Hablo de María, ¿queda claro?

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20/11/07

A Marisol Parreira le daba pereza levantarse del sofá. Todo debía de apuntar para no olvidarse. A cualquier cita, por ejemplo, llegaba tarde; no por desidia, más por descuidar del Tiempo. Es conocido que un día, cuando el sueño era ya insoportable, fue y volvió durante horas y horas metida en el mismo tren. Cuando alguien le advirtió de que empezaba a roncar, simplemente se despertó, miró indiferente a su alrededor y salió en la siguiente estación. Curiosamente era la suya. Al llegar a casa, Marisol se quitaba la ropa muy, muy lentamente. En invierno el proceso era aún más doloroso: primero la bufanda colgada en la entrada...la chaqueta encima..."ay...ahora entra, sácate el jersey, ahora los zapatos...los pantalones", y pum! el móvil que se cae del bolsillo. "Qué tonta -piensa María-siempre me pasa lo mismo", entonces recoge el aparato: la batería por un lado, tírate al suelo que la tapa se fue debajo de la cama, junta todo de nuevo..."ayyy"...se queja María mientras se pone camisón y un batín de lo mas kitsch, dispuesta a tirarse encima de su mejor amigo, el sofá. Allí es donde Marisol se siente mejor con María. Sin nada importante que hacer, solo ella, el sofá, un libro y sus ideas. No como quitarse la ropa. Banalidades.

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Juan Ramón Jiménez

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