tirar del hilo, vamos. Los demás si conocen hablo y miedo sigue pero destapo se: es natural y claro sigo lo oculto interesa.

stand by

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29/7/08

Mi cuerpo no soporta más los espasmos de agotamiento cansado que sufre juegos brutales sudor y descanso, por favor, descanso- No puedo más Mina no puedo jugar más por hoy, tan solo escribir con dos dedos relámpagos en metacarpos duelen el balón pierdes un quilo, por lo menos uno y buenas noches serán.

el rescate de las palabras que cuentan (solo cuentan)

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27/7/08

Piel felina
de los instintos muertos que nos impiden
ver
lo que sientes por llegar a desnudarte
y meter la piel roja quemada de soles siempre lo mismo los inicios
agua
corrientes mentales de sufrimientos excesivos, opresivos
detonantes de amor infinito locura que no entiende
fuego
despierta globalización de mujeres ardiendo mojadas
perfumes hechizos no todas pero casi (consigues)
esencias
permanentes silencios que pensabas palabras...

temo decir lo que pienso felinos instintos
miedo.

Beijing (tengo más, mucho más de ésto)

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19/7/08

¿De qué colores se llenan los sueños de viajes en ciclos por ciudades extrañas?

Quiero recordar a Johnny subido en su moto alquilada con su sombrero y camiseta de tirantes pasando frío, sus pantalones blancos y sandalias bailando en medio de la pista con el frenesí de un loco desatado, contando increíbles historias de su mundo neoyorquino y vietnamita; ¿qué edad tienes? pregunta si está bien preguntarlo, y le respondo que bueno, depende, y me contesta "en vietnam es la primera pregunta que se hace, eso condiciona el resto de la conversación". Y seguimos hablando de italianos de new jersey que (¡Los Soprano! digo, y "si" responde) y fumando delante de la brisa del mar que viene del puerto y la puerta de atrás de la ciudad: miles de cajitas (desde allí parecen cajitas, sucedaneo de Super Mario) que son contenedores llenos de droga y productos que ni imaginamos que llegan para ser traídos o llegan en largos camiones o trenes que paran y se quedan o se van para ser llevados; infinidad de luces que resplandecen en la noche "Oh! pueden verse las estrellas: la polución urbana nos abandona por esta noche" Y muelles que se reproducen hasta alcanzar aviones en la lejanía que aterrizan para traer nuevos habitantes y se elevan para llevarse otros; ríos que no se distinguen en el dominio de la fábrica y lo sucio pero al mismo tiempo bello: ¡lo disfrutamos todos! (justo a la espalda de todo esto), de la droga y lo inimaginable que llevan los videojuegos que son cargueros chinos y vietnamitas alguno y los Johnny que regalan los aviones en esta bella noche de aire fresco, estrellas, cena, vino, maría, nu jazz, cine, risas, muchas risas contagiosas, motocicletas, puertos e inútiles faros que guían a perdidos veleros ante la confusión de las abarrotadas luces costeras; nocturnos paseos en busca de interminables fiestas capaces de saciar nuestras almas sedientas de más, un poco más, por la ciudad vacía, vacía de todo lo que sobra el resto del día.

acción reacción

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17/7/08

Y a pesar de los esfuerzos por evitarlo...Mardou exige palabras de agradecimiento que obliguen el interés: escondidas en vagos intentos de comunicación real, prefiere un romance virtual. Él sabe lo que realmente quiere, aunque desconozca los motivos de lo que guía su voluntad (que se construye encima de infinidad de minúsculos motivos, inadvertidos estímulos que terminan por empujarle hacia dentro, hacia el lugar del cual proviene). Más difícil que advertir lo que a ella le incita ¡sin duda! Claro juzgarla es sencillo siendo un ignorante; promiscua actividad de rehusadas responsabilidades. Sin embargo cuando es (contacto) real se encoge y recoje y la EGO-reacción se abalanza sobre ella, mientras contraataques con lazos simbólicos (diabólicos) no consiguen más que refugios-retirada.

Aburridos juegos de uno en rechazadas versiones de dos. Hasta donde alcance, donde divierta (o asuste o engañe o trampee o aburra o consiga)

Exactamente zero dos zero siete

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Seré incapaz de levantarme en 5:45 con destreza,
más lo haré por qué nuestra mente controla al cuerpo,
así como el sueño influye en la pereza
y ésta a la vez se subordina al cerebro.

Cada día más tarde, pero sigues y puedes
Aunque no lo aceptes
es lo que quieres.

Pfizer

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16/7/08

La noche cae cuando el día pasa, mentes se juntan a contarse vidas y relacionarse historias, lazos de confianza que mirar a los ojos estrecha; el Tiempo nos impide ordenar; topamos con la injusticia del olvido, anomalías habituales del humano. Sin embargo todo impregna, todo sacude las mentes disipadas que desorientadas conducen (por senderos desconocidos y fascinantes) a cuerpos adormecidos, matados por el sulfuro urbano. Aunque todo queda, solo por que todo suma: los que te contradicen porque te adoran (por qué te expanden), te escuchan mientras te hablan, te llaman por intuiciones suyas, buenos deseos, mensajes sin convincentes palabras a pesar de que "sí", me ayudas (y supongo me importas).

Me ha sido concedida la gracia del tiempo dentro del Tiempo, que yo empaqueto y reparto, elijo y extraigo, sudo y noto por los cuatro costados. No puedo admitirlo entero, ni existe libreta capaz de seguir cual frenético ritmo de nubes negras que nos empapan y abandonan. Pero ¡qué más da! es hora de sentirse iguana (no hay Tiempo, el que nos combate porqué sabe que nos vence, pero si está nuestra gracia (la del tiempo) concedida por el Tiempo), cargarse al sol, fuente de los estímulos, dejarse bañar por manantiales de lo positivo; de todo lo que somos y elegimos serlo; a los que tocas (aunque solo con el alma sea).

Freebop!!

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15/7/08

Andaba conociendo el fondo a lo que acontecía; era capaz de sentir mi impulso por escribir, la necesidad de contar lo que decía conocer.

Un cómodo lugar donde disfrutar de tardes que se vuelven noches en cines de películas antiguas, conversaciones de opiniones de la vida que se discuten y enfrentan. Palabras que quieren decir aquello incapaz de reconocer. Reconciliaciones a tiempo de darse cuenta de lo que realmente importa; y es que todo el mundo piensa las mismas cosas, así que lo que escribo también lo piensa quien lo lee, por tanto sabe que aquello que realmente importa es lo que más peso tiene, y si le quiero, a pesar de enormes egos y envidias y temores sin demasiada razón que la pura admiración, es por todo lo demás que nos une y nos comunica a un nivel especial, telepático, profundamente arraigado en nuestro ser y por ello difícil de reconocer lo que conduce a la necesidad, fruta maldita del amor pero insaciable vencedora de la irracional racionalidad.

Así delato la inconformidad de mi Yo: que se niega a mostrar lo que mi mente empeña en destripar aquí, entre sueños y curiosos extraños (y no tanto, ocultos), mentes deseosas de cosas extrañas que parezcan propias, enfermedades ajenas de padecidos síntomas que se atreven a leer, pero quizá no a reconocer. Un cómodo lugar...

Pozo

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12/7/08

Ella mira, habla y bebe: rodeados de aburridos viejos divertidos de apacibles tardes con bancos en sombra y nimias conversaciones; de los gritos y lamentos no puede evitar sentirse sentirse mal y acaba por meterse en la basura, removiendo cajas y cartones en busca de un pequeño monedero con enorme (dice) dinero que espera pacientemente (y a salvo) a ser encontrado por el viejo de gafas oscuras que remueve en esas cosas que no son suyas (que después del hallázgo se siente como Superman al rescate). Ni las “gracias por todo” pueden pronunciarse en la mente demente de una vieja cual misión existencial, desde el momento actual, no es otra que llamar atención, como siempre hizo, tal como siempre hará, solo que ella se siente mal por que la otra es vieja y por eso la ayuda; aunque termine apestada por la mierda de mentira que la vieja que dijo “tiré” su puto monedero en el abismo de la senilidad, por que se compadece (impregnado virtuosismo católico de débiles) de la vejez. Quizá lo piense otra vez más y no repita “hacen conmigo lo que quieren” (por ser viejos) o siga metida en contenedores de papel cartón, cajas y monederos invisibles con verdes y azules billetes y viejas sin “gracias” con cojeras y atenciones deficitarias que nunca fueron suplidas como la que es tan joven y más que yo que no puede más que llorar por su propia infelicidad si los demás no le dan cobijo en la negatividad de sentirse infeliz y ser feliz (solo) cuando los demás lo son igual de poco.

La pena se ahoga en los meos de Barcelona

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9/7/08

Se creen que pueden alcanzar lo más alto sin pisar primero lo más sucio y ruin, sentir el miedo al precipicio o la sed de manantiales lejanos; la redención sin dolor no existe. Pues ¡ah! amigo: ¿acaso creías en la sagrada libertad? Así como el borracho cede y termina tirado en un escalón meándose encima mientras le roban el dinero que no tiene y la botella que necesita, el orgasmo no se alcanza sin el sufrimiento de la frustración, sin la insistencia ni la convicción del fracaso anterior. No hay gloria sin pena como no hay cordura sin locura, pero tampoco las calles de esta Barcelona sofisticada, altiva, de calles apestosas en madrugadas revoltosas ni tan siquiera los aros de rapadas mujeres con tajantes rostros que pretenden vivir objetivos distintos ni dementes perdidos con chubasqueros rojos en pleno verano y en busca y captura " si lo ven llamen y gracias por su colaboración" van a ser capaces de resolver tu duda de si es locura ni tan siquiera de si es cordura.

Ideas afines

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8/7/08

He visto derrumbarse a los mayores genios terrenales delante de mis ojos, sin que nadie pudiera hacer nada por detenerles, nadie les pudiera distraer, más que empujarles hacia su propia esencia, su propia locura,

que lo dejaron todo y se fueron por faldas y sueños confusos, irrefrenables deseos, pasiones y ambiciones de presente, siluetas de agradables destinos,

que atrajeron la suerte y se la hicieron suya, contagiando a destajo a los que a su estela amarraba, disparando convincentes verdades e imágenes congeladas,

que suplicaron por separarse de inseparables amigos, deseándoles a su lado por el resto de sus días, sufriendo insomnio de su droga ausente,

que les cayeron aludes de montes furiosos, se ahogaron de su propio aliento pensando en su fin y en nada más que dicen que piensas, fueron rescatados y lloraron lloraron lloraron y bajaban bajaban bajaban con solo los dedos inertes,

que pensaron en decepcionantes pasados y no concedieron prometedores presentes, dudaron siglos y decidieron pasar, escogiendo su lejanía,

que confiaron y les mintieron en desecas tierras, aunque les quisieron y los amaron y se sintieron recompensados, pero que semejantemente marcharon,

que luchan por construir y volver a empezar, aprendiendo por primera vez a sentirse solas, creciendo, desesperando menos,

que quisieron subir y por no hablar ni convencer no lo hicieron aún pudiendo, aceptaron resignadas oscuras voluntades, decisiones ajenas

que hablaban y hablaban y contaban y cautivaban de tanto hablar, sintiendo querer vivir lo que hablaban, escribir lo que hablaban, llorar lo que hablaban, seguir escuchando lo que hablabas,

que se perdieron por Berlín, Londres, Manchester, Ámsterdam y su ciudad, decidiendo aún por lo fácil, decidir después, y quedaron tambien en el camino,

que tiraron montañas de páginas recuperando crisis y malentendidos, pero que inconscientes estaban allí los aullidos,

que incitaron a levantarse de la cama y crear, arte o lo que creía arte, solo con palabras de meses de viaje y gente y kilómetros,

que pudieron ver mucho más allá que los ventanales urbanos, mareados por la immensidad de desiertos mejicanos, las manos llenas de oportunidades,

que mantuvieron silencios repentinos y tuvieron hijos en secreto, lejos muy lejos, hasta volver sin parecer escueto,

para por fin quedarse o largarse y no volver a sentir y soñar y en fin seguir perdidos, locos y esencia.

+ 66

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2/7/08

Rogelio acababa de tener una de esas revelaciones que le permitieron subir un peldaño en sus aspiraciones existenciales; una de esas en que el optimismo no era una opción, sino la condición.

En una nocturna vuelta a casa en ciclo...

la fugacidad de la vida no le parecía inconveniente alguno; la fuerza por Hacer hacían de él alguien invencible. Era más que nunca en esos momentos de plenitud, de jodida conciencia real, espiritual, cuando sus ambiciones eran mejor llevadas a cabo. Alcanzaba lo más superfluo, cotidiano y banal, hasta lo inalcanzable, lo que alguna vez soñaba en arrimar: amores platónicos, historias de las que respirar. Entonces era capaz de desnudar con la imaginación al más común transeúnte, desbordar de Hacer del humo más limpio. En fin, Crear.

Por encima de respuestas nulas (por coqueterías absurdas, parvularias) que no conducen a nada más que a desanimadas continuaciones, compañeras hambrientas de suicidios trucados, rumanas de parcas sonrisas que trabajan y viajan y responden y esconden, precipicios de venezolanas catalanas resueltos en conversaciones abstractas

Por encima de todo eso radica esa capacidad por sobreponerse a cualquier injerencia nociva, chupando lo oblicuo y desarrollando lo positivo. Mmmmm, que riiico!

Entonces la mirada argentina al bull dog francés negándose a proseguir su penitente camino, la mirada del resignado e impotente homosexual tímido que sujeta la correa del animal -de pie y parado- y que un argentino al pasar suelte "será hijoputa ché" mirando al perro y Rogelio volando con la bici y soltando una enorme carcajada al paso le convencen aún más de lo que otra vez Siente.

Solo si quieres

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27/6/08

“Destellos de genuinos amargos:

de exámenes finales quizá no sea

más de respuestas idóneas que ajenas parecen impropias.”


La lluvia aparece en el calor de la noche; amiga al rescate…

otros desaparecen, oscurecen, apagan y se van

[como si el partir deba sin más romper]



los frágiles hilos de la realidad te convencen de la soledad

fracciones de segundo antes de sentir apego

de Aquello.

lo demás

lo que vuelve y se va

de lo que intuyes que va a ser y después ya fue

de lo que se acerca y de pronto ya no alcanzas nunca más

de lo que te alejas justo cuando lo empiezas a ver


decides que lo mejor no puede ser ayer;

duermes y lo sueñas otra última vez:

es domingo y la luz te acurruca

tus sentidos se alegran de tan dulce placer

saber que cuando menos lo esperes, la lluvia va a caer

estás allí y no puedes creer que no es

así que Es, y la lluvia entonces cae, lo limpia todo, lo cubre de la nitidez que nada esconde,

que enciende el brillo y sacude el moho. Tu sales y te empapas, abres la boca y lo absorbes,

te frotas la cara con las manos y es cierto: Es. Estás allí tumbado con Ellos, por qué eres

Ellos, por qué ellos te hacen ser a Ti.


cuando despiertas todo es blanco y domingo y lo es, lo crees por qué lo que crees Es.





A todos Ellos: a los que se fueron, los que vendrán, que se irán y a los que se quedaran.

Acné suicida

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12/6/08

- Qué calor que hace -se lamenta Rogelia-, si la semana pasada llovía y parecía que el verano nunca iba a llegar.

Si la inconformidad permanente fuera un don, Rogelia sería muy afortunada. Allí sentada al sol, tomándose su cortado de cada tarde, no tuvo su mejor levantar, y a pesar de tomarse el día libre (una de las ventajas de su trabajo), no parece que la mañana le fuera muy positiva. A su camarero C, por ejemplo, lo había hecho volver después de haberles servido (después de haberle hecho esperar antes mientras resolvía la duda de qué pedir –aunque pidiera siempre lo mismo):

- ¡Tráeme un vasito con hielo cariño! -Le gritó con un dedo en el aire.

- ¡Buff! No puedo soportar estos cambios bruscos, me alteran el metabolismo y me estresan. Esta noche tuve un sueño rarísimo donde alguien me decía llorando que mi padre había muerto…me entró un mal rollo. Tuve que llamarle a las seis de la mañana…

- Venga ya Rogelia: Qué metabolismo ni que narices. Primero pedías lluvia –replica E sin dejar de hojear el periódico, sin menospreciar la opinión de su amiga, pero sin sorprenderse nada-. A los cuatro días ya clamabas por un poco de sol, y ahora te quejas de lo uno y de lo otro. Lo tuyo es quejarte corazón –sentencia.

- Tío no seas plasta. Ya sabes que yo soy muy sensible –dice mientras estira los brazos y goza con un enorme bostezo, esos que se aparejan con todos los músculos del cuerpo y producen un extraño efecto relajante posterior-. Mi cuerpo está hecho para climas suaves –dice, continuando con sus estiramientos como si acabara de levantarse-, sin demasiadas alteraciones ambientales, y con todo eso del cambio climático y la crisis y todo aquí ya no sabe uno lo que va a encontrarse. No sabes si ponerte la chaqueta o las chanclas, llevarte las gafas de sol o el paraguas, o quedarte en casa para no gastar. Se está convirtiendo todo en un rollo...

- Si amor, por eso estás tan estresada aquí en la terracita con este sol tan rico. Lo que haces cada tarde, en definitiva. En un par de días se te pasa, ya verás. Escucha lo que acabo de leer: “Uno de cada veinte afectados de acné piensa en el suicidio”. Y dice que ocho de cada diez españoles padece acné en algún momento de su vida. Eso significa que -levanta la cabeza, haciendo ademán de calcular-. Eso significa que unos siete millones de españoles han pensado en suicidarse. ¡Increíble!

Remueve un poco su taza de té y lo prueba.

- ¿Estás pensando tu en el suicidio?

E suelta esa impertinencia (o esa irónica interpelación) sin inmutarse en absoluto, con los ojos escondidos detrás de sus gafas y con la cabeza agachada en dirección a las páginas del periódico. Solo un leve levantar de cejas insinúa un rápido vistazo a la reacción de Rogelia.

- ¿Insinúas que tengo acné? –suelta ofendida, cruzándose de brazos-. No pretenderás que a mi edad un par de granitos puedan considerarse acné…menudo sinvergüenza estás hecho.

Un atractivo chico, de esos que aparentan no importarle su aspecto (pero que por supuesto si les importa), pasea a su perro "snob" por la plaza. Los vecinos de Rogelia (los qué ladran a las ocho de la mañana cada domingo) corretean ansiosos después de salir del cole, dando patadas al balón, obligando a las palomas a usar sus reflejos para esquivarlo, mientras una viejecita se empeña en hacer entrar una colilla por la alcantarilla (sin duda su posición nada erguida que el paso de los años le fuerza a tomar la invita a mirar constantemente el suelo. Puede que las colillas la molesten demasiado como para dejarlas allí. O puede que no tenga mucho más que hacer. O que se sienta mejor haciéndolo. O que al mismo tiempo que todo lo anterior esté pensando en el imbécil que la tiró –o en el que fuma cigarrillos-). Solo es ahora que los críos interrumpen el silencio de la plaza, hasta entonces todo eran murmullos y pajaros charlando distendidamente en los centenarios olmos. La plaza a esa hora empieza a llenarse de gentes que acuden para sentarse y charlar o tomar el sol o hablar o todo esto y lo demás en una tarde tranquila, muy tranquila (como la mayoría), y que hace imposible que la conversación de E y Rogelia acabe en discusión. Más porqué E y Rogelia llevan una vida sosegada. Más porqué se quieren y no necesitan desahogar sus malas energías el uno al otro (porqué no las tienen) Una vida que dentro de lo que les ofrecieron, supieron escoger bien.

- Bueno –habla por fin E, después de unos minutos en que siguió leyendo el periódico, olvidaron el comentario y ella se dedicó a observar a su alrededor, a sacarles la lengua a los vecinitos y a preguntarse sobre las aficiones de la ancianita-, yo pienso en el suicidio muchas veces, aunque lo pienso y lo olvido al instante.

- Si, qué chorrada -añade Rogelia rizándose los rizos-, con lo avanzada que está la medicina hoy en día: la de buenos tratamientos que debe haber para el acné...¡Gracias guapo! -dice guiñándole el ojo a C mientras le traé el vaso con hielo-. Estaba a punto de morirme del calor. Me lo echaré por encima a ver si me pasa.

Entonces sus miradas se cruzan unos segundos y progresivamente, rehuyendo los ojos del otro pero inexplicablemente volviendo a encontrarse, su expresión neutra va transformándose en una leve sonrisa hasta que, conscientes de la absurdidad de todo y la relatividad de las cosas y de la conversación que acaban de tener y de aquellos lenguajes que solo entienden ellos o que incluso no comprenden pero adoran, no son capaces de soportarlo más y empiezan a reírse desembocando en una orgiástica representación: descompuestos por los suelos, atrayendo la incrédula mirada de quien les rodea. Algunos pierden la atención en ellos, otros empiezan a reírse con ellos, así, sin más.


Sonidos primaverales

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2/6/08

(Efeméride a comentar: el que viene a continuación es el post número 100 de este blog)


Decidido a adjudicarse todos los premios, se levanta por la mañana aún con la convicción que podrá llevarse a su amigo al partido. Cuando más tarde le comunican que no podrá ser así, se encoje de hombros y lleva a su amigo al partido de todos modos. La ilusión de envolverse con la magia que dicen rodea ese estadio puede más que el dolor del precio que hay que pagar. Su equipo, con solo una derrota en casa en lo que va de año, inspira los mejores augurios, aunque luego pierde etrepitosamente, dejándoles un agrio sabor que solo es capaz de desaparecer con la dulzura del bourbon con cola.

El viernes el trabajo es más que nunca un trabajo. El intento de salir de la cama se prolonga más de lo deseado (aunque menos de lo necesario) y llega tarde a la oficina. Por suerte su jefe nunca llega pronto, ahorrándose de ese modo sus comentarios sarnosos. Es viernes y solo cuatro horas de sueño impiden que cualquier esfuerzo intelectual se convierta en esfuerzo productivo; simplemente no hay esfuerzo. Sale a comprar el desayuno para los compañeros (este viernes le toca a él). Se toman el café y las perrunas en la terraza, alargando bastante todo el proceso, con la agitación de conocerse en viernes y el agotamiento de todos los días pasados. No son las tres menos cuarto pero decide irse, preguntándose además por qué debía de pasarse las horas en la oficina sin hacer nada (cuando podía no hacer nada), o no haciendo nada productivo para la empresa, en vez de dedicárselos a él mismo, a descansar de la funky night anterior, por ejemplo.

A las ocho de la tarde ya están listos y empiezan a regodearse con la noche que tienen por delante. Sin duda, como muchos expertos así constatan, el resultado final depende mucho de una buena previa que no del hecho en si. En casi todos los proyectos comunes, diría. Calentarse juntos. Pensar en lo que íbamos a hacer, y claro, empezar a beber, comer algo, preparar el kit festivalero (a saber: ropa y calzado cómodo, petaca de bourbon con maría, gafas de sol –por si se alarga hasta entonces-, hoja impresa de los horarios de los conciertos –con los importantes remarcados- y una motivación e intención que vaya construyéndose entre los dos).

Inicialmente la entrada al recinto se complica: un par de errores de cálculo obligan a buscar en la reventa. Finalmente, la suerte y la voluntad entran en escena y sale más a cuenta -económicamente hablando- el abono completo que a la mayoría de los ya presentes. De hecho, como el día siguiente también se incluye, los planes cambian un poco (hay que dosificarse, solo un poquito, dicen), así que el ritmo aumenta acorde a las horas que se intuyen por delante. Aviso para navegantes: ir de festival es un trabajo duro que requiere de una buena preparación física y mental.

Las expectativas nunca suelen cumplirse. Unas veces por excesivas y otras por poco pretenciosas. En su caso, hay un cúmulo de sustancias que se mezclan en el ambiente que les transportan más allá de lo que su percepción es capaz de asimilar: los robóticos de Devo y los atmosféricos Polvo pero sobretodo la heroína de Chan Marshall, que no ironía, son los causantes de la locura colectiva -creciente-. El resto de drogas hacen el resto. Pero en un momento dado todo ha terminado y están de vuelta en la cama, durmiendo y aprovechando sus cuatro horas de sueño, las mismas que pasan antes que suene su teléfono y se vistan, desayunen rápido en la panadería de la esquina y bajen para cumplir (con un par de huevos) con el dichoso torneo de bares. Y no, en realidad el campeonato es de futbol, futbol entre equipos de bares.

Ocho horas más tarde vuelve a estar en el terreno de juego, el de baloncesto, por segunda vez. Pero esta vez sí, esta vez las entradas son gratis. Es la final y los ánimos estan renovados, pero no: pierden de nuevo (ya son tres partidos perdidos en casa en lo que va de temporada, dos de los cuales presenciados por ellos), así que de vuelta al bourbon con cola.

El segundo día de festival lo empieza él solo, primero sacando tajada de la segunda entrada que nadie quiso aprovechar y que dos tipos pretenden (viva la reventa ¡joder!) y luego paseando y fotografiando un poco aquí un poco allí.

Las horas venideras son un poco confusas, tanto para quien escribe como para quien las vivió (aunque no tanto por causa de la memoria como del pudor por el desnudo), así que resumiendo lo resumible, solo unas pocas imágenes se mezclan en la retina: un inicio de paseos y charlas civilizadas, agarrones en terreno vip, donde el par de locos de la colina que le empujan se dedican a sobar tetas (¡hay pruebas!) y a soplar fuerte; comentarios incontinentes en Tindersticks; ensordecedores melodías con Dinosaur Jr.; encuentros del pasado (y el presente) durante largas horas de Animal Collective y otros tantos sin nombre que recuerde, tormentas caídas con la luz del día y quizá pueda que también encuentros del futuro.

Pero la imagen que permite ser contada y que constata teorías y rechaza fórmulas exactas es despertando al mediodía, con la cabeza aún retumbando, la boca seca, las piernas resentidas y los oídos estériles percibiendo como una débil y confusa voz inquiere a su lado: “¡Por favor, ¿puedes decirme donde estoy?!”

13 de mayo, dietario de Rogelio Portodo

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21/5/08

Este es un fragmento del dietario que cayó de la bolsa de Rogelio Portodo uno de esos días en que andaba con prisas, sin prestar atención a nadie, con la mente fija en su objetivo, desconocido por todos, una fría mañana de marzo de ya hace un tiempo.

13 de mayo

Por la mañana, salgo a la calle con ella en mi mente, aunque estuviera con otra por la noche. No es la misma sensación de antes, aunque aún persiste algo de embrujo, de resquemor por haber sido tan estúpido y haber creído tanto en aquel "click" que nunca llegó, el que nunca supe provocar. Ya no pienso en toda esa energía que vertí como en algo recuperable, es más bien mi corazón, que vive a otro ritmo, más lento, anclado en la añoranza, esa que siempre tiene una oportunidad más que ofrecer, quien me obliga a replantearme, a reabrir de nuevo en mi cabeza las mismas preguntas que ya fueron replanteadas y reabiertas mil veces antes, y respondidas. Esas mismas dudas que manchan de nuevo aunque tan claro tiña la respuesta. Esas mismas dudas que quizá se disfracen de tales, aunque en realidad sean desengaños, respuestas que no aceptamos por qué no queremos, simplemente. ¡Pero eso al corazón le da igual! Él puede seguir empeñado en buscar respuestas adecuadas, soluciones que no le indispongan ni le hieran; reajustes de la realidad sin los cuales la vida sería demasiado insoportable de vivir, aunque viviendo de ellos resulte una lucha con final incierto.

Otras mañanas -ya las más, por suerte-, con la inestimable ayuda de mi amigo el Tiempo, es mi instinto quien guía mi conciencia. Y el instinto no es como el corazón: el instinto lo tiene todo claro, no se replantea ni reabre nada, no se indispone ni se siente herido; él siempre conoce donde está el éxito y donde el fracaso, por muy pequeña que sea la mancha que dejaron. Mi instinto hace tiempo que sentenció, y solo en los momentos en que el corazón (que es sin duda más grande cuando se hace grande, más poderoso y decisivo que no el sutil y temeroso instinto), solo en esos momentos en que se ve superado por el corazón y se torna voz estéril, sin repercusión alguna en nuestras voluntades, solo entonces no puede hacer nada y es temporalmente derrotado. Ahora eso a mi instinto le ocurre los menos días, porqué mi corazón se contrajo, dejó de luchar, y no es capaz de silenciar al instinto, así que éste aprovecha y dice lo mismo que siempre mantuvo pero que por momentos el corazón silenció:"no merece la pena; no luches por alguien que no lucha por ti".

Lo jodido de dejarse guiar por el corazón
es el peligro de meterse en una montaña rusa.
Lo jodido de escuchar al instinto
es el peligro de caer en un profundo sueño.
En este caso diría que lo mejor es mezclar,
con moderación.
Aunque no tenga claro quien me convenció.

Por aquél entonces Rogelio era un desconocido para mi. Ahora sé mucho más. Ya os seguiré contando...

Horas intempestivas

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14/5/08

No eran horas intempestivas cuando esbocé una sonrisa al abrir bien los ojos. Al silencioso desplazamiento por la ciudad aquella tarde de domingo, los colores de la ciudad impregnaron mis retinas. Si, colores. Fue como una liberación. Después de semanas, de meses deseando, implorando la compasión del cielo, sacudiendo la conciencia del más inconsciente, por fin el agravio, la vergüenza cultivada durante años de imprevisión, imprudencia y prejuicios había marcado un punto y seguido y de arriba la lluvia por fin todo lo mojaba. ¡Y de qué forma! Litros y litros empapando montañas, bosques, prados, parques, tejados, avenidas y calles. Salía y pensaba: ¡Qué no pare! Que siga días y días. Y estoy convencido que nadie pensaba lo contrario, nadie que sufriera por ver discusiones vacías sobre los pozos también vacíos. ¿Qué hacéis con paraguas? Mojaros y dejad que la lluvia os demuestre que seguís vivos. Echad la cabeza hacia atrás, cerrad los ojos y abrid bien la boca, que el sabor del alivio recorra vuestras entrañas. Disfrutad del momento, desead con todas vuestras fuerzas que siga lloviendo. Y así fue: me levanté al día siguiente y seguía lloviendo. Más, más y más agua. ¡Que corra! Que se llenen los ríos y los embalses; recoged todo lo que podáis, metedlo todo en cantimploras y sacos enormes y guardadlos o yo qué sé, pero que no desaproveche nada.

No eran horas intempestivas sino el final de ese sueño vuelto colores en la ciudad. Fue un baño a conciencia; todo quedó reluciente y nítido. La escorrentía se había llevado lo feo y lo despreciable. No había rastro de polvo ni suciedad en las calles. El cielo seguía azul oscuro, casi negro, esperanzador aún. Nunca vi árboles tan verdes ni tal cantidad de pájaros perder la timidez, esa que el calor sofocante y el ruido y el amarillo de lo seco les obliga a tomar. ¡Porqué no había ni ruido! La gente seguía bajo sus tejados y mi ciudad estaba limpia, de colores y descreída. Los jardines podían vivir un tiempo más sin agua. Todo estaba más tranquilo, aliviado como el preso a quien aflojan las esposas. Firmamos una tregua.

Pero aunque los árboles se sujetaran a la vida y los bosques permitieran que el agua corriera y reavivara los torrentes, los ríos llenaran de nuevo sus cauces y los acuíferos se empeñaran en renacer a las secas fuentes, los invertebrados dejaran paso a las generaciones futuras y a los demás seres se les permitiera vertebrarse un poco, después de la lluvia y los colores y los pájaros tomando la ciudad y el verde de los árboles dilucidando el placer que sintieron con el festín que se dieron, que todos nos dimos, a pesar de todo ese goce y alegría somos conscientes que seguimos esposados a la voluntad de lo impredecible; la voluntad de la estupidez humana. Lo somos ¿verdad?

Blanco

2c

7/5/08

Tienes una caja llena de oportunidades,
solo tienes que escoger la mejor de las mejores.

No permitas el silencio del no respondes,
pues falsas pueden parecer verdades.

Elige, responde.

Siempre aciertas, nunca la cagas.

0c

6/5/08

Naces,
creces,
aprendes,
intuyes,
decides,
haces,
la cagas.
Creces,
ojeas,
sospechas,
llevas a cabo,
la cagas.
Creces,
ves,
sabes,
aciertas.
Creces,
intuyes,
decides,
haces,
la cagas.
(...)

Guerras, taxistas y pepinillos

1c

3/5/08

El control del subconsciente incita a la subordinación
de las mentes, sino, díselo a mi gato.

Rebuscando en la despensa algo con lo que saciar un incipiente apetito, el tarro de pepinillos –que entonces ya tenía entre manos- hizo que me acordase de aquella historia tan singular que hablaba de un tipo que el día en que se levantó con la polla tan pequeña como un pepinillo su mundo se vino abajo. Forjado donde las virtudes se expresan en centímetros, ese grandullón pasó a ser chiquitín y los días, como los pepinillos, con vinagre algunos y agridulces otros tantos. Tal era la constelación de perjuicios que su diminuto instrumento acarreaba con el mero hecho de su existencia, que sin más preludio, un día no pudo soportarlo un segundo más y ¡zas! Cortó en seco. “Ya está –dijo con el culpable entre sus toscos dedos-. Problema resuelto”.

“¿Qué capullo verdad? -pensaba mientras observaba uno de esos pepinillos-. No entiendo en qué resolvería cortarse el pito sus problemas –y le daba un mordisco-. Un tío sin polla. ¿Qué solución es esa?” y seguí saciando mi apetito.

Por aquel entonces no comprendía nada. De pronto, como intentando buscar respuestas, saqué mi pene y lo miré; estuve un rato reflexionando. Si, era cierto, le tenía un aprecio especial; me importaba, sentía que era mío, parte de mi. Pero nada más: estaba ahí, cambiaba de tamaño, tenía días tontos y otros menos, como todos, pero seguía siendo el mismo. Seguía siendo yo.

Ahora lo pienso y sigo sin comprender tal historia, más soy consciente que el orden de lo inaudito está más cerca de lo que creemos. Y si un tarro de pepinillos puede saciar mi apetito y transportarme a historias imposibles, cortarte la polla y creer que así resuelves tus problemas puede ser perfectamente posible.

Paseando por esas calles homosexualizadas del Eixample, un yanqui de blanco que repasó mi figura de arriba a abajo hizo acordarme que el gobierno de su país ideo hace algún tiempo una bomba “gay”. Si, si: una puta bomba “gay”, la llamaron. Supuestamente, tal artefacto liberaba un tipo de gas (o feromonas o qué coño sé yo) cuyo efecto, al ser inhalado, incitaba a los soldados a dejar las armas y a meterse al trapo, o al trabuco, para emplear un lenguaje más castrense. Entonces era el momento del contraataque, con las tropas se supone que de festín singular en tierra de nadie. Resultó ser un fracaso. No tengo ni idea de por qué, pero imagino que la incomodidad del campo de batalla, entre barro, trincheras, alambre de espino y los capullos del otro lado mirándote con prismáticos echaban más para atrás que no el jodido gas afrodisíaco. O quizá más bien todo lo contrario: que el efecto del gas les resultara contraproducente ya que al sembrar tal cantidad de desenfreno entre las filas enemigas, éstos volvíanse, debido al roce propio del acto mismo, un grupo más unido y por tanto más difícil de vencer. “Eso les debe ocurrir a los gays, por eso crean sus propios guetos y montan hoteles para, tiendas de, viajes con, fiestas por el…”, pensé yo. Aunque si ese fuese el caso, tengo por seguro que a buen recaudo tendrán guardada la fórmula estos yanquis, no vaya a esparcirse tal semilla y San Francisco, Mikonos o Barcelona (con el hotel Axel al frente) se rebelen contra el imperio de lo hetero, o peor: no vayan a terminarse las guerras por contagiar el mundo entero con el deseo de fornicar a todas horas, con todo dios.

¿Qué demonios le pasa a este mundo de tarados mentales que secuestran a hijas y se las follan y tienen hijos con ellas y se las siguen follando y subyugando y torturando? Mierda, que los taxis echen gas follador por los tubos de escape, incluso así los taxistas puede que algún día conduzcan bien, y nos dejemos de guerras estúpidas por la cola del pan o las muestras gratis de paté de jengibre.

Pero no, las guerras, como los tarados, seguirán existiendo. Lo menos contraproducente, en este caso, es no tenerla demasiado grande, no sea que algún día te digan que no es tan grande como creíste, y estar lo suficientemente tarado como para no entenderte algunas veces, pero no tanto como para llegar a cortarte tu pepinillo. Tío: no pasa nada por tener un pepinillo chiquitito, tu hija no merece ser secuestrada y violada durante veinte años por eso. No va a solucionar tus problemas. Mejor acéptalo y dedícate a chuparlos si acaso, cabrón.

Matando el Tiempo

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27/4/08

La tendencia a empezar a escribir preguntándose la adquirió Rogelio en sus largas tardes de internado. Bajo la tenue luz del sol tardío, aquella que proporciona la justa posibilidad de expresarse -sin claroscuros, sin sombras que entorpecen la caligrafía-, empezaba hojas en blanco, con la ilusión del principiante, sin el miedo de quien sostiene una larga trayectoria vital, con la única ambición de conocer, aprender y crecer. Y desde allí, segura cárcel de temores propios y ajenos, crecía su curiosidad por Conocer y Saber y Preguntar y Aprender, cuestionándose continuamente por todo lo que puede serse interrogado, una y otra vez, hoja detrás de hoja, atardecer tras atardecer.

"¿Qué está bien? ¿Qué está mal?" Anotaba. Y acto seguido se proponía discernir sobre lo que un sueño, por ejemplo, le había planteado. Su método, si puede llamarse así para un principiante, era el siguiente: miraba a través de la ventana, a lo lejos, cerca del horizonte donde el sol ya se escondía, donde creía se ocultaba todo lo que debía conocer, esperando que de allí, de su mente atrapada, surgiese la esperanza en forma de Respuesta. Pero muchos de esos atardeceres, al encontrarse escribiendo, divagaba y divagaba con respecto a su Pregunta, divagaba al pensar sobre lo que su mente le planteaba; era como una frágil construcción a punto de venirse abajo por culpa de la brisa vespertina. Saltaba de una idea a otra, de un argumento a la objeción del mismo, rebatía sus propias teorías. Escribía (vivía) sin un hilo común, sin respuesta alguna que saciara su irrefrenable necesidad de Saber. Entonces, en uno de esos momentos en los que se encontraba saltando de un lado a otro, decidió leer. Empezó a devorar libros. Los consumía casi de modo compulsivo. Desde su retiro obligado el tiempo se había convertido en enemigo imbatible, no por su fugacidad, sino por su omnipresencia. Sus días, largos y persistentes; sus noches, insomnes y desconcertantes. No podía moverse de la cama, así que la angustia inicial por ver reducido su espacio vital a esas cuatro paredes impersonales, inmóvil, se tornó en una actividad mental extraordinaria. De la divagación a la lectura, al dibujo, pensar, meditar, seguir divagando,... Toda esa actividad era necesaria, a su juicio, para disuadir la insistencia del Tiempo de acorralarle allí dentro. Y los libros empezaron a darle Respuestas.

Así que entonces, cuando la angustia tornó actividad, nada cambió mucho y Preguntas siguieron en hojas en blanco. En su refugio carcelario, contemplando horizontes nocturnos y desechando fronteras mentales, divagando sobre preguntas a las que libros dicen contestar, deshojando misterios que entrañan más y más misterios, hojas en blanco que conducen a más hojas en blanco con Preguntas, Respuestas imposibles cada vez más largas y actividad constante, es donde Rogelio sigue. Así es como Rogelio Es. Así sigue Rogelio, preguntándose todo lo que puede ser preguntado, intentando responder lo que puede ser respondido. Matando el Tiempo.

No buscamos respuestas, buscamos "La Respuesta"
¿Existe?

Supuestamente una crisis

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15/4/08

Montones de libros se apilan en las estanterías de Rogelio. Cuando pasas por delante de ellos es inevitable echarles un vistazo. Siempre hay alguno escondido esperando ser leído por ti. Alguno nuevo con muchos años de antigüedad, lo más probable. De vez en cuando, con la excusa de vaciar un poco las ya abarrotadas estanterías, Rogelio hace paquetes de libros y los reparte entre sus amigos. En cierto modo, deshacerse de todos esos libros es un acto de purificación para él. Es el resultado físico de una decisión intelectual: "¿De qué sirve acumular tantos libros? Montones de libros abarrotados de pesadas hojas escritas sin ninguna función más que la que ya tuvieron, y que probablemente ya olvidé. No quiero que mi casa soporte tanto peso".

Ayer Rogelio tiró muchos libros a la basura. Estaban ya en el contenedor cuando fueron a buscarlos. No eran para él, eran para repartir, como siempre, y es que en algunos momentos la idea que embarga la mente de Rogelio es que leer no tiene ningún sentido, por lo tanto no lo tiene para nadie. Esta “crisis pasajera de lectura”, como él mismo suele llamar, terminó con el amigo sujetado por detrás para intentar rescatar a los montones de pesadas hojas de su fin. Por suerte, volverán a ser leídas.

“Quizá terminen en el mismo sitio de donde las sacaste”, dijo cabizbajo mientras volvían a subir a su piso. “Quizá”, contestó, aunque prefiero decírtelo después de leerlos. Así que el amigo, después de haber recibido las pertinentes introducciones de cada uno de los libros, se llevó a la espalda aquella remesa de refugiados rescatados de una crisis existencial, con una enorme sonrisa en el rostro, sabedor de su suerte al rodearse de gente como Rogelio, que le ofrecía tantas oportunidades, suerte acrecentada, además, por encontrarse precisamente allí en aquel momento. Sino: ¡qué amargo destino el del olvido de los libros!

La lógica respuesta a la realidad institucionalizada

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12/4/08

La lógica reacción a los resultados inesperados está compuesta por vociferados sinsentidos mezclados con amargos deseos expresados por la locura más sombría, esa que se esconde, de la que imprudentemente nos avergonzamos, pero con la cual nos defendemos como muestra de nuestra más sincera respuesta.

Porque hay ideas sacadas de lugares remotos, más propias de mundos lovecraftianos y de largometrajes bergmanianos que de la fina capa de asumida normalidad. Simplemente nadie lo entiende (y pocos lo asumen), aunque muchos lo piensen y se lleven su parte -la que se construyen-, hacia propios pensamientos narcóticos, hacia esos lugares prediseñados la llave de los cuales solo ellos mismos poseen, espacios acomodados a sus (mis) íntimas neurosis.

Es la magia de los magos que vuelve de nuevo, la locura de los necios (de los sabios) que aparece por enésima vez; enteógenos diluidos en los vasos sanguíneos que ayudan a olvidar y a crear eternamente en el círculo de la existencia creativa -no necesariamente activa-, que nos alimenta constantemente con la ilusión de la realidad.

La mañana de los magos

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28/3/08

-¿Quiero saber cuál es tu rollo, entiendes? Me harté ya de juegos estúpidos que no llegan a ninguna parte. Estás logrando que me vuelva loco...y que acabe por perder el interés en ti.

Sentados de frente, la tenue luz solo permitía ver sus rostros difusos, medio escondidos detrás de las sombras que la mesa de la esquina les ofrecía. Mientras tanto, la lluvia pegaba en los cristales de aquel bar cualquiera, dominando su propio tiempo, al compás de la razón que ella misma se imponía. Cuando quiso decir algo, no la lluvia, sino ella, él no pudo permitirlo y la interrumpió:

-¡No! ¡Es que no! -gesticuló con los brazos, acercando las manos a su cara, como mostrando su incredulidad-, no quiero perder el interés en ti. ¿No ves que ya me harté? Me duele. Sabía que todo era un juego, pero ya no se de qué trata. Me desconciertas...

-¿Pero de qué hablas? Yo no juego a nada, son solo tus imaginaciones, a mi me parece todo muy bien.

-¡Pues a mi no! -Gritó, liberando la rabia contenida. Nunca pensé que diría esto a nadie, pero no quiero volver a verte.

Y se levantó, se puso el abrigo, la bufanda y los guantes, consciente del frío que sentiría el resto de la noche, recogió el resto de cosas esparcidas por la mesa y se dispuso a salir.

-¡Espera! -soltó ella agarrándole del brazo. Entonces, después de un corto pero inolvidable momento, hizo un breve suspiro y dijo:

- De acuerdo, voy a dejarme querer.

Pensamientos estúpidos

3c

24/3/08

Vas paseando por la calle y ¿qué ves? En principio diría que no solemos mirar mucho lo que hay en la calle. Más que nada nos concentramos en nosotros mismos, en nuestros pensamientos, problemas, o en el lugar hacia el cual nos dirigimos. Sin embargo, sabemos que a nuestro alrededor hay más; todos aquellos con quien nos cruzamos también andan pensando en sus cosas, probablemente, pero hay quien no camina solo. Estos suelen hablar entre ellos, a veces. Andando solo, en esos días en que simplemente vas, sin pensar en nada, con la mente abstraída y concentrado en tus pasos, en el momento de cruzarte con esos tipos que hablan entre ellos, sin quererlo cazas un par de palabras de su conversación. Siempre me ha parecido fascinante lo que la gente habla, aunque parezcan estupideces me atrae saber que es lo que se cuentan, diría que es mi interés sociológico, pero mentiría si no reconociera un poco de curiosidad y otro poco de morbo en ello. Cuando solo es una parte de lo que hablan lo que llega a mis oídos, entonces intento adivinar que es lo que sigue, o que es lo que les llevó a decir aquello en concreto. Un día me crucé con un grupo de chicos, de vuelta a casa, y uno de ellos decía: “…hay un vibrador que lo puedes conectar a la guitarra eléctrica”. Sin más. Evidentemente la duda (del antes, del después y del porqué) se prolongó mucho más que mi camino de vuelta.

Otro de lo que puedes ver en la calle son gente paseando a sus perros. Es posible identificar, por la raza de los perros que ves, si una zona es de clase alta o de clase media. Normalmente en los barrios más degradados los perros se pasean solos. En donde yo vivo, concretamente, predominan más los perros de raza, por lo tanto, sin necesidad de mirar a nada más que a los chuchos, puedo afirmar que vivo en un barrio de gente rica. Ahora el perro que está más de moda es el bulldog francés. El otro día entré en un hipermercado de animales y vi a uno con una expresión tan boba y simpática a la vez que quería comérmelo. Luego miré el precio, le eché un nuevo vistazo e inmediatamente perdí el interés en él. También existen unos cuantos tópicos acerca de los perros; a parte del que son “el mejor amigo del hombre”, circula el que dueños y canes se parecen (hecho que se cumple la mayoría de las veces, más debido a que solo nos acordamos del tópico cuando se cumple que a que así sea), o que los dálmatas tienen tendencia a quedarse ciegos, ¿o era sordos? Hablando de dálmatas, ciegos o sordos o nada de ello, hay uno, me contaron, que mantiene una galleta en la boca hasta que no le das permiso para comerla. ¡Pobrecillo! Me lo imagino babeando por todas partes. Debe ser horrible; como estar meándose delante de un retrete y no poder utilizarlo. Pero eso no era todo, ya que el animal solo podía dormirse cuando alguien (de la familia, se entiende), ¡se acercaba a taparle con su mantita! ¿No es encantador? Se ve que hasta que no acudes ladra, como si fuera tu hijo pidiéndote un cuento antes de dormir. Ese, por lo tanto, no cumpliría el tópico de mejor amigo del hombre, más bien sería el de hijo del hombre, ignoro si el mejor, aunque probablemente sí el más barato. Además, definir al perro como el amigo fiel del hombre por su docilidad y sumisión a éste me parece de una demagogia aplastante; ¿necesitamos realmente siempre sentirnos dominadores? ¡Que se coma la galleta cuando quiera, coño!

Así que cuando vayas por la calle, si te aburres, intenta captar algo de lo que hablan esos que andan hablando, o si estás en una nueva ciudad o un barrio que jamás pisaste, fíjate en los perros, por qué quizá no sepas si son el mejor amigo del hombre o de la mujer, pero sí que su dueña pagó un pastón por qué ella lo tiene. Si más no, encontrar un vibrador compatible con tu guitarra eléctrica puede resultar complicado, y nefasto si no eres buen músico, aunque pensar en aquellos cuatro chicos un jueves por la noche hablando de juguetes sexuales puede inducirte a montarles una vida ficticia, o a llenarte la cabeza con pensamientos estúpidos, como querer comprarte un bulldog francés o un dálmata lacayo. Pensamientos estúpidos o un modo de andar por la calle.





Convencionalismos

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17/3/08

-¿Te preguntaste alguna vez como funciona el puto Google? Miles de millones de páginas en el mundo y tu pulsas COÑETE y en 0,06 milisegundos aparecen en tu pantalla, por asombro inicial (¡no me jodas!) e indiferencia actual, millones y millones de resultados. Y tu puta página, la que buscas, ¡está ahí! Pues tranquilos que yo os diré cómo: primero hace una búsqueda a partir de las palabras que tu insertaste en su base de datos, que cada día es más y más grande, y aquellas páginas que salen en los primeros lugares son, o sea las que tú quieres, a parte de las que coinciden con lo que escribiste, también las que más vínculos desde otras páginas tienen hacia aquel sitio. Es decir: las más citadas, o las que más gente linkea desde otras webs. ¡Putos listillos! ¿Eh?

Así entró Rogelio, emocionado, soltando esa parrafada sin que nadie tuviera tiempo ni a darse cuenta de que efectivamente alguien había entrado. Ese era su estilo. Mientras hablaba iba tirando sus cosas por todos lados y con un dedo y una mirada se pedía una cerveza, giraba una silla y se sentaba al revés, con los brazos apoyados en el respaldo. La atención del grupo ya giraba a su alrededor. Gesticulaba y fumaba y bebía sin dejar de hablar, tocando a su derecha y guiñando el ojo a su izquierda. Era imposible desviar la mirada de él porqué la absorbía; lo pedía con tanta fuerza que era inevitable caer rendido, muy a pesar de que en aquel momento interrumpiera a alguien en medio de una conversación; ese alguien se quedaba irremediablemente con la palabra en la boca, y debía conformarse con esperar a que Rogelio terminara para seguir, aunque probablemente quedara también prendado de su forma de hablar y olvidase aquello que estaba contando. Pero a pesar de mi descripción, no quiero dibujar a un Rogelio impertinente ni altivo; era su mundo, compuesto de impulsos incontrolables que le asaltaban constantemente, quien le obligaba a actuar de un modo instintivo, rehuyendo cualquier convencionalismo social, y que le hacía parecer, con quienes no conocía, alguien maleducado, soberbio, interrumpiendo, hablando sin necesidad de saludar, como si lo que trajese entre manos fuese el elixir de la eterna juventud y él tuviese la misión de propagarlo, pero que ante los suyos no provocaba menos que seducción. Rogelio podía atrapar la atención de muchos con sus historias, precisamente por qué eran buenas historias. Era capaz de hacer salir el sol en medio de una tormenta con inverosímiles sucesos o locuaces reflexiones. Su opinión contaba mucho más por qué, individualmente y en secreto, pero libremente, así todos lo habían decidido. Por contra, había temporadas en que le veías pasar a lo lejos, con el cuello de la gabardina en alto y la nariz escondida detrás de la bufanda, y en vez de asaltarte pasaba de largo e incluso evitaba saludarte, o lo hacía tímidamente, como queriendo pasar desapercibido; andaba como un cohete hacia alguna parte, como si le persiguieran, o se excusaba diciéndote "no tengo tiempo para salutaciones: tengo un encargo de suma importancia que me exige la mayor celeridad. Adiós". Así era él. También era entonces cuando se mostraba menos acaparador; no aparecía durante un tiempo, o cuando lo hacía apenas hablaba. Eso le hacía interesante, por otro lado. A mucha gente les gustaba eso, especialmente a las mujeres. Pero Rogelio tiene tantas facetas que incluso ahora, después de tanto tiempo sin dejar de sorprenderme, resulta tarea engorrosa por la facilidad de caer en el error hacer de él una radiografía con la exposición correcta como para dibujar algo más que su contorno.

Y así, después de una hora aburrida Rogelio había llegado y con su presencia animado el chiringuito. La gente se arremolinaba en torno la mesa. Él ya no hablaba; fumaba y reía a media voz mientras escuchaba a alguien contar un chiste de Arguiñano, o a otro los despropósitos de su vecina, que a pesar de su credulidad inicial, terminó por darse cuenta que su marido se la pegaba. Se la pegaba con la mujer del sordomudo -decía-, aunque él sigue sin reconocerlo, afirmando que le gustaba ir a su casa a hablar con el marido...Si si, el sordomudo ah! Y el chiste...que es lo que quería contar, versaba de dos locos que se escaparon del manicomio disfrazados de chicles, uno de menta y el otro de fresa, cuando pillan al que iba de fresa y le sacuden: ¿dónde vas demente? ¿Quién yo? Yo demente no, yo defrese...y entonces, entre risas, a la reportera de la tele se le escapa Miguel Arias Coñete en vez de Cañete, y todo son risas y miradas de complicidad, o estupideces múltiples cuando me doy cuenta que ya está, Rogelio se ha ido como vino: cuando le pareció, sin dar explicaciones, din decir nada. Libre.

¡Silencio!: jornada de reflexión

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7/3/08

El tiempo lo marcaba el café que tomaban. El movimiento circular de la cucharilla y el repicar en la cerámica marcaron el tempo que les balanceaba. Ese sonido: pura perfección aleatoria. Ciertamente no había lugar para la duda: hablaban de ellos mismos. Cada cual exponía su propia experiencia en cada uno de los argumentos. Piensan que son íntegros, pero ni entonces lo eran. En una tarde nublada defendían seguir, en la siguiente sale el sol y prefieren quedarse. Se trataba de la condición humana, suficientemente maleable como para no sostenerse firme todo el tiempo. Sin embargo, convencidos de hablar verdad, se dedicaban a subrayar los defectos del otro, o de lo que el de aquí hablaba, mientras el café seguía reloj de arena a su antojo.

Tres minutos, lo que pactaron; cuatro segundos por contraplano, veintiún grados en la sala. Nadie alrededor; solo ellos, un agujero donde fijar la mirada y la verdad por delante. Su verdad. La misión es intentar convencer al mayor número de verdades posible. Eso es lo único que les interesa. Da igual lo que les pase por la cabeza, da igual que duden de lo que dicen por qué la condición humana ha sido eliminada por la voluntad de rozar la perfección argumental. La indecisión es tratada como signo de debilidad. La ambigüedad es apreciada por la amplitud de interpretaciones. Por eso no pueden ponerse de acuerdo. Nunca van a aceptar un ápice de la verdad ajena. Aunque sepan de sus debilidades, aunque sepan que uno no existe sin el otro, o más bien debido a que son conscientes de sus debilidades y a que existen gracias a uno y a otro. Se transforman en recetas morales de una ideología particular, más o menos divergente de las otras, pero con el precio que hay que pagar por ello e dejan algo más importante: su humanidad, aquella que permite la duda y el error, pero también la rectificación y la comprensión.

A ellos hablar del futuro les es imposible. Por eso se dedican a vender ilusión en turnos de tres minutos.

El café terminará por enfriarse i la cucharilla perderá su función. Entonces, hablando con el pasado, el presente les convencerá a ambos que lo únicamente cierto es que su tiempo lo decidieron ellos y que sus verdades quizá mañana sean también las del otro, o dejen de ser verdad. Sin embargo, al volver de nuevo a incluirse en el bullicio de la sociedad, hay algo que les empujará, sin más remedio, a gritar: ¡un poco de silencio, por favor!

Dicen que hoy se reflexiona. Lo que ocurre es simplemente que hoy regalan un poco de silencio.

La aventura de pasar inadvertido

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9/2/08

Rogelio hablaba de felicidad sin necesidad de serlo. Recordaba la insistencia de sabios antiguos y fósiles modernos por esclarecer los entresijos de la duda existencial; formulada a lo largo de los años, destapada, emponzoñada por muchos y bienvenida por otros, entre los cuales aquella panda de místicos posmodernos, de apariencia soluble y mirada grave. Sostenía, con una leve sonrisa de burla en los labios, que sin duda tales viejos asquerosos, como solía apellidar a todos, dieron por terminada su angustiosa existencia, como si de una representación teatral se tratara (un drama, por supuesto), presenciando la constatación, por hechos claros y demostrables, de que precisamente todo lo que habían concluido a lo largo de tan frustrante experiencia vital, después de años y años de metafísica trascendental, geofísica inmaterial, y más chorradas sacadas de libros, no era nada más que pura mierda intelectual, pura patraña sin ningún tipo de significado práctico actual. Porqué eso si: Rogelio solía expresarse de un modo vulgar, ofensivo incluso, pero no por ello manco de razones: ¿Qué me importan a mi todos tus años de miseria claustral? –gritaba al aire, como si delante se encontraran a todas esas eminencias empeñado a desmenuzar. ¿Dónde está la vida de ellos? ¿En su obra? ¿Qué maldita existencia significa la posteridad? ¡A tomar por el culo la posteridad! La obra que a mi me obsesiona de verdad es el polvo que voy a echar después contigo –y lo decía mirando a la chica que tenía al lado, aunque no fuera su novia-. Acto seguido, como si nada, fruncía el ceño acariciándose los labios con los dedos y centraba su mirada en algún lugar indefinido. Todos se quedaban mirándole fascinados, esperando a que continuara con la disertación que llevaban platicando, conscientes de que él, a pesar de sus reprobatorias palabras, también era como esos tipos a quien tanto enfrentaba, de barba blanca y rizada o fina y peinada y que aparecen en las contraportadas de libros gruesos o en bustos bibliotecarios. La diferencia era que él, inconscientemente aún entonces, estaba predestinado a enterrar a todos esos viejos, relevarles del poder. Y para ello antes tenía que despedazarles, ridiculizarles, deshumanizarles, quitarles cualquier resquicio de sentido de permanencia para el mundo que él consideraba el auténtico. Piensan que por citar al depresivo de Schopenhauer van a tener mi bendición –continuaba-, o que las teorías existen y que por ello debo comulgar con ellas; la vida no se reduce en aforismos, la vida está aquí, conmigo, con todos nosotros -dijo, cogiendo de las manos a quien tenía al lado, obligando al resto a hacer lo mismo-. ¿Y la felicidad? La felicidad la elegimos nosotros. ¡La elijo yo, joder!


A alguien que dice me va a leer, pero que no escribe.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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