Pozo

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12/7/08

Ella mira, habla y bebe: rodeados de aburridos viejos divertidos de apacibles tardes con bancos en sombra y nimias conversaciones; de los gritos y lamentos no puede evitar sentirse sentirse mal y acaba por meterse en la basura, removiendo cajas y cartones en busca de un pequeño monedero con enorme (dice) dinero que espera pacientemente (y a salvo) a ser encontrado por el viejo de gafas oscuras que remueve en esas cosas que no son suyas (que después del hallázgo se siente como Superman al rescate). Ni las “gracias por todo” pueden pronunciarse en la mente demente de una vieja cual misión existencial, desde el momento actual, no es otra que llamar atención, como siempre hizo, tal como siempre hará, solo que ella se siente mal por que la otra es vieja y por eso la ayuda; aunque termine apestada por la mierda de mentira que la vieja que dijo “tiré” su puto monedero en el abismo de la senilidad, por que se compadece (impregnado virtuosismo católico de débiles) de la vejez. Quizá lo piense otra vez más y no repita “hacen conmigo lo que quieren” (por ser viejos) o siga metida en contenedores de papel cartón, cajas y monederos invisibles con verdes y azules billetes y viejas sin “gracias” con cojeras y atenciones deficitarias que nunca fueron suplidas como la que es tan joven y más que yo que no puede más que llorar por su propia infelicidad si los demás no le dan cobijo en la negatividad de sentirse infeliz y ser feliz (solo) cuando los demás lo son igual de poco.

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Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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