El hombre marroquí y el hombre español: algunas estúpidas diferencias importantes . Cap. I

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26/8/08

Se me ocurre la idea de explorar los rasgos que diferencian al “hombre prototipo español” con el “hombre prototipo marroquí” en la calle, de camino al McDonald’s (ya contaré porqué tuve que ir otro día…), que se encuentra en una plaza justo detrás del hotel, cuando a mi lado pasa un grupo de tres amigos en el que dos de ellos andan cariñosamente cogidos de la mano. Inmediatamente imágenes de Barcelona y sus consecuencias acuden a mi cabeza. No puedo más que reflejarlas: cantidad de gays invadiendo sus calles, cada día más asombrosa, más si tu vida transcurre en mitad del “gaixample”, ese falso topónimo inventado por algún iluminado periodista en una noche de lujuria y inspiración mientras le metían el dedo en el culo, destinado a designar y proteger la zona que poco a poco van conquistando con hoteles, tiendas, bares y saunas E-X-C-L-U-S-I-V-A-M-E-N-T-E destinadas a ellos; a defender en un futuro no muy lejano, en que puedan incluso pedir la declaración de (su) barrio como independiente, leyes que no permitan por ejemplo tener perros más grandes que una mierda de san bernardo… que obliguen a caminar pomposamente… ir al gimnasio por lo menos dos veces al día (¿por qué irán al gimnasio tanto? me preguntaba inocentemente antes de ir -una vez- a uno frecuentado por gays…), o responder con un “¿qué quieres, guapo?” y miradas viciosas a todo hombre que acuda a uno de los comercios o bares del ghetto. Ya me imagino a los señores diputados postrándose ante la marea homosexual con aspiraciones imperialistas… pero volvamos al tema. La comparación inevitable: una muestra de afecto interpretada de distinto modo aquí o allí: mientras para unos es solo un signo de amistad, de buena amistad, caminar por la calle cogidos de la mano, allí en España (allí por qué estoy aquí), es vista como un signo de otro tipo de afecto; sentimental, sexual, matrimonial o como quieras llamarle, y (quizá ahora ya no tanto, por lo menos en la Barcelona ocupada), también como de identificación personal, de pertenencia a un grupo social que durante mucho tiempo le fue vetada la existencia por su condición sexual, y cruel e injustamente reprimido por ello. Mis dudas, sin embargo, permanecen por el lado marroquí, donde manifestaciones de ese tipo son inconcebibles a día de hoy, aunque si bien comprendo que para ellos ir cogidos de la mano es un puro acto de amistad, éste suele darse entre hombres jóvenes, probablemente solteros. También es cierto que deben andar muchos gays reprimidos por aquí…

Otra de las particularidades que distinguen a unos y a otros son los vicios ante los que se lanzan sin freno ni piedad por ellos mismos. Si bien el hombre español se dedica por entero al consumo de pornografía, café, alcohol y cocaína, el hombre marroquí redime su angustia por vivir con otras sustancias como el café con leche, el té, el hachís, el kif o el taba.

Yo tardé un par de días de sinsabores y de sabios consejos a darme cuenta que debo pedir siempre café con leche en vez de café solo. No hay marroquí que no pida café con leche, a no ser que se encuentre en un bar donde le conozcan y le tengan aprecio. Lo que ocurre de otro modo (y creédme, a los turistas les sucede siempre), es que de una misma carga de café saquen más de una dosis. No tengo ni idea de cuantas son capaces de sacar los cabrones, pero cuando toméis café, si no queréis notar su sabor amargamente aguado, siempre con leche.

El té constituye sin duda el más extendido y menos perjudicial de los vicios marroquís. Es la bebida nacional. Se toma a todas horas y en cualquier lugar, pero hay predilección a tomarlo por la tarde o la noche, cuando el calor ya no es tan sofocante y la gente empieza a inundar las calles. Para los que no sepan, aquí se prepara con hierbabuena y mucho azúcar, lo que le confiere un sabor extra dulce, y es verdaderamente adictivo. Lo particular del ritual del té es que sueles tomarlo con tus amigos, o bien en casa o en una terraza en la calle, con lo cual es el momento ideal para reunirse y contar a tu amigo confesor los melones que vendiste hoy, los alumnos que suspendieron en el último examen sorpresa que les hiciste, lo feliz o lo insatisfecho que estás. No hay alguien en Marruecos que no tome té, me atrevería a decir, en algún momento u otro del día.
Asimismo el hachís, y ya entrando en el grupo de dorgas ilegales, es el más caro de los tres vicios, y aunque Marruecos es uno de los mayores productores del mundo y su precio aquí está por los suelos, no está al alcance de todos. Los jóvenes son los que más lo consumen (en eso se parece al hombre español, sin duda), aunque no está bien visto entre los de clase acomodada, y también lo consumen los hombres aburridos, que así llamo a los que ves en un bordillo sentados todo el santo día, sin hacer nada, absolutamente nada, a parte de fumar o hablar. Los efectos el hachís marroquí son parecidos a los de la marihuana: de sequedad en la boca, apetito, risa fácil, etc., a hipersensibilización física y mental, viajes cósmicos y demás. Como en todo, hay de distintos precios y calidades, que varían según el lugar donde te encuentres (si estás en las montañas del Rif, Ketama o el santuario de Chaouen estás en el lugar adecuado), o de tu propia habilidad para negociar.

Por otro lado encontramos el kif. El kif, o kiffi, es la marihuana (que no es de muy buena calidad) seca y picada que se usa para hacer el hachís (que por el contrario si suele serlo), y generalmente se fuma con una pipa de madera o de metal. Lo fuman gente mayor pero también los jóvenes en algunos bares, discretamente en aceras o en parques a hurtadillas, su olor es inconfundible y su efecto instantáneo; un dolor intenso oprime tu cabeza desde la primera calada y puede ir acompañado de nauseas. El motivo principal de su uso es que te deja antontado y por tanto tu lastimoso dia lo pasas un poco menos consciente de ello.

El taba es un tipo de planta que se machaca hasta obtener un polvo marrón y se esnifa. Lo he visto usar principalmente a hombres mayores y del campo: se tiran un poco de polvo mágico en la mano, sobre el dedo índice en su base, hacen una rallita y esnifan con los dos orificios, ¡zum, zum! de ida y de vuelta. Sus efectos son difíciles de apreciar, básicamente son parecidos a los de la cafeína, con la diferencia que cuando esnifas taba tu nariz empieza a picar como una condenada y te pones a toser o incluso te cae alguna lágrima por la mejilla (eso a los novatos, claro).

Sin embargo, y a pesar de esas diferencias en lo que los hombres se meten aqui i alla, unos y otros no dejan de ser hombres, y dentro de la generalidad existen otras generalidades que implican semejanzas entre ambos. Al fin y al cabo, aunque las sociedades con las que se encontraron sean distintas, sus mentes originales y simples persiguen los mismos objetivos, y sus vidas no dejan de ser menos miserables. Así pues, tanto el hombre marroquí como el español se droga (pongamos libera sus angustias, ya sea con alcohol o kif), generalmente acompañado de otros hombres (tengamos en mente el bar “casa pepe” a las ocho de la tarde, la barra atestada de currantes borrachos, todos ellos hombres), lo que es un rasgo que les asemeja. Asimismo, ambos son fumadores empedernidos de tabaco (unos compran paquetes enteros y hay de los otros que aún cigarrillos sueltos –a 18 cts-), hablan cerdadas de mujeres y fútbol y tienen verdadera pasión por discutir sobre todo ello, con la particularidad que también todos presumen llevar la razón. Son profusamente machistas, solo que para unos constituye una verdad “aceptada” y para los otros una actitud deleznable, pero todo eso ya es tema del siguiente capítulo…

3 reacciones:

  1. Y esto me recuerda, de alguna manera, qu me ha tocao una viaje a Turquía para 4 personas antes de que acabe el año jajaja,ya acosejarás ya! besines,amp.

    Anónimo

    13:31
  2. salam aleikum!

    quina enveja més sana em desperten les teves paraules.

    moskis!

  3. Vaya casposidad de escrito. Es rancio a tope.

    Jose

    1:35


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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