Conciencia de Poder

3c

19/1/08

Leía disputas por el control político de un partido de ídem cuando una idea me asaltó; tuve, debido a mi totalitaria convicción de no dejar escapar ni una, la necesidad de anotarla. La precariedad de mi memoria, también totalitaria, es la que me obliga, por otra parte, a traducirlas siempre en palabras escritas. Pero eso no importa. Lo que importa es que justo en aquel instante me di cuenta que un ciego, disimuladamente, intentaba leer lo que en mi libreta escribía. Yo, celoso de mis ideas, esbozaba con mala caligrafía, ocultando el secreto a tan curioso compañero.

Un par de estaciones mas adelante unas niñas se sumaron a nosotros, solitarios viajeros. La más pequeña, que no llegaba a tocar con los pies en el suelo, se sentó al lado del ciego indiscreto. Clavó su mirada en mí. A los pocos segundos empecé a irritarme por tan insolente comportamiento, y noté un calor creciente en el cuerpo; ese pequeño ser de poco más de un metro de altura me hacía sentir incómodo. “¿No viste nunca a nadie escribir, niña?”, pensé con cara de rabia, desconcentrándome, perdiendo quizá para siempre la jodida idea. Por suerte no tardó en bajarse, y sus ojos, a través de aquellas gafas redondas y fijos en mi libreta, dejaron por fin de examinarme. “Vete, vete, niña. Corre con tus amigas”, balbuceé apretando los dientes.

El ciego seguía observándome. Lo sabía. El muy cabrón se ocultaba detrás de aquellas gafas oscuras, pero yo sabía que estaba husmeando en mis notas. En esas estaba yo cuando cinco chicas adolescentes entraron y se sentaron con nosotros. Como no había suficiente espacio para todas ellas, una tuvo que venirse con nosotros. Ya pasando me pisó un pie. Estaban con la tontería encima y se rió de mi queja al sentir el dolor del pisotón. Pidió perdón, pero las otras ya se tronchaban al haberse enterado de la escena. Les eché una mirada desaprovatoria a cada una de ellas y disimularon su descojone, como si fuera el profesor que las ha pillado haciendo algo malo e intentan ocultárselo sin resultado. Intenté volver a focalizarme en la lectura del periódico; mala idea. No tardé en observar que la mocosa que me había machacado el pie con el zapato de tacón (que evidentemente aún no sabía llevar) me miraba de reojo. Lo vi por qué en un momento eché un vistazo a través de la ventana y ella apartó la vista bruscamente. No era la mirada de la niña de antes. Era una mirada inocente y curiosa, si, pero había algo de deseo en ella. “¿Te gusto?”, pensé. Solo me faltaba esto, otra husmeadora y encima pretende que me fije en ella. Cubrí mi cara con el periódico, tapando cualquier campo visual con la adolescente y la olvidé.

Estaba a punto de llegar a mi destino y el ciego seguía allí, intentando confundirme, simulando un desinterés ficticio. Inexplicablemente había logrado quitarme de encima a las aprendices de brujas sin darme cuenta; “mi mirada las intimidó…hmmm, por lo menos hoy tengo autoridad con alguien”, pensé. Decidí levantarme unos segundos antes de que el tren se detuviese para recoger mis cosas y todo eso. Me gusta salir el primero, darle al botón que abre las puertas. En aquél instante mi mirada fue cautivada por algo fuera de lo común; agarrándose para no perder el equilibrio, delante de la puerta, con posado cinematográfico, mis ojos se vieron absorbidos por una mujer de unos treinta años, metro setenta o por ahí, larga cabellera morena y lisa, de tal belleza que parecía irreal. Me resultaba imposible no clavar los ojos en ella; no podían apartarse de su contorno estilizado. Era tan estéticamente ideal…

Sin embargo, no pude evitar ruborizarme cuando, apartándose el pelo de la cara y recogiéndoselo por detrás de la oreja, nuestras miradas se cruzaron. Fue directamente al centro de mis pensamientos y supo que la adoraba. Desvié la mirada de un modo fingido. Se dio cuenta. Lamenté ser tan estúpido, pero ni tan siquiera volvió a fijarse en mi (aunque estaba claro, y de ello me di cuenta más tarde, que me miraba a través del reflejo de la ventana). Las puertas se abrieron y ella salió la primera. Seguí sus pasos hasta que nuestros caminos se bifurcaron. No dejé de mirarla en ningún momento. En el último instante, cuando había logrado alcanzarla y nos disponíamos a separarnos, me regaló una segunda mirada, consciente de que estaba ahí, de que seguía ahí. Una leve sonrisa fue lo último que supe de ella. Eso y de qué sí: soy un maldito ciego pretencioso que aún no quiere enterarse que ellas, al iluminarse un día, cuando les llega el momento y se enteran, poseen el control absoluto que un día nosotros dejamos escapar. Por eso os amo.

3 reacciones:

  1. so youre still alive?

    Buen repaso del blog q me he pegado, me debes un tulipan...
    todo bien? prox viaje asturias no?
    ya sabes q máximo gastas en el viaje, y conociendote, kizas te dejes caer en auto stop...
    besos y más cosas,
    P.D: los pijos hablan con la A???

    Anónimo

    15:01
  2. agafar el desig pel mànec...
    si tu me dices ven, lo dejo todo?

    Anónimo

    19:01
  3. Los pijos de por aquí hablan con la "a", sí. Aunque yo también hablo así a veces.

    Y sí; el refranero popular es sabio. Si tu me dices ven, lo dejo todo.



Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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