Bavaria

2c

3/4/06

“Llegas a cierto punto en que nada te satisface. La vida volvió la mirada hacia otra parte y dejó de sonreírte. Siempre pensaste que te ocurriría algo semejante algún día. Ahora ese día ha llegado y no sabes como afrontar el resto de los que te quedan por vivir. La maldición de los infortunios es que el temor a que uno los padezca produce una angustia tan grande por ese momento, que no solo lo hace inevitable, más nos nubla la vista y no nos permite mirar más allá. ¿Qué es lo que voy a hacer a partir de ahora? Cuando mi destino, fruto de mi presagio, ha hecho acto de presencia, mi futuro se presenta en blanco. ¿Es acaso peor el blanco que el negro? Sin duda antes mi vida tenía una razón de ser, sin duda antes vivía por evitar lo que bien sabía que iba a llegar, pero contra lo que tan bien me había acostumbrado a luchar.
Desde la tribuna del acaecido destino diviso un mar de nubes incoloras, de gritos insonoros, de sufrimientos sin dolor. ¿Cómo suena el timbre del destino? Aquél que te advierte que tus presagios han llegado, el que te desvela un futuro sin contenido, el mismo que sin tú saberlo te dice: hermano, tu destino ya es pretérito, tu mal augurio ya es dolor sufrido, tu futuro incoloro es ahora tu angustiado destino, de nuevo.”

No pienso nunca en el destino,
no sufro del día futuro.

Éstos,
de mis letras se componen,
De mis actos florecen.

Como la lluvia,
que no del cielo proviene,
no de la tierra.

La lluvia de ella misma brota.
Uno, de él mismo crece.


Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

anomalías habituales © 2009