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2/7/08

Rogelio acababa de tener una de esas revelaciones que le permitieron subir un peldaño en sus aspiraciones existenciales; una de esas en que el optimismo no era una opción, sino la condición.

En una nocturna vuelta a casa en ciclo...

la fugacidad de la vida no le parecía inconveniente alguno; la fuerza por Hacer hacían de él alguien invencible. Era más que nunca en esos momentos de plenitud, de jodida conciencia real, espiritual, cuando sus ambiciones eran mejor llevadas a cabo. Alcanzaba lo más superfluo, cotidiano y banal, hasta lo inalcanzable, lo que alguna vez soñaba en arrimar: amores platónicos, historias de las que respirar. Entonces era capaz de desnudar con la imaginación al más común transeúnte, desbordar de Hacer del humo más limpio. En fin, Crear.

Por encima de respuestas nulas (por coqueterías absurdas, parvularias) que no conducen a nada más que a desanimadas continuaciones, compañeras hambrientas de suicidios trucados, rumanas de parcas sonrisas que trabajan y viajan y responden y esconden, precipicios de venezolanas catalanas resueltos en conversaciones abstractas

Por encima de todo eso radica esa capacidad por sobreponerse a cualquier injerencia nociva, chupando lo oblicuo y desarrollando lo positivo. Mmmmm, que riiico!

Entonces la mirada argentina al bull dog francés negándose a proseguir su penitente camino, la mirada del resignado e impotente homosexual tímido que sujeta la correa del animal -de pie y parado- y que un argentino al pasar suelte "será hijoputa ché" mirando al perro y Rogelio volando con la bici y soltando una enorme carcajada al paso le convencen aún más de lo que otra vez Siente.

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Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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