Liev

0c

11/1/07

Cuando te enfrentas al reto de leer un libro que de antemano sabes que va a arrastrarte durante un largo periodo de tiempo, por la trascendencia que eso supone, la decisión que a ello te conduce no debe tomarse a la ligera. La respuesta lógica a esta afirmación es evidente, ya que además, sabes que aquel libro, por la densidad y extensión en la que está constituido, va a exigir de ti una gran capacidad de concentración, dedicación y de motivación al abordarlo; además, un acto de capitulación en tus ideas una vez iniciado el camino, provocaría, primero, una merma en tu autoestima para afrontar nuevos retos en el futuro, y en segundo lugar, podría hacerte perder quizá la oportunidad única de leer una historia realmente increíble, imprescindible.
A pesar de lo dicho, sucede habitualmente que un día nos levantamos con la entera convicción de llevar a cabo tal o cual propósito; uno de estos días puede que se nos ocurra el de leer un libro de mil quinientas páginas. Talvez algunos lo llamarían un despropósito, aunque si algunos (y no pocos) hemos llegado a tal decisión, aunque nos parezca que ésta la hemos tomado un día al abrir los ojos, libremente, no es menos que porque hay una serie de indescifrables e innumerables razones que nos han conducido indefectiblemente a ello; una de ellas sin duda es porque identificamos detrás de las palabras del nombre del libro y del autor del mismo, algo extraordinario.
Yo acabo de terminar ‘Guerra y Paz’. Hace treinta minutos. Y al decir esto puedo afirmar también que siento un gran orgullo por este mismo hecho. La tarea de concebir una lectura como esta no es nada fácil; los mecanismos que me han conducido durante todas y cada una de las páginas me son misteriosos, así como la concepción del tiempo que transcurre dentro de la novela, y todo el que ha transcurrido leyéndola. La capacidad de absorción que una obra de estas características contiene, que hace que los personajes se vuelvan más y más reales a medida que su vida, como la tuya, avanza, así como la innegable identificación personal con la historia, te lleva a elevar lo que acabas de acometer a los más altos niveles de elogio y abstracción, llegando a afectarte de tal manera que no hay modo de separarse de ello; la novela acaba por formar parte de ti; el autor acaba por entrar en tu corazón y aquél tiempo que León te dominó parece algo imposible.

Necesito reflexionar más a fondo sobre lo que hoy termino;
necesito fuerzas para tomar un nuevo rumbo.
Voy a escribir más sobre él,
la afección que me genera no hace más que empujarme a ello.

0 reacciones:



Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

anomalías habituales © 2009