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10/11/05

…sigue del anterior

Hay quienes prefieren el güisqui solo (a los que les gusta, claro), los demás lo prefieren mezclado con cola u otros. También se encuentra el tipo de personas que les gusta comerse un plato variado separadamente, es decir: sin mojar la salchicha en el huevo frito (por ejemplo) o sin mezclar el tomate al puré de patatas (con la comida, además, se me aparece la opción de aquellos que dejan la parte buena, la más sabrosa, para el final. Sin embargo, esto daría pie a otra clasificación -denominémosla Pacientes/no Pacientes???-  y por tanto ahora no nos incumbe). Se puede elegir entre tomar el café solo o cortado con leche; se puede comer el chocolate caliente o bien mezclando la nata de encima o bien comiéndose primero la nata y luego el chocolate. Los hay, por otra parte, que no mezclan negocios con placer o que no pueden estar haciendo dos tareas al mismo tiempo (hablar por teléfono y cortar cebolla, p.ej.); o los que prefieren no mezclar los porros con el alcohol (dedújase cualquier tipo de droga).
De todos estos tipos de personas y acciones/decisiones, se desprende un teoría, aunque claro está que, como todas las teorías, pueden cumplirse en un momento determinado y dejar de ser así en el siguiente. De ahí que los paradigmas sean solo eso: periodos temporales en que hay unidad de pensamiento sobre algo hasta que alguien más lúcido, o menos tonto que el resto, decide probar algo “inaceptable” o “imposible” para el conjunto de ovejitas creyentes, y resulta que desmonta, a partir de un “golpe de suerte”, todo el pensamiento y estudios acumulados a lo largo de centurias. Pues así sé yo que va a suceder: voy a instaurar mi paradigma particular sobre las “características que definen a las personas dependiendo de si prefieren mezclar o no mezclar”, que quizá solo acepte yo (pero y qué? mi mundo soy yo y por tanto yo instauro y yo derroco mis propios paradigmas) y probablemente solo entienda yo también.
Primero debo decir que, como muchos (o algunos de los pocos que leen o han soportado leer hasta aquí) ya os habréis percatado, la mayoría de ejemplos corresponden a decisiones tomadas al comer o injerir algún tipo de alimento/droga y solo unos pocos se corresponden con decisiones de tipo social, intelectual o moral. Eso se debe a que el hecho de alimentarnos o, generalizando, el hecho de tener que saborear algo, implica que nuestro YO más profundo, es decir, el más subconsciente, el más auténtico, aflore en el momento de tomar la decisión de cómo saborear aquello. Ese momento no implica ninguna precondición social, ni moral, ni intelectual, ya que se dispone de todo para mezclar, y por lo tanto la decisión es totalmente libre: interior. Así, si aceptamos que es cuando tomamos esa decisión cuando nuestro YO aflora ya que es la más animal, la más instintiva, podremos entonces conocer, mediante esa elección, las cualidades de ese YO.
Esa persona, la que mezcla, le gusta conocer cuales son las posibilidades de lo nuevo, la experimentación; la que no mezcla prefiere centrarse en lo que ya sabe, no le gustan las sorpresas que puedan decepcionarla, aunque esa misma persona, la que no mezcla, prefiere llegar al fondo de las cuestiones (como con el café solo: prefieren buscar la intensidad de ese café y no enturbiarlo con el sabor de la leche), busca las distintas facetas de un mismo suceso, lo raspa y lo indaga hasta encontrar el núcleo del error, o de la desesperación. En cambio las que mezclan prefieren saber un poco de todo y no llegan a conocer, por ser incapaces, la naturaleza escondida de cada hecho particular. No llegan a ser capaces de distinguir si aquello concreto sucedió del mismo modo anteriormente, aunque saben lo que generalmente provocó.
Los que mezclan creen en el orden de después, en el que se crea con la mezcla, los que no mezclan son metódicos y siguen una concepción estructural, lineal, del tiempo. Para ellos el tiempo es algo fraccionado que debe desarrollarse pautadamente; los que mezclan ven el tiempo algo fugaz, que sucede demasiado deprisa como para poder esperar. Así, ellos mismos temen que si no mezclan, no puedan ejercer su derecho a ello, mientras que los que no mezclan no pretenden abarcar, no se angustian por no descubrir más, sino que disfrutan con lo que ya se les ofreció.
Así, l@s mezcladores son inquietos, angustiosos, temerosos, curiosos, temerarios (no peyorativamente) e impacientes.
En cambio l@s que no mezclan son contemplativos, pausados, insidiosos, seguros, pacientes y conservadores.


1 reacciones:

  1. ¿Y qué pasa si eres una mezcla entre mezclador y no mezclador?
    Yo tengo comportamientos de ambos lados, según el momento en que esté. A veces me hago un sandwich de plátano y leche condensada, y otras me como tomate solo con maíz solo, cada cosa a su lado. Y me gusta saborear cada parte de esa comida por separado, pero en otro momento me apetece probar cómo sabrá tal cosa con tal otra. No siempre soy metódica, paciente y conservadora, al igual que no soy siempre lo contrario. Supongo que soy una mezcla, y no necesariamente se me puede clasificar bajo una de esas dos etiquetas. Ninguna me define mejor que la otra.



Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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