Hipocresía crónica (primera parte)*

1c

14/8/07

*Esta es la segunda parte de un texto más amplio, introducido el día 22/07 (o dos posts más abajo ;)

f.
Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Esa es la primera y única acepción que en el diccionario de la RAE aparece como definición a hipocresía. A mi entender, aclaratoria pero incompleta.

1.a pretense of having a virtuous character, moral or religious beliefs or principles, etc., that one does not really possess.
2.a pretense of having some desirable or publicly approved attitude.

En la segunda definición, extraída de un diccionario virtual en inglés, podemos ya encontrar de un modo más específico lo que en español se nos muestra como cualidades o sentimientos. Es decir: carácter virtuoso, moral, creencias religiosas o principios. Esas cualidades, en conjunto, son las que un hipócrita dice defender cuando en realidad no posee. Y eso es un hipócrita.

Mi desacuerdo con la definición de la RAE se basa en el hecho que el principio de la hipocresía se sustenta en el fingir, más mi experiencia me dice que no siempre el acto premeditado prevalece cuando la hipocresía acontece. En multitud de circunstancias son más bien un cúmulo de normas y costumbres sociales -y también humanas- las que actúan en pro de la hipocresía, relegando el significado esencial del término a un lugar secundario.

Por contrario, la definición anglosajona del término me parece mucho más acertada, en cuanto la voluntad del individuo no es relevante para tachar a este de hipócrita o no, sino que lo es, en cambio, el hecho de poseer realmente aquello que se dice poseer. Y en este punto es, precisamente, donde intervienen esos factores clave que hacen que nuestra sociedad viva sumergida intensamente en una hipocresía permanente.

Políticamente incorrecto en estos días ser intolerante con los inmigrantes, irrespetuoso con el medio ambiente, con las minorías étnicas, no quejarse de la suciedad de las calles, del tráfico insufrible, del aumento del consumo energético, de las guerras por los recursos, del hambre en el mundo,...y así podríamos nombrar a cientos de "causas" por las que hoy está bien visto luchar, o más bien diría por las que hoy estamos dispuestos a hablar, y pregonar que defendemos.

Pero lo cierto -y cuanto me cuesta escribir tal nefasto término- es que precisamente mantener esas opiniones es lo que nos hace profusamente hipócritas. Pero entiendo, la reflexión subsiguiente cuando alguien se queja del exceso de tráfico en las carreteras, es culpar al gobierno de la falta de ellas; o bien observamos un maltrechado río, arremetemos contra tal o cual empresa, y al gobierno por no hacer nada por impedirlo; o cuando llegan cientos de pateras a nuestras costas: ese gobierno, que no lo evita, esos bosques, que tanto se queman, que tan sucios se encuentran; nuestras calles, con tanto humo, con tanto ruido, con tanto pobre, tanto negro. El gobierno, el vecino, este, el otro, pero nunca nosotros, ¿verdad?

Pero lo cierto -repito-, es que somos nosotros los que vamos solos en el auto, tiramos colillas por la ventanilla, compramos en el top-manta, contratamos negros sin papeles, tiramos nuestra mierda en la calle, nos agarramos la bolsa cuando pasamos al lado del negro que antes contratamos, juzgamos, impedimos y rechazamos, y todo por la más pura de la ignorancia. Esa que nos impide de ver que si, lo que haces si cuenta, que da lo mismo si no va a notarlo nadie más, en este mundo naces, comes, cagas y mueres solo, y si a nadie más le va a importar, joder ¿y qué? Que te importe a ti por lo menos, que te importe saber que haces lo que piensas, por no darte cuenta un día, al levantarte, que eres un puto hipócrita que solo dice lo que está bien decir y hace lo que los otros hacen. Pero el problema quizá resida en la ignorancia.

Si quieres ser diferente empieza por pensar íntegramente, con honestidad, algo muy al desuso en estos tiempos. Empieza por decirte cada día que no sabes nada: oí en algún sitio que sabe quien piensa que no sabe, pero en nuestro tiempo todos nos creemos poseedores del don de la sabiduría: sabemos que esto es así, y punto.

Sin embargo, aún no es tarde. Simplemente somos víctimas de nuestro entorno. El hecho de no saber que somos unos hipócritas es fruto de la epidemia del engaño, esa que lastra a nuestra sociedad. Así que si hasta hoy no te diste cuenta que más bien haces poco de lo que podrías hacer, y menos de lo que dices profesar, probablemente no tengas tu la culpa, sino el engaño que te envuelve.

¡Atentos a él!

1 reacciones:

  1. Yo escribí algo similar, creo. Y si no lo hice, opino lo mismo. Veamos la segunda parte.



Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

anomalías habituales © 2009