Lo que falta a los alemanes

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15/6/07

Decía Nietzsche, un tipo que murió solo y sabio, que en nuestros días se ha perdido la noción de pensar. Incluso en las universidades, por aquellos estudiosos de la filosofía, "la lógica empieza a extinguirse como práctica, como teoría, como oficio". Si esto lo decía a mediados del siglo diecinueve -ya dos siglos mirando atrás-, no menos válido continua siendo hoy. Las faces de la modernidad mucho tiempo atrás nos invadieron. Ya son algo intrínseco a nosotros; el haz y no mires lo que pisaste, en este extraño lugar contemporáneo, es el mensaje que responde a todas las angustias y despropósitos, no sea que pararnos quietos por algún momento provoque un desparrame de neuronas, que nos conduzca a pensar.

Aunque bien es cierto que todo acto de reflexión, como el buen amigo Friedrich ya nos anunciaba, como el baile, requiere de su entrenamiento particular; sin el hábito los resultados son los de un bailarín torpe. Si la lógica no impera -aquella que se deduce mediante la discusión interior, a través de la cual procedemos con acuerdo ulterior-, ¿a que nos conduce la acción? La técnica moderna, subida en una nave ultrasónica, es aquella moldeada entorno a la comodidad: mascan por ti, barajan por ti, reflexionan por ti, piensan por ti. ¡No hay tiempo a pararse! ¡No hay tiempo para dormir! Deja que lo hagamos por ti, déjanos ayudarte, tu solo haz, actúa, pues no vas a estar mucho tiempo aquí, coge manzanas de los árboles, pues ya no más son frutos prohibidos; agárrate con fuerza a este tren veloz, ya mañana quizá no venga otro; desprecia si hace falta, pisa si no alcanzas, ¿perdón de qué? ¡No hay segundo que perder! . Acción, esto es lo que cuenta. Lo demás no importa: eres afortunado, hazte socio de una ONG y listo, no hay remordimiento que asome.


Nietzsche murió loco. En realidad, él murió como el más sabio de los hombres, rodeado de un mundo infestado de necedades y vicios que él solo parecía ver. Los que le sobrevivieron fueron quienes le trataron de loco, calificativo habitual cuando, por el carácter distinto de los argumentos, no se llega a comprender quien con tanta locuacidad rompe con la tradición más injusta. Probablemente, alguien que tantos martillazos propinó alrededor, a los que a tantos descubrió el rostro y avergonzó a golpes de verdad, acabase enloqueciendo, superado por un mundo hipócrita y vil, donde solo unos pocos se atrevían a pensar, no hablemos ya de actuar. Pero este es otro asunto, mucho más complicado sin duda. Primero hay que aprender a pensar, luego ya pasaremos a la acción.

Alguna vez oí que somos lo que hacemos y no lo que pensamos. Si no somos capaces de pensar, y hacemos lo que piensan que debemos hacer, ¿entonces qué somos?

Soneto al incordio veraniego

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1/6/07

Habitante impasible de la noche,

principal quebrantador de los nervios.

Invitado de los que salen ebrios

a golpe de balde, de darle al ponche.


¡Cobarde! Te descubres a las once,

solo cuando ausente la luz y el genio

tu zumbar de trompetilla rompe el tedio y

termina hacer por levantar las voces.


No es debido a que seas tu la hembra

es más por esto otro: porqué te escondes

y por la piel mañana, cuando quema.


¡Ay! Si por alguna vez me dieras tregua;

no te perseguiría mientras jodes

a los demás que también tienen lengua.




Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado.

Juan Ramón Jiménez

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